Día Internacional del libro
En este marco extraño en el que nos encontramos, la Biblioteca Central de Capuchinos de España no quiere dejar pasar la celebración del día del libro y, en este sentido, realizarlo sin olvidar la situación particular en que nos encontramos, como consecuencia de la pandemia provocada por el Covid-19.
Por esto, vemos interesante recordar cómo los capuchinos, desde los orígenes de la reforma, asumieron tareas de atención de los apestados en diversos momentos y lugares de la historia. Esta actividad puntual, pero de un fuerte calado popular, se fue configurando también en diversas actividades sanitarias, por medio de lazaretos, enfermerías, dispensarios médicos e, incluso, con hospitales cultivados en alguna especialización de la investigación médica.
Era frecuente que, en los conventos capuchinos, se cultivasen aquellas hierbas que ayudaban a la salud. Fueron diversos los religiosos que, tanto en el antiguo régimen como después de la restauración, se dedicaron al estudio e investigación de las plantas medicinales. Algunos, incluso, publicaron sus estudios al respecto, al tiempo que aplicaban sus conocimientos prácticos en las propias enfermerías. No faltaron tampoco los que organizaron herbolarios científicos, que han ayudado seriamente a los naturalistas y botánicos.
A este respecto, Fortunato de Rovigo (+1701) llegó a recopilar 2.300 plantas de la Italia septentrional, mientras que Atanasio Hollermayer (+1945), misionero en Chile, llegará incluso a dar su nombre a plantas descubiertas por él. Por su parte, Juan Bautista de San Martino de Lúpari viene considerado como el precursor de la agronomía moderna. Esto era habitual en las misiones atendidas por los capuchinos, donde fueron frecuentes los descubrimientos de nuevas plantas y sus cualidades terapéuticas.
En este sentido, es bueno recordar cómo Alexander von Humboldt, narra en sus Viajes a las regiones equinocciales del Nuevo Continente cómo los capuchinos habían descubierto el «cortex angosturae», también conocido como «quina del Caroní». En algunos lugares incluso se llegaron a cuidar huertos o jardines botánicos, que han servido para salvaguardar plantas autóctonas, como lo era el de Roma, donde se cultivaban plantas recogidas por los misioneros y enviadas allí desde Mesopotamia.
Se pueden citar, en nuestro entorno próximo, pertenecientes a nuestra Biblioteca de Autores Capuchinos: Gil de Villalón (+1705) con sus estudios de medicina, Manuel Amunárriz con estudios de enfermedades tropicales en las misiones, Bienvenido de Estella (+1953) sobre medicina natural o el P. Donostia (+1956) con sus estudios de medicina popular en el País Vasco y Navarra. Y, también, en nuestro ámbito de influencia y más próximo en el tiempo a Valentí Serra de Manresa.
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