Miércoles Cuaresma 2ª Semana, de Solemnidad
San José
Primera lectura: 1 Sam 7,4-5a. 12-14a. 16;
Los hijos de Israel retiraron los baales y las astartés, y sirvieron solo al Señor. Samuel ordenó: «Reunid a todo Israel en Mispá e intercederé por vosotros ante el Señor». Si teméis al Señor, le servís y escucháis su voz sin rebelaros contra sus mandatos, subsistiréis, tanto vosotros como el rey que reine sobre vosotros después del Señor, vuestro Dios. Pero si no escucháis la voz del Señor, y os rebeláis contra sus mandatos, la mano del Señor será dura con vosotros y con vuestros padres. Y ahora, presentaos y contemplad el gran prodigio que el Señor va a realizar ante vuestros ojos.
Salmo: Sal 88,2-3. 4-55. 27 y 29;
Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad». /R.
Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: «Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades». /R.
Él me invocará: «Tú eres mi Padre, mi Dios, mi roca salvadora». Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable. /R.
Segunda lectura: Rom 4,13. 16-18. 22;
Hermanos: En efecto, no por la ley sino por la justicia de la fe recibieron Abrahán y su descendencia la promesa de que iba a ser heredero del mundo. Por eso depende de la fe, para que sea según gracia; de este modo, la promesa está asegurada para toda la descendencia, no solamente para la que procede de la ley, sino también para la que procede de la fe de Abrahán, que es padre de todos nosotros. Según está escrito: Te he constituido padre de muchos pueblos; la promesa está asegurada ante aquel en quien creyó, el Dios que da vida a los muertos y llama a la existencia lo que no existe. Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza que llegaría a ser padre de muchos pueblos, de acuerdo con lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Por lo cual le fue contado como justicia.
Evangelio: Mt 1,16. 18-21. 24a.
Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
La generación de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo. José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: «José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados».
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.
Reflexión:
En el marco cuaresmal, aparece esta figura providencial en el designio de Dios. La información bíblica sobre él queda circunscrita a los relatos evangélicos de la Infancia de Jesús y a su árbol genealógico. Es el estilo de Dios, que elige personas humildes para llevar adelante sus proyectos. Ellos son el “soporte” de la historia. José pertenece al Misterio de Cristo; solo desde ahí se le comprende y desde ahí se comprendió él. Fue un servidor fiel del plan de Dios. De él solo sabemos que “estuvo” allí, junto a María y Jesús, como la “sombra” protectora de Dios. No fue “protagonista” sino “colaborador” necesario: es “presencia” y “ausencia. Siempre a la escucha del susurro de Dios que le hablaba en sueños, formador, educador y maestro del Maestro, del Hijo de Dios. Una figura sobria, tierna y humilde.