Miércoles Ordinario 16ª Semana 2ª de Salterio
San Guillermo
Primera lectura: Gén 15,1-12. 17-18;
Después de estos sucesos, el Señor dirigió a Abrán, en una visión, la siguiente palabra: «No temas, Abrán, yo soy tu escudo, y tu paga será abundante». Abrán contestó: «Señor Dios, ¿qué me vas a dar si soy estéril, y Eliezer de Damasco será el amo de mi casa?». Abrán añadió: «No me has dado hijos, y un criado de casa me heredará». Pero el Señor le dirigió esta palabra: «No te heredará ese, sino que uno salido de tus entrañas será tu heredero». Luego lo sacó afuera y le dijo: «Mira al cielo, y cuenta las estrellas, si puedes contarlas». Y añadió: «Así será tu descendencia». Abrán creyó al Señor y se le contó como justicia. Después le dijo: «Yo soy el Señor que te saqué de Ur de los caldeos, para darte en posesión esta tierra». Él replicó: «Señor Dios, ¿cómo sabré que voy a poseerla?». Respondió el Señor: «Tráeme una novilla de tres años, una cabra de tres años, un carnero de tres años, una tórtola y un pichón». Él los trajo y los cortó por el medio, colocando cada mitad frente a la otra, pero no descuartizó las aves. Los buitres bajaban a los cadáveres y Abrán los espantaba. Cuando iba a ponerse el sol, un sueño profundo invadió a Abrán y un terror intenso y oscuro cayó sobre él.
El sol se puso y vino la oscuridad; una humareda de horno y una antorcha ardiendo pasaban entre los miembros descuartizados. Aquel día el Señor concertó alianza con Abrán en estos términos: «A tu descendencia le daré esta tierra, desde el río de Egipto al gran río Éufrates.
Salmo: Sal 104,1-2. 3-4. 6-7. 8-9;
R/. El Señor se acuerda de su alianza eternamente
Dad gracias al Señor, invocad su nombre,
dad a conocer sus hazañas a los pueblos.
Cantadle al son de instrumentos,
hablad de sus maravillas. R/.
Gloriaos de su nombre santo,
que se alegren los que buscan al Señor.
Recurrid al Señor y a su poder,
buscad continuamente su rostro. R/.
¡Estirpe de Abrahán, su siervo;
hijos de Jacob, su elegido!
El Señor es nuestro Dios,
él gobierna toda la tierra. R/.
Se acuerda de su alianza eternamente,
de la palabra dada, por mil generaciones;
de la alianza sellada con Abrahán,
del juramento hecho a Isaac. R/
Evangelio: Mt 7,15-20.
Pedro le dijo: «Explícanos esta parábola». Él les dijo: «¿También vosotros seguís sin entender? ¿No comprendéis que todo lo que entra por la boca pasa al vientre y se expulsa en la letrina?, pero lo que sale de la boca brota del corazón; y esto es lo que hace impuro al hombre, porque del corazón salen pensamientos perversos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, difamaciones, blasfemias. Estas cosas son las que hacen impuro al hombre. Pero el comer sin lavarse las manos no hace impuro al hombre».
Reflexión:
Si ayer celebrábamos el nacimiento del “más que profeta”, hoy escuchamos la denuncia de Jesús respecto de los “falsos profetas”. ¡Hay profetas falsos! Y lo que les distingue no es el tono de la voz ni la letra de sus palabras -la piel-, sino los frutos. La imagen del árbol es significativa. Pero también es necesario verificar sus raíces: en qué tierra se hunden, y cuidarlas. “Enraizados en Cristo” (Col 2,7), los frutos serán los del Espíritu (Gál 5,22-23). El verdadero profeta siempre lo es de Dios; no se predica a sí mismo. No se busca. Y los frutos de la verdadera profecía son la paz, la justicia, la verdad, el amor. No basta con la dedicación y la entrega, sino que esa dedicación ha de ser “gratuita” y constructiva. El discernimiento profético es un reto permanente y necesario.