En esta inmensa tragedia que compartimos los humanos, he aquí en versos sencillos, unos versos de juglar para alabar a Dios todopoderoso, para consolar a los hermanos, y para abrirnos a una infinita esperanza. Todo ello mirando a Jesús en la Cruz. Regnavit a Cruce Deus. Dios reinó desde la cruz.
Primera estación: Jesús condenado a muerte por todos los hombres
La pandemia del pecado
llevó a Jesús a la muerte,
que por la muerte todos,
murió el único Inocente.
En Adán pecamos todos,
un misterio que estremece,
y sentimos ese virus
en la carne y en la mente.
Gracias, Jesús, nuevo Adán,
por ser el amor que eres;
porque en tu santa Pasión
me salvaste para siempre.
Segunda estación: Jesús sale con la Cruz a cuestas
Como esposo enamorado
que abraza a su esposa amada,
Jesús abrazó la Cruz
como a su esposa del alma.
Y en la cruz estaba yo
y toda miseria humana,
todo dolor y epidemia,
toda ofensa a Dios lanzada.
Dispuesto estoy, mi Señor,
a aceptar lo que nos mandas;
si eres tú quien nos la entregas,
acepto la Cruz cual gracia.
Tercera estación: Jesús cae con la Cruz a cuestas
Dios es débil por ser hombre,
hasta caer en la tierra,
misterio de encarnación,
que rompe toda frontera.
Y donde un caído encuentre,
en cualquier lugar que sea,
a un hermano yo veré
y a Jesús que representa.
En triste caída vemos
al hombre en esta epidemia;
tú, mi Jesús victorioso,
levántanos con tu fuerza.
Cuarta estación: Jesús encuentra a su Madre
Si un Hijo sufriendo está,
su Madre estará con él
y el padecer de los dos
se hace un solo padecer.
La presencia de María
hoy consuela nuestra fe,
es el amor de la Madre
y el valor de la Mujer.
Virgen Madre el Señor,
elegida en Nazaret,
en esta hora de angustia,
cúmplase en mí su querer.
Quinta estación: Jesús es ayudado por el Cireneo
Yo puedo ser Cireneo,
que hay alguien que sufre más,
y está muy cerca, muy cerca,
quizás a mi lado está.
Dios nos hizo solidarios
en el dolor y amistad,
y no hay nadie que no tenga
un don que a su hermano dar.
Yo quiero ser Cirineo,
también dejarme ayudar,
y a ti te escojo entre todos,
Cireneo celestial.
Sexta Estación: La Verónica enjuga el rostro a Jesús
La santa Faz del Señor
en un lienzo fue grabada,
que una mujer amorosa
quiso enjugarle la cara.
No hay un regalo más grande
de Dios a su Iglesia amada,
que Él entregue su retrato
en el fondo de mi alma.
En mi corazón te llevo,
oculto en tanta desgracia,
Jesús, y un día de he verte
con tu frente iluminada.
Séptima: Segunda caída. Jesús cae por segunda vez
El que cae y se levanta,
acaso vuelve a caer,
que es demasiado la carga,
y tan sensible la piel.
Nuevos países caídos,
noticias de amanecer,
nuevas muertes y afectados
sobre el balance de ayer.
Caídos mas no aplastados,
que confiamos en Él,
y tu vida, Cristo vivo,
nos hace reflorecer.
Octava estación: Jesús consuela a las mujeres que le acompañan
Dejad de llorar por mí,
mujeres tan compasivas:
llorad por graves pecados,
causa de toda desdicha.
Dios no se rinde en amar,
y amando nos mira y cuida;
Dios nos perdona sin fin,
si acogemos su visita.
Oh Jesús perdonador,
de toda humana malicia,
intercede por nosotros
con tu bondad infinita.
Novena estación: Jesús cae por tercera vez
Mi Dios está por los suelos
por ser último de todos,
y así lo quiso elegir
y en ello encontrar su gozo.
Si yo extiendo la mirada
y veo a este mundo roto
he de pensar que escondido
mi Dios está con nosotros.
Jesús, Señor compasivo
del dolor más doloroso,
míranos en donde estamos
con esos tus suaves ojos.
Décima estación: Jesús es despojado de sus vestiduras
El Rey del cielo desnudo
para ser crucificado,
el que viste cielo y tierra
y embellece lo creado.
A nuestras mentes golpean
todos los desheredados,
los desnudos de la tierra,
los que son los descartados.
En plaga de desnudez,
con Job, a ti, nos llegamos,
Jesús, belleza de Dios,
tu gloria sea mi manto.
Undécima estación: Jesús es clavado en la Cuz
Para siempre hay una Cruz,
donde está Cristo bendito,
y yo debo completar
junto a él su sacrificio.
Dios quiso la redención
con tres claves de su Hijo,
y por amor, que agradezco,
me ha asociado a este martirio.
Oh mi Jesús adorado,
mi Jesús del Crucifijo,
aunque mi ser lo repele,
cúmplase en mi tu designio.
Duodécima estación: Jesús muere en la cruz vez
Muere Jesús, Hijo amado,
entre los brazos del Padre;
muere Dios que se hizo hombre
muere a las tres de la tarde.
Muere por mí, pecador,
para que yo viva y ame,
muere y muriendo me entrega
su cuerpo santo y su sangre.
Mi Dios, mi amor infinito,
abrazo y todas mis paces,
a ti me entrego cual soy,
libre de todos los males.
Decimotercera estación: María en la muerte de su Hijo
Al final como al principio
María es maternidad;
es la ternura de Dios,
que no nos pude dejar.
En tu regazo de Madre
el mundo no es soledad;
es un sagrado silencio
de esperanza y caridad.
Es anuncio de la Pascua
que tras la muerte vendrá;
Madre de todos los hombres,
envuélvenos en tu paz.
Decimocuarta estación: Jesús es depositado en el sepulcro
Muchas familias no pueden
despedir a sus difuntos;
hoy con vosotros estamos,
con vosotros, todos juntos.
La Eucaristía nos une,
que de muchos hace uno;
es nuestro lecho pascual,
y con ella viene el triunfo.
¡Salve, Jesús vencedor,
Jesús, destino seguro,
en tu corazón dejamos
la gran pandemia del mundo!
Fr. Rufino María Grández, capuchino,
desde Madrid en Jesús de Medinaceli