Jueves Tiempo de Navidad 2ª de Salterio

San Eulogio

Primera lectura: 1 Jn 4,11-18;

Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él. En esto ha llegado el amor a su plenitud con nosotros: en que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor, sino que el amor perfecto expulsa el temor, porque el temor tiene que ver con el castigo; quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor.


Salmo: Sal 71,1-2.10-11.12-13;

A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre. Tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído y sálvame.

Porque mis enemigos hablan de mí, los que acechan mi vida celebran consejo; dicen: «Dios lo ha abandonado; perseguidlo, agarradlo, que nadie lo defiende». 

Dios mío, no te quedes a distancia; Dios mío, ven aprisa a socorrerme. Que fracasen y se pierdan los que atentan contra mi vida, queden cubiertos de oprobio y

vergüenza  los que buscan mi daño.


Evangelio: Mc 6,45-52.

En aquel tiempo, enseguida apremió a los discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida, mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se retiró al monte a orar. Llegada la noche, la barca estaba en mitad del mar y Jesús, solo, en tierra. Viéndolos fatigados de remar, porque tenían viento contrario, a eso de la cuarta vigilia de la madrugada, fue hacia ellos andando sobre el mar, e hizo ademán de pasar de largo. Ellos, viéndolo andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma y dieron un grito, porque todos lo vieron y se asustaron. Pero él habló enseguida con ellos y les dijo: «Ánimo, soy yo, no tengáis miedo». Entró en la barca con ellos y amainó el viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los panes, porque tenían la mente embotada. 


Reflexión:

Tras el milagro de la bendición de los panes, Jesús se despide de la gente y envía a los discípulos hacia Betsaida. Él se dirige al monte para orar. Los elementos de esta narración son significativos. El caminar sobre las aguas evoca el texto de Job 9,8 donde se llama a Dios "el que surca las crestas del mar". El "pasar de largo" evoca Éx 33,19-22; 34,6 y a I Re 19, 11, donde ese “pasar de largo” es signo de una manifestación de Dios. El  "Soy yo" es la fórmula veterotestamentaria de revelación (Éx 3,14). Jesús sube a la barca y cesa el temporal. Los discípulos no lo entienden. El encuentro con el misterio es siempre desconcertante. Jesús es más de lo que ven. Hay que ver para creer, pero no basta. ¡Hay que creer para ver!.


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