Lunes 27º Semana Ordinario 3º de salterio

Nuestra Señora del Rosario.

Primera lectura: Gálatas 1, 6-12

No he recibido ni aprendido de ningún hombre el evangelio, sino por revelación de Jesucristo.
 


Salmo: 110, 1-2. 7-8. 9 y 10c

R/. El Señor recuerda eternamente su alianza.
 


Evangelio: Lucas 10, 25-37

En aquel tiempo, un doctor de la ley, queriendo poner a prueba a Jesús, le hizo esta pregunta:
—Maestro, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?
Jesús le contestó:
—¿Qué está escrito en la ley de Moisés? ¿Qué lees allí?
Él respondió:
—Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu inteligencia; y a tu prójimo como a ti mismo.
Jesús le dijo: —Has respondido correctamente. Haz eso y vivirás.
Pero el maestro de la ley, para justificar su pregunta, insistió:
—¿Y quién es mi prójimo?
Jesús le dijo:
—Un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó fue asaltado por unos ladrones, que le robaron cuanto llevaba, lo hirieron gravemente y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por aquel mismo camino un sacerdote que vio al herido, pero pasó de largo. Y del mismo modo, un levita, al llegar a aquel lugar, vio al herido, pero también pasó de largo.
Finalmente, un samaritano que iba de camino llegó junto al herido y, al verlo, se sintió conmovido. Se acercó a él, le vendó las heridas poniendo aceite y vino sobre ellas, lo montó en su propia cabalgadura, lo condujo a una posada próxima y cuidó de él. Al día siguiente, antes de reanudar el viaje, el samaritano dio dos denarios al posadero y le dijo: 
«Cuida bien a este hombre. Si gastas más, te lo pagaré a mi vuelta».
Pues bien, ¿cuál de estos tres hombres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de ladrones?

El maestro de la ley contestó:
—El que tuvo compasión de él.
Y Jesús le replicó:
—Pues vete y haz tú lo mismo.

 


Reflexión:

Antes de entrar en la parábola, conviene reflexionar sobre las actitu des del maestro de la Ley. Se acerca a Jesús para ponerlo a prue ba, con una concepción un tanto mercantilista de la salvación y una concepción muy limitada de “prójimo”. Quiere que Jesús se pronuncie. Aquel hombre, en el fondo, quería saber a quien no tenía que amar. La respuesta a la primera pregunta, sobre el mandamiento principal, es clara: “Amarás”. Y a la segunda -¿quién es mi prójimo?- Jesús le descubre que solo se conoce quien es mi prójimo cuando uno mismo se reconoce como prójimo. Sé tú prójimo, es la respuesta de Jesús, no pasando de largo por la vida. El servicio de Dios en el templo no les había servido al sacerdote y al levita para descubrir el auténtico servicio que Dios quiere, no el ritual sino el real. Y no olvidarlo, el Buen Samaritano por antonomasia es Jesús
 


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