La sencillez
Hace poco tiempo que hemos celebrado la Navidad y el Año Nuevo. Corren los días y nada más comenzar el mes de febrero nos encontramos con la fiesta de la Presentación del Señor. En ella tienen un protagonismo especial dos personas mayores, Simeón y Ana, dos grandes creyentes.
Su vida se desarrolla en torno al Templo y allí descubren al Mesías que tanto esperaban. Esta pareja simboliza a todas las personas sencillas que aciertan a descubrir a Dios en medio de los acontecimientos normales de la vida.
Cuanto más consciente soy de lo complicada que es la vida, más me acuerdo, valoro, creo y más me gustan las personas sencillas. Son todas esas personas con las que nos encontramos y descubrimos que viven sin darse importancia. Personas que trasmiten toda una experiencia de vida sin presumir de sus éxitos y logros, sin hacer alardes de nada. Cada vez más aprecio a esas personas de corazón sencillo y mirada noble, incapaces de aparentar lo que no son. Saben hacer de la vida una fiesta, del fracaso un camino, de la soledad y el dolor un motivo de esperanza. Personas que ríen o sonríen con las bromas sencillas. Personas que lloran si hay que llorar y callan si no hay que hablar.
La sencillez es un valor para quienes tratamos de vivir nuestra vida y nuestra fe desde la espiritualidad franciscana. A veces le damos otros nombres como minoridad o simplicidad… Quienes se han preocupado de estudiar la persona y la espiritualidad de San Francisco de Asís nos dicen que estuvo imbuido entrañablemente del valor evangélico de la sencillez como disponibilidad para la vida de fraternidad. La miraba como fruto de la pobreza de espíritu y de la rectitud de corazón. La definía como la virtud que, «contenta con solo Dios, desprecia las demás cosas». Esa «santa sencillez, hija de la gracia, hermana de la sabiduría y madre de la justicia» la quería ver en cada hermano. La sencillez ha sido una de las características permanentes de los hijos de san Francisco y la razón principal de su popularidad. «Es distintivo vuestro -dijo Pío XII a los Capuchinos- la sencillez, la bondad candorosa y la alegría santa». En este mes de febrero, el día 9, recordamos especialmente a Fr. Leopoldo, el beato de Alpandeire, claro ejemplo de persona sencilla.
Yo sé que los sencillos son aquellos que todo lo comprenden y nos dan auténticas lecciones de vida. Son personas que saben vivir. En el fondo, es lo que importa al final de la vida.
Benjamín Echeverría
Provincial de Capuchinos de España