Lunes 22º semana Tiempo Ordinario 2ª de salterio
San Apolinar, San Antolín.
Primera lectura: 1 Corintios 2, 1-5
Os anuncié a Cristo crucificado.
Salmo: 118, 97. 98. 99. 100. 101. 102
R/. ¡Cuánto amo tu ley, Señor!.
Evangelio: Lucas 4, 16-30
En aquel tiempo, Jesús llegó a Nazaret, el lugar donde se había criado, y, como tenía por costumbre, entró un Sábado en la sinagoga, y se puso en pie para leer las Escrituras. Le dieron el libro del profeta Isaías y, al abrirlo, encontró el pasaje que dice:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar a los pobres la buena noticia de la salvación; me ha enviado a anunciar la libertad a los presos y a dar vista a los ciegos; a liberar a los oprimidos y a proclamar un año en el que el Señor concederá su gracia.
Cerró luego el libro, lo devolvió al ayudante de la sinagoga y se sentó.
Todos los presentes lo miraban atentamente. Y él comenzó a decirles:
—Este pasaje de la Escritura se ha cumplido hoy mismo en presencia de ustedes.
Todos le manifestaban su aprobación y estaban maravillados por las hermosas palabras que había pronunciado. Y comentaban:
—¿No es este el hijo de José?
Jesús les dijo:
—Sin duda, ustedes me aplicarán este refrán: «Médico, cúrate a ti mismo. Haz, pues, aquí en tu propia tierra, todo lo que, según hemos oído decir, has hecho en Cafarnaún».
Y añadió:
—Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su propia tierra. Les diré más: muchas viudas vivían en Israel en tiempos de Elías, cuando por tres años y seis meses el cielo no dio ni una gota de agua y hubo gran hambre en todo el país. Sin embargo, Elías no fue enviado a ninguna de ellas, sino a una que vivía en Sarepta, en la región de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue curado de su lepra, sino Naamán
el sirio.
Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se enfurecieron y, echando mano a Jesús, lo arrojaron fuera del pueblo y lo llevaron a un barranco de la montaña sobre la que estaba asentado el pueblo, con intención de despeñarlo.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se fue.
Reflexión:
Jesús se presenta como el Evangelio de Dios. Un evangelio sin fronteras y sin castigos. El programa de Jesús es el programa de la miseri cordia: regenerar al hombre con el amor de Dios. Y este debe ser el programa de todo discípulo: evangelizado con la misericordia de Dios debe ser testigo de esa misericordia. Una misericordia operativa, liberadora, que se implica en procesos de humanización. Donde no hay un compromiso serio por la justicia, no hay verdadera misericordia. La misericordia no está para cubrir injusticias. La reacción final de la gente demuestra que no estaban dispuestos a abrirse a ese universalismo de Jesús. También entre nosotros no faltarán las reacciones hostiles: las de aquellos que tienen otro evangelio; las de aquellos que muestran más interés por el día de la venganza que por el día de la salvación. El final del relato es elocuente: Jesús, entristecido, se aleja de esos planteamientos mezquinos…