Jueves Ordinario 17ª Semana 3ª de Salterio
San Ignacio de Loyola
Primera lectura: Éx 40,16-21. 34-38;
En aquellos días, Moisés hizo todo conforme a lo que el Señor le había mandado. El día uno del mes primero del segundo año fue erigida la Morada. Moisés erigió la Morada, colocó las basas, puso los tablones con sus travesaños y plantó las columnas; montó la tienda sobre la Morada y puso la cubierta sobre la tienda; como el Señor se lo había mandado a Moisés. Luego colocó el Testimonio en el Arca, sujetó los varales al Arca y puso el propiciatorio encima del Arca. Después trasladó el Arca a la Morada, puso el velo de separación para cubrir el Arca del Testimonio; como el Señor había mandado a Moisés. Entonces la nube cubrió la Tienda del Encuentro y la gloria del Señor llenó la Morada. Moisés no pudo entrar en la Tienda del Encuentro, porque la nube moraba sobre ella y la gloria del Señor llenaba la Morada. Cuando la nube se alzaba de la Morada, los hijos de Israel levantaban el campamento, en todas las etapas. Pero cuando la nube no se alzaba, ellos esperaban hasta que se alzara. De día la nube del Señor se posaba sobre la Morada, y de noche el fuego, en todas sus etapas, a la vista de toda la casa de Israel.
Salmo: Sal 83,3. 4. 5-6a y 8a;
R/. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor del universo!
Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne se alegran por el Dios vivo. R/.
Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor del universo, Rey mío y Dios mío. R/.
Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Dichoso el que encuentra en Ti su fuerza. Caminan de baluarte en baluarte. R/.
Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa, y prefiero el umbral de la casa de Dios a vivir con los malvados. R/.
Evangelio: Mt 13,47-53.
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno de fuego. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?». Ellos le responden: «Sí». Él les dijo: «Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo». Cuando Jesús acabó estas parábolas, partió de allí.
Reflexión:
Jesús estaba habituado al mundo de la pesca, de ahí eligió a los primeros discípulos, y les acompañaba y orientaba enseñándoles a pescar (Lc 5,5-8; Jn 21,1-6). Él mismo vino a “pescar” con la “red” del Padre, y a formar pescadores. Una red no excluyente, pero selectiva; selección reservada al Padre, el único que conoce los corazones. Parábola de orientación escatológica, nos habla de que la acogida del reino de Dios no es irrelevante, tiene sus exigencias y consecuencias. La red de Dios es abierta, acogedora y esperanzada. El discípulo está llamado a echar la red, no a seleccionar la redada. Y a hacerlo con esperanza y buenas maneras. Las redes de Dios no enredan, acogen. Caer en su red es, paradójicamente, el único modo de desenredarnos. Hay redes y redes. ¡Dejémonos enredar en ella! Como san Ignacio de Loyola.