Jueves Ordinario 13ª Semana de Fiesta

Santo Tomás, apóstol

Primera lectura: Ef 2,19-22;

Hermanos: ya no son extranjeros ni forasteros, sino que son ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Están edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular. Por Él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por Él también ustedes se van integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.


Salmo: Sal 116,1-2;

R/. Vayan al mundo entero y proclamen el Evangelio.

Alaben al Señor, todas las naciones, aclámenlo, todos los pueblos. R/.

Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre. R/.


Evangelio: Jn 20,24-29

Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo». A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros». Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!». Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto». 


Reflexión:

Llamamos “incrédulo”, a Tomás, pero su inicial incredulidad resultó más enriquecedora que la credulidad fácil y acrítica. De ella surgieron una hermosa profesión de fe y una bienaventuranza de Jesús, la última del Evangelio. Para reconocer al Resucitado es necesario ver al Crucificado, tocar sus heridas. No se trata de creer sin ver (fe ciega), sino sin ver “espectáculos”, reconociendo al Señor en sus nuevas presencias sacramentales, metiendo los dedos y metiéndose en las heridas de la vida. El Papa Francisco comentaba, a propósito de esta fiesta, que a Cristo se le descubre en las heridas de los hombres. El camino del descubrimiento del Señor no es la meditación (gnosticismo), ni la ascética (pelagianismo), ni la filantropía (asistencialismo) sino el encuentro misericordioso y de fe con el hermano. Y diremos con verdad: “Señor mío y Dios mío”.


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