Jueves Ordinario 16ª Semana 2ª de Salterio

San Francisco Solano, Santa Cristina

Primera lectura: Éx 19,1-2.9-11.16-20b;

Aquel día, a los tres meses de salir de Egipto, los israelitas llegaron al desierto de Sinaí; saliendo de Rafidín, llegaron al desierto de Sinaí y acamparon allí, frente al monte. El Señor dijo a Moisés: «Voy a acercarme a ti en una nube espesa, para que el pueblo pueda escuchar lo que te digo, y te crea en adelante». Moisés comunicó al Señor lo que él pueblo había dicho. Y el Señor le dijo: «Vuelve a tu pueblo, purifícalos hoy y mañana, que se laven la ropa y estén preparados para pasado mañana; pues el Señor bajará al monte Sinaí a la vista del pueblo». Al tercer día, al rayar el alba, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un poderoso resonar de trompeta; y todo el pueblo que estaba en el campamento se echó a temblar. Moisés hizo salir al pueblo del campamento para ir al encuentro de Dios y se detuvieron al pie del monte. Todo el Sinaí humeaba, porque el Señor había descendido sobre él en forma de fuego. Subía humo como de un horno, y todo el monte retemblaba con violencia. El sonar de la trompeta se hacía cada vez más fuerte; Moisés hablaba, y Dios le respondía con el trueno. El Señor bajó al monte Sinaí, a la cumbre del monte, y llamó a Moisés a la cima de la montaña.


Salmo: Sal Dan 3,52a y c.53a. 54a. 55a. 56a;

R/. A Ti la gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, bendito tu Nombre, santo y glorioso. /R.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria. /R.

Bendito eres sobre el trono de tu reino. /R.

Bendito eres Tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos. /R.

Bendito eres en la bóveda del cielo. /R.


Evangelio: Mt 13,10-17.

Se le acercaron los discípulos y le preguntaron: «¿Por qué les hablas en parábolas?». Él les contestó: «A vosotros se os han dado a conocer los secretos del reino de los cielos y a ellos no. Porque al que tiene se le dará y tendrá de sobra, y al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Por eso les hablo en parábolas, porque miran sin ver y escuchan sin oír ni entender. Así se cumple en ellos la profecía de Isaías: “Oiréis con los oídos sin entender; miraréis con los ojos sin ver; porque está embotado el corazón de este pueblo, son duros de oído, han cerrado los ojos; para no ver con los ojos, ni oír con los oídos, ni entender con el corazón, ni convertirse para que yo los cure”. Pero bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen. En verdad os digo que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron.


Reflexión:

¿Por qué enseñaba Jesús en parábolas? La respuesta aparece sorprendente y ha hecho correr ríos de tinta buscando respuestas a un texto que parece estar fuera de su lugar original. Una cosa es clara, Jesús no vino a “velar” sino a “desvelar”, a ocultar sino a descubrir, pero desde el respeto a la libertad. La parábola, como género literario, es un lenguaje sapiencial que demanda una actitud de apertura mental y cordial; exige una interactividad. Y muchas veces esta interactividad no se produce. Curiosamente, sus parábolas eran mejor comprendidas por los humildes y sencillos que por los sabios y  entendidos (Mt 11,25). Él fue la gran parábola de Dios, que tampoco supieron leer los “maestros” de su tiempo. Y nosotros, ¿hemos comprendido correctamente no sola las parábolas de Jesús sino a Jesús como parábola de Dios? 


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