Miércoles 4ª Semana de Cuaresma

Santa Cristina, San Rodrigo, San Salomón

Primera lectura: Isaías 49, 8-15

Te he constituido alianza del pueblo para restaurar el país.


Salmo: 144, 8-9. 13cd-14. 17-18

R/. El Señor es clemente y misericordioso.


Evangelio: Juan 5, 17-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

—Mi Padre no cesa nunca de trabajar, y lo mismo hago yo.

Esta afirmación provocó en los judíos un mayor deseo de matarlo, porque no solo no respetaba el Sábado, sino que además decía que Dios era su propio Padre, haciéndose así igual a Dios.

Jesús, entonces, se dirigió a ellos diciendo:

—Yo les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por su propia cuenta; él hace únicamente lo que ve hacer al Padre. Lo que hace el Padre, eso hace también el Hijo. Pues el Padre ama al Hijo y le hace partícipe de todas sus obras. Y le hará partícipe de cosas mayores todavía, de modo que ustedes mismos quedarán maravillados. Porque así como el Padre resucita a los muertos, dándoles vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.

El Padre no juzga a nadie; todo el poder de juzgar se lo ha dado al Hijo. Y quiere que todos den al Hijo el mismo honor que dan al Padre. El que no honra al Hijo, tampoco honra al Padre que lo ha enviado. Yo les aseguro que el que acepta mi palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna; no será condenado, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.

Les aseguro que está llegando el momento, mejor dicho, ha llegado ya, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan volverán a la vida. Pues lo mismo que el Padre tiene la vida en sí mismo, también le concedió al Hijo el tenerla, y le dio autoridad para juzgar, porque es el Hijo del hombre. No se admiren ustedes de lo que estoy diciendo, porque llegará el momento en que todos los muertos oirán su voz y saldrán de las tumbas. Los que hicieron el bien, para una resurrección de vida; los que obraron el mal, para una resurrección de condena.

Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta. Conforme el Padre me dicta, así juzgo. Mi juicio es justo, porque no pretendo actuar según mis deseos, sino según los deseos del que me ha enviado.


Reflexión:

Jesús revela su misterio: es el Hijo amado, a quien el Padre ha confiado la obra salvadora, y ha venido a traernos la vida de Dios, la filiación divina. No solo se revela como el Hijo de Dios, sino que nos revela nuestra condición de hijos de Dios: “Padre mío y Padre vuestro” (Jn 20,17). Por eso “cuando oréis decid: Padre” (Mt 6,9); “entra en tu cuarto y en lo escondido ora a tu Padre” (Mt 6,6); “vuestro Padre conoce vuestras necesidades” (Mt 6,8); “pues el Padre os ama” Jn 16,27). Un Padre que es también Madre. Por eso aceptar, reconocer a Jesucristo, es aceptar y reconocer a Dios Padre-Madre y reconocernos todos como “hermanos”. Un Padre que sigue actuando en el mundo discretamente, contando con nosotros. ¿Necesita nuestras manos para levantar a tantos caídos, nuestros pies para acompañar a tantos caminantes, nuestras palabras para consolar a tantos hundidos en la tristeza… ¿Estamos dispuestos a ayudarle?


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