Jueves 21º semana Tiempo Ordinario 1ª de salterio

Martirio de Juan Bautista.

Primera lectura: Jeremías 1, 17-19

No les tengas miedo, lucharán contra ti pero no te podrán.
 


Salmo: 70, 1-2. 3-4a. 5-6ab. 15ab y 17

R/. Pregonará mi boca tus actos salvadores, Señor.
 


Evangelio: Marcos 6, 17-29

En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel encadenado. El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener a la mujer de su hermano. Herodías aborrecía a Juan y quería matarlo, pero no podía, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo defendía. Al escucharlo quedaba muy perplejo, aunque lo oía con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino». Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?». La madre le contestó: «La cabeza de Juan el Bautista». Entró ella enseguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan el Bautista». El rey se puso muy triste; pero por el juramento y los convidados no quiso desairarla. Enseguida le mandó a uno de su guardia que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.
Al enterarse sus discípulos fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro.


 


Reflexión:

Testigo de la verdad, Juan es precursor de Jesús y de su muerte. La verdad es un “martirio”, un testimonio, e inevitablemente exige már tires, testigos. No puede anunciarse impunemente. Su martirio essu mayor servicio profético, la rúbrica a una vida orientada por la verdad y a la verdad. A partir de este acontecimiento Jesús comienza a vislumbrar cuál será su final. Por eso se retira por un breve tiempo para reflexionar. Pero silenciada “la voz del desierto” comienza a resonar “la palabra de la vida”. El mundo no puede quedar hundido en el silencio y el vacío: Dios necesita “portavoces” audaces. Quizá no entendemos esto. Con nuestro
testimonio, frecuentemente pretendemos recabar el aplauso. Es la prueba mejor de que no impacta en el fondo del corazón, porque la palabra de Dios no es un fuego “artificial”, que distrae sino llama que abrasa: el fuego que vino a traer Jesús (Lc 12,49).

 


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