Miércoles 2ª Semana Cuaresma 2ª semana del salterio

San Román de Condat

Primera lectura: Jeremías 18, 18-20

Venga, vamos a hablar mal de él.
 


Salmo: 30, 5-6. 14. 15-16

R/. Por tu amor, Señor, ponme a salvo.
 


Evangelio: Mateo 20, 17-28

En aquel tiempo, mientras Jesús iba de camino subiendo hacia Jerusalén, llamó aparte a los doce discípulos y les dijo:
—Ya ven que estamos subiendo a Jerusalén. Allí el Hijo del hombre será entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la ley que lo condenarán a muerte; luego lo pondrán en manos de extranjeros para que se burlen de él, lo golpeen y lo crucifiquen. Pero al tercer día resucitará.
Por entonces se presentó a Jesús la madre de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, y se puso de rodillas con intención de pedirle algo. Jesús le preguntó:
—¿Qué es lo que deseas?
Ella dijo:
—Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
Jesús respondió:
—No saben lo que están pidiendo. ¿Pueden beber ustedes la misma copa de amargura que yo estoy a punto de beber?
Ellos le contestaron:
—¡Sí, podemos beberla!
Jesús les dijo:
—Pues bien, beberán mi copa de amargura; pero el que se sienten el uno a mi derecha y el otro a mi izquierda, no es cosa mía concederlo; eso es para quienes mi Padre lo ha reservado. Cuando los otros diez discípulos oyeron esto, se sintieron muy molestos con los dos hermanos.

Pero Jesús los reunió y les dijo:
—Como muy bien saben ustedes, los que gobiernan las naciones las someten a su dominio, y los poderosos las rigen despóticamente.
Pero entre ustedes no debe ser así. Antes bien, si alguno quiere ser grande, que se ponga al servicio de los demás; y si alguno quiere ser principal, que se haga servidor de todos. De la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido para ser servido, sino para servir y dar su vida en pago de la libertad de todos.

 


Reflexión:

En el grupo de los Doce había muchas cosas que aclarar y Jesús pro curó hacerlo. La escena de este relato muestra cuáles eran las ex pectativas de los discípulos (ocupar espacios de poder y privilegio) y cuál era la oferta del Maestro (beber su cáliz). La pregunta de Jesús es determinante: “¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber?”. Una pregunta liberadora a la que no hay que responder precipitadamente, como hizo Pedro (Jn 13,37) para, a continuación, renegar de él. La respuesta ha de ser orada y luego pronunciada con decisión y humildad. Este fragmento es un ejemplo de vías paralelas, de cómo se puede caminar en la compañía de Jesús, pero alejados de Él. Mientras Jesús propone su “ruta”, los discípulos diseñan “otra” ruta. “No sabéis lo que pedís”. ¡Cuántas veces caemos en esta paradoja! Decimos seguir a Jesús, cuando en realidad vamos en la dirección contraria.
 


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