Cuatro relatos de migrantes subsaharianos.
SERCADE (Servicio Capuchino para el Desarrollo), Capuchinos Editorial, Madrid, 2018
He aquí un libro escrito “con toda el alma”: con las de quienes se han encargado de recoger y transcribir los testimonios que lo configuran (Xabier Parra Berrade y Miguel Angel Cabodevilla Iribarren) y, sobre todo, con las de cuatro migrantes de Guinea Conakry, Mali, Camerún y Nigeria, a quienes se mantiene en el anonimato y cuyo dramático éxodo se narra: “Como llegar a España o morir”; “Vine para jugar al rugby”; “Pienso regresar a Mali” y “Me trajo el sufrimiento”. A las de ellos hay que sumar la del pintor Antonio Oteiza.
En este singular y emotivo libro se exponen las diferentes situaciones -casi siempre calamitosas- por las que han pasado tres varones y una mujer subsaharianos hasta llegar a nuestras tierras o, lo que es lo mismo, a su Isla del Tesoro, a la tierra prometida o a Eldorado. Quedan en la memoria las desventuras de tantísimas personas que, a fecha de hoy, siguen hacinadas en el norte de África, esperando su oportunidad para poder pasar el Mediterráneo. Sin olvidar a los cientos de miles de personas que han sido engullidas por las arenas del desierto o que han encontrado en las aguas del llamado “Mar Nuestro” su última y definitiva morada.
El lector cuenta con tres apoyaturas: las notas a pie de página (imprescindibles para no perderse nada de lo que se está narrando); unas pocas páginas finales en las que expone qué es y a qué se dedica SERCADE y un excelente prólogo (“De la ‘bambará’ a la identidad trasnacional”) firmado por Xabier Parra Berrade, director de esta institución, de matriz capuchina, que se dedica a ayudar a los migrantes.
Hay varios puntos que llaman la atención de este prólogo. Se agradece, en primer lugar, el clarificar que la “bambará” es una metáfora africana de la madre; una figura central en los cuatro relatos: los migrantes, roto el cordón umbilical que les vincula con ella, se ven obligados a construir una nueva identidad al amparo de las propias experiencias en las que se ven inmersos. Pero, sobre todo, son de agradecer algunas consideraciones que brotan a la sombra de lo testimoniado. Así, por ejemplo, el toque de atención sobre un hecho incontrovertible que los europeos no tenemos debidamente presente: África es un inmenso continente habitado por más de 1.000 millones de personas y con más de 2.000 lenguas. Por tanto, nada de simplificaciones. O el recordatorio sobre nuestro pasado africano -sangriento y miserable- de esclavistas o sobre nuestra, todavía reciente, historia colonial, así como sobre la herencia -casi siempre aciaga- que hemos dejado. Sin descuidar, por supuesto, nuestra omnipresencia actual a la sombra de sus recursos naturales y de nuestros intereses económicos.
Son particularmente interpelantes los párrafos en los que X. Parra desenmascara la diferenciación que establecemos entre migrantes económicos y refugiados. A estos últimos se les acoge, no así a los que, queriendo progresar económicamente, se ponen en peligro ellos mismos y hacen que chirríe la sociedad de acogida. Europa, se recuerda, queriendo aparentar que abre sus puertas a quienes huyen de la barbarie de la guerra, ha acabado creando pobres de primera y de segunda. El resultado es que ya no queda misericordia con África a pesar de que una buena parte de quienes migran son menores de edad, criados en la calle, sumidos en una exclusión social severa y con prevalencia de enfermedades tales como la hepatitis o el VIH. Lo común a estos jóvenes es que migran convencidos de que en su país no tienen futuro. Y también porque Occidente ha colonizado sus mentes (como las de todo el sur global) con una idea muy particular de desarrollo.
Nosotros, los europeos, hijos, nietos o familiares de migrantes, estamos inmersos, apunta el director de SERCADE, en un proceso de clarificación que gira en torno a estas cuestiones: ¿qué buscamos cuando nos declaramos partidarios de la “acogida”? ¿Acogemos para integrar o para espantar? Y si fuera para integrar, ¿cómo lo hacemos? ¿buscando acomodarlos a nuestra cosmovisión o propiciando el nacimiento de una identidad transnacional? Entre acogida, preguntas y balbuceos se va haciendo camino. Y, mientras se hace, es posible que no esté de más mirar, de vez en cuando hacia nuestro pasado más reciente o más remoto tratando de discernir qué ayudas hallamos en él cuando intentamos encontrar respuestas fundadas y, a la vez, con entrañas de misericordia. Y si nuestro pasado no arrojara luz alguna, es muy posible que la lectura de este libro y de los testimonios aportados por estos cuatro jóvenes africanos acabe haciéndolo.
Jesús Martínez Gordo