Viernes 15º semana Tiempo Ordinario 3ª de salterio
Santas Justa, Rufina.
Primera lectura: Isaías 38, 1-6. 21-22. 7-8
He escuchado tu plegaria y visto tus lágrimas.
Salmo: Isaías 38, 10. 11. 12abcd. 16
R/. Señor, has detenido mi vida al pie de la tumba vacía.
Evangelio: Mateo 12, 1-8
En cierta ocasión estaba Jesús paseando en Sábado por entre unos sembrados. Sus discípulos sintieron hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerse los granos. Los fariseos, al verlo, dijeron a Jesús:
—Mira, tus discípulos hacen algo que no está permitido en Sábado.
Jesús les contestó:
—¿Es que no han leído ustedes lo que hizo David cuando él y sus compañeros sintieron hambre? Entró en la casa de Dios y comió de los panes de la ofrenda, algo que no les estaba permitido comer ni a él ni a sus compañeros, sino solamente a los sacerdotes.
¿O no han leído en la ley de Moisés que los sacerdotes no pecan aunque trabajen durante el Sábado en el Templo?
Pues les digo que aquí hay alguien mayor que el Templo.
Si ustedes hubieran entendido lo que significa aquello de: Yo no quiero que me ofrezcan sacrificios, sino que sean compasivos, no condenarían a los inocentes. Porque el Hijo del hombre es Señor del Sábado.
Reflexión:
Frecuentemente exigimos, denunciamos en nombre de Dios y del Evangelio -como los fariseos-, olvidando que ni Dios ni el Evangelio son razones contra nadie ni están para legitimar disposiciones humanas. Aquí hay “uno” que es más que la norma. Jesús no es un transgresor sistemático ni provocador, pero “es señor del Sábado”, que no se transgrede por cualquier minucia ritual. No ha venido a liberar del Sábado sino a liberar al Sábado. Argumentando con el comportamiento de David, reivindica para sí una superioridad a David y al Templo: Jesús es “más”. Y Dios prefiere la misericordia a los sacrificios. ¿No existe también entre
nosotros una normativa asfixiante y sin discernimiento? No se trata de un laxismo irresponsable, pero tampoco de un legalismo tradicionalista y ritual. El cristiano, desde un discernimiento libre y lúcido, ha de hacer la lectura de la vida con los criterios de Cristo, con su mentalidad. (I Co 2,16).