Martes 31º Semana Ordinario 3ª de salterio

Santos Zacarías e Isabel.

Primera lectura: Filipenses 2, 5-11

Se humilló a sí mismo, por eso Dios lo exaltó sobre todo.
 


Salmo: 21, 26b-27. 28-30a. 31-32

R/. De ti, Señor, nace mi alabanza en la gran asamblea.
 


Evangelio: Lucas 14, 15-24

En aquel tiempo, uno de los comensales que estaban sentados a la mesa dijo a Jesús:
—¡Feliz aquel que sea invitado a comer en el reino de Dios!
Jesús le contestó:
—Una vez, un hombre dio una gran cena e invitó a muchos. Cuando llegó el día de la cena, envió a su criado para que dijera a los invitados: «Vengan, que ya está todo preparado».
Pero todos ellos, uno por uno, comenzaron a excusarse.
El primero dijo:
«He comprado unas tierras y tengo que ir a verlas. Discúlpame, por favor».
Otro dijo:
«Acabo de comprar cinco yuntas de bueyes y tengo que ir a probarlas. Discúlpame, por favor».
El siguiente dijo:
«No puedo ir, porque acabo de casarme».
El criado volvió a casa y refirió a su señor lo que había ocurrido.
Entonces el dueño de la casa, muy enojado, ordenó a su criado: «Sal enseguida por las plazas y las calles de la ciudad y trae aquí a los pobres, los inválidos, los ciegos y los cojos».
El criado volvió y le dijo:
«Señor, he hecho lo que me ordenaste y aún quedan lugares vacíos».
El señor le contestó:
«Pues sal por los caminos y veredas y haz entrar a otros hasta que mi casa se llene. Porque les digo que ninguno de los que estaban invitados llegará a probar mi cena».

 


Reflexión:

Dios es una invitación permanente y abierta. Pero a veces podemos aducir excusas para no aceptarla. Las cosas nos atan. Jesús nos dice que a Dios no podemos desplazarle ni supeditarle a las cosas. Debe ser prioritario, la prioridad. El “más tarde”, el “mañana”… son excusas que no sirven. La invitación de Dios es una “bienaventuranza”. No está dispuesto a que se pierda su banquete. Lo abrirá a todos. No habrá excluidos, solo autoexcluidos. Esta actitud respetuosa del Señor con los invitados que rechazan la invitación debe servir de alerta. La invitación es abierta, gratuita en su origen y llena de esperanza, pero puede ser desoída. Es la grandeza y el riesgo de la libertad con que Dios nos ha dotado.
 


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