Martes 24º semana Tiempo Ordinario 4ª de salterio

San Roberto Belarmino, Llagas de San Francisco.

Primera lectura: 1 Corintios 12, 12-14. 27-31a

Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es un miembro.
 


Salmo: 99, 2. 3. 4. 5

R/. Somos su pueblo, el rebaño que apacienta.
 


Evangelio: Lucas 7, 11-17

En aquel tiempo, Jesús, en compañía de sus discípulos y de otra mucha gente, se dirigió a un pueblo llamado Naín.
Cerca ya de la entrada del pueblo, una nutrida comitiva fúnebre del mismo pueblo llevaba a enterrar al hijo único de una madre que era viuda.
El Señor, al verla, se sintió profundamente conmovido y le dijo:
—No llores. Y acercándose, tocó el féretro, y los que lo llevaban se detuvieron. Entonces Jesús exclamó: —¡Muchacho, te ordeno que te levantes!
El muerto se levantó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.
Todos los presentes se llenaron de temor y daban gloria a Dios diciendo: —Un gran profeta ha salido de entre nosotros. Dios ha venido a salvar a su pueblo.
La noticia de lo sucedido se extendió por todo el territorio judío y las regiones de alrededor.

 


Reflexión:

Recorriendo los caminos de la vida, Jesús se encuentra con la muerte y el dolor, y los afronta misericordiosamente. Actúa por propia iniciati va;, no a ruego de nadie. Siente lástima de la madre viuda, y detiene el cortejo. Toca el féretro y con su palabra devuelve al joven a la vida y devuelve la vida a la madre. Y el pueblo conoció que “Dios ha visitado a su pueblo”. “A los que vivía en sombras de muerte una les brilló”. Jesús es la carta de presentación (Mt 4,16). Acercándose al ataúd se nos revela como paralizador de todos los procesos y caminos de muerte. Desde la compasión por la madre viuda, Jesús nos invita a salir al encuentro de tantos caminos de dolor para ser transmisores de vida, de esperanza. El encuentro con Jesús siempre debe ser vitalizador. Con él renace la vida y la esperanza.
 


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