Jueves 3ª semana Tiempo Pascual
San Perfecto, San Elpidio
Primera lectura: Hechos 8, 26-40
Mira, agua. ¿Qué dificultad hay en que me bautice?.
Salmo: 65, 8-9. 16-17. 20
R/. Aclama al Señor, tierra entera.
Evangelio: Juan 6, 44-51
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
—Nadie puede creer en mí si no se lo concede el Padre que me envió; yo, por mi parte, lo resucitaré en el último día. En los libros proféticos está escrito: Todos serán adoctrinados por Dios. Todo el que escucha al Padre y recibe su enseñanza, cree en mí. Esto no significa que alguien haya visto al Padre. Solamente aquel que ha venido de Dios, ha visto al Padre. Les aseguro que quien cree, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Los antepasados de ustedes comieron el maná en el desierto y, sin embargo, murieron. Este, en cambio, es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo voy a dar es mi carne, entregada para que el mundo tenga vida.
Reflexión:
El conocimiento de Jesús no es una conquista humana sino un don del Padre, y solo el Padre puede conducir a Jesús: “Nadie viene a mí si el Padre no lo atrae”. Jesús no es un “descubrimiento” sino un “revelación”: es el Hijo. Y nadie conoce al Hijo sino el Padre (Mt 11,27), y es el Padre quien revela su misterio más profundo (Mt 16,17); el único que posibilita el acercamiento salvador a Jesús (Jn 6,55). Los dinamismos humanos no llegan a alcanzar el misterio de Jesús; las informaciones históricas apenas rozan su periferia. Se trata de un reconocimiento existencial y configurante. Jesús se presenta como el pan de la vida, como el alimento necesario para vivir, y ese pan es la Eucaristía. Es el pan que alimenta la fe y se alimenta de la fe. Cristo es el nutriente básico y pleno de la vida. ¿Con qué conciencia lo recibimos y visibilizamos?.