Miércoles 3ª semana Tiempo Pascual

San Aniceto

Primera lectura: Hechos 8, 1b-8

Iban de un lugar a otro anunciando la Buena Nueva de la Palabra.
 


Salmo: 65, 1-3a. 4-5. 6-7a

R/. Aclamen a Dios, tierra entera.
 


Evangelio: Juan 6, 35-40

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
—Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí, jamás tendrá hambre; el que cree en mí, jamás tendrá sed. Pero ustedes, como ya les he dicho, no creen a pesar de haber visto.

Todo aquel que el Padre me confía vendrá a mí, y yo no rechazaré al que venga a mí. Porque yo he bajado del cielo, no para hacer lo que yo deseo, sino lo que desea el que me ha enviado. Y lo que desea el que me ha enviado es que yo no pierda a ninguno de los que él me ha confiado, sino que los resucite en el último día.

Mi Padre quiere que todos los que vean al Hijo y crean en él, tengan vida eterna; yo, por mi parte, los resucitaré en el último día.
 


Reflexión:

Jesús forma parte del proyecto salvador del Padre, y ha venido para darlo a conocer y a hacerlo posible. Sigue autoidentificándose como “el pan de la vida”; el pan que sacia las hambres más profundas del hombre. Es el alimento con el que el Padre quiere “construir” al hombre. Pan que es el alimento y la garantía de la resurrección. Eucaristía y resurrección están profundamente relacionadas. La eucaristía nos incorpora a la vida nueva, resucitada, por Cristo y en Cristo. Y no se puede recibir desde los esquemas del hombre viejo. Participar en la eucaristía es profesar que Cristo “vive” y es fuente de vida. Jesús es el pan que sacia el hambre de Dios, el hambre de Verdad. Y no quiere que se pierda nadie, por eso su entrega es “por todos”. Esta opción de Jesús debe llenar de serenidad y de responsabilidad nuestra vida, por eso hemos de ir a él y aprender de él.
 


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