Jueves Ordinario 27ª Semana 1ª de Salterio
San Dionisio, San Héctor Valdivieso.
Primera lectura: Mal 3,13-20a;
Levantáis la voz contra mí, dice el Señor. Decís: «¿En qué levantamos la voz contra ti?». En que decís: «Pura nada, el temor debido al Señor. ¿Qué sacamos con guardar sus mandatos, haciendo duelo ante el Señor del universo? Al contrario, los orgullosos son los afortunados; prosperan los malhechores, tientan a Dios y salen airosos». Los hombres que temen al Señor se pusieron a comentar esto entre sí. El Señor atendió y escuchó, y se escribió un libro memorial, en su presencia, en favor de los hombres que temen al Señor. Ese día que estoy preparando, dice el Señor del universo, volverán a ser propiedad mía; me compadeceré de ellos como se compadece el hombre de su hijo que lo honra. Volveréis a ver la diferencia entre el justo y el malhechor, entre el que sirve a Dios y el que no lo sirve. He aquí que llega el día, ardiente como un horno, en el que todos los orgullosos y malhechores serán como paja; los consumirá el día que está llegando, dice el Señor del universo, y no les dejará ni copa ni raíz. Pero a vosotros, los que teméis mi nombre, os iluminará un sol de justicia y hallaréis salud a su sombra; saldréis y brincaréis como terneros que salen del establo.
Salmo: Sal 1,1-2. 3. 4 y 6;
R/. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.
Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche. R/.
Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto a su tiempo y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin. R/.
No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal. R/.
Evangelio: Lc 11,5-13.
Y les dijo: «Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde: “No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre. ¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».
Reflexión:
Continúa Jesús motivando la confianza y perseverancia en la oración. El abandono de la misma es uno de los motivos de su ineficacia. Por la oración no hay que “pasar” sino “permanecer”. Dios siempre escucha y responde, “a su manera” y a su tiempo, como respondió a Jesús, “al tercer día”, porque sabe de qué tenemos necesidad (Mt 6,8), pero nosotros, a veces, no sabemos lo que pedimos (Mt 20,22), ni “como conviene” (Rom 8,26), pedimos “a nuestra manera”, y no siempre bien (Sant 4,3). Jesús nos invita a pedir bien -reconciliados- y a pedir lo que Dios nunca nos negará: el Espíritu Santo, él es la “cosa buena” de que habla Mt 7,7-11 en el texto paralelo. Desear “tener el Espíritu del Señor y su santa operación” decía san Francisco debería ser nuestro deseo primordial.