Cuéntanos, ¿Quién es Ignacio Moreno?
Soy Nacho, tengo 25 años, soy palentino y me encamino a mi profesión temporal como hermano menor capuchino. Tengo solo otro hermano, Javier, que también es capuchino y me precede en nuestro camino dentro de la Orden. En cuanto a mis hobbies, he disfrutado muchísimo del fútbol, al que he jugado en Palencia desde los 5 años hasta los 18 aproximadamente; también me gusta mucho la montaña, la natación, el ajedrez y el deporte. De pequeño estudié, desde infantil hasta bachillerato, en los hermanos Maristas de Palencia. Posteriormente estudié en Valladolid el Grado en Administración y Dirección de Empresas y, mientras terminaba el último curso de la carrera, inicié mi camino vocacional en la Orden. He realizado el itinerario de formación en las fraternidades de Granada, Valladolid y actualmente estoy finalizando el año de noviciado en nuestra fraternidad de El Pardo (Madrid). Profesaré como hermano menor capuchino el día 16 de agosto, en la Eucaristía de las 12:30 horas. Entonces me comprometeré a observar el santo Evangelio, que es nuestra vida y nuestra Regla, siguiendo las huellas de Jesús en obediencia, sin nada propio y en castidad. Mi siguiente destino será nuestra fraternidad de Bilbao, en el Barrio de Otxarkoaga, a la que voy con la misma ilusión y determinación con la que he ido caminando hasta ahora.
¿Cómo llega a ti la vocación y por qué en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos?
Mi vocación comienza con un retorno a la fe más intenso en el ámbito familiar. Siempre me he definido como creyente, pero después de la catequesis de confirmación, con el comienzo de la vida universitaria, me había alejado de la fe y de mi identidad cristiana. Dios era una realidad lejana, aunque importante y latente. El punto de inflexión para que comenzase a preguntarme sobre la voluntad del Señor para mi vida fueron unos ejercicios espirituales que un fraile dominico recomendó a mi hermano. Pensé en apuntarme con él pero, providencialmente, mi hermano fue a los ejercicios capuchinos de Fuentes de Siloé y yo fui solo por primera vez en mi vida a unos ejercicios. Tuvieron lugar en Madrid, aprovechando las vacaciones universitarias del puente de la Inmaculada. Allí, tras tres días intensos de silencio, de oración, de encuentro vivo y personal con Jesús, comencé a preguntarme como Francisco al comienzo de su vocación: “
¿Qué quieres, Señor, que haga?”. No pasaba un día sin que se lo preguntase a mis padres y a mi hermano que, por aquel entonces, ya había iniciado su itinerario formativo dentro de la Orden. Siempre recibía la misma respuesta: “
Tú eres el que tienes que verlo, Nacho”. Hice un discernimiento largo y personal mientras terminaba el cuarto y último curso universitario, mientras completaba el año de aspirantado en nuestra fraternidad de Granada, aprovechando al máximo las vacaciones universitarias.
Los escritos de san Francisco de Asís fueron determinantes en este año de discernimiento. Y, cuando hube discernido que Dios quería que fuese hermano menor capuchino, fui con una inmensa alegría a contárselo a mi tía Pilar, Clarisa del Monasterio de Salvatierra, que tenía 92 años por aquel entonces. Iba a ser su segunda sorpresa y su segunda alegría, tras la primera de mi hermano. Su respuesta me confirmó definitivamente en mi vocación capuchina: “
¡Qué alegría me darías, pues el Señor me concedería lo que llevo tiempo pidiéndole”. Solo desde su oración silenciosa se entiende la obra de Dios en nuestras dos vocaciones. Falleció en agosto de ese mismo año, con nosotros dos ya dentro de la Orden.
¿Recuerdas alguna anécdota que hayas vivido durante este tiempo de formación?
Una anécdota simpática, que revela la ingenuidad con la que comencé mi vocación, aconteció al empezar mi primer año de postulantado en Granada. Estábamos limpiando la cocina, había que recoger un poco de agua que se había derramado en el suelo, y yo pregunté si tenía que traer el cubo de la fregona con agua o sin agua. No estaba muy experimentado en temas de limpieza o, por lo menos, mucho menos familiarizado de lo que estoy ahora, como corresponde a la minoridad capuchina. Otra anécdota divertida sucedió al comenzar mi segundo año de postulantado en Valladolid.
Tenía que preparar la comida, y pregunté a los hermanos en qué puesto compraban la fruta de entre los muchos que había en la plaza. Me dijeron que en el de una mujer que se llamaba Yoli, indicándome con precisión dónde estaba. Y yo, seguro de que ya tenían una relación bien consolidada con la frutería, antes de pedir cualquier cosa, inicié mi presentación como nuevo miembro de la fraternidad capuchina: “¿Eres Yoli, verdad? Soy Nacho, de los hermanos Capuchinos de aquí, de Plaza España. Voy a estar aquí este año”. Y, viendo que no me respondía nada y que me miraba con mirada pétrea y atónita, la dije: “Dame dos kilos de naranjas”. Los hermanos de Valladolid, que nunca se habían presentado a Yolanda, todavía se ríen a carcajadas recordándolo e imaginando cómo pudo ser aquella mirada.
¿Cómo te sientes? ¿Se cumple un sueño?
Afronté con mucha ilusión mi profesión como hermano menor capuchino. Fue un paso determinante, que compromete toda mi vida más allá de que profese por un año. Supone el sello de un camino iniciado, un primer pronunciamiento con un sí al Sí absoluto sobre mi vida que Jesús ha pronunciado y sigue pronunciando.
Creo que con esta forma de vida se abre un sinfín de posibilidades y una vida llena de sentido. Con la profesión llego a un altillo después de cuatro años de camino vocacional recorrido, pero también soy consciente de que me aguarda un camino infinito de seguimiento por delante. Y también soy consciente de que cada paso de ese camino sólo puede sostenerse y cimentarse en una relación viva y personal con Jesús: la vida fraterna vivida en profundidad con los hermanos; la relación con los pobres; el cuidado de mi vida orante; el tratar de caminar por la senda de la minoridad que tanto define nuestra Orden… Se cumple un sueño, pero queda todo un folio en blanco en el horizonte.
¿Y ahora qué? ¿Qué vas a hacer en tu nuevo destino? ¿En qué consiste?
Comienzo mi primer año después de la profesión, mi primer año de postnoviciado. Estoy en la fraternidad de Otxarkoaga, en Bilbao. Es una fraternidad inserta en uno de los barrios más humildes de Bilbao, con una fuerte proyección social. Por las características de esta fraternidad, me ilusiona la oportunidad que tengo de vivir más intensamente las relaciones fraternas, en proximidad con personas humildes y necesitadas, formándome teológicamente en Deusto y discerniendo con los hermanos mi itinerario vocacional. Intuyo que va a ser una etapa formativa de gran provecho personal. Me aguarda un gran año por delante.
¿Cómo visualizas la Orden y qué objetivos te gustaría marcarte dentro de la misma?
Para la invitación a mi profesión y para la lectura del Evangelio elegí la cita del óbolo de la viuda pobre: “todo cuanto poseía, todo cuanto tenía para vivir” (Mc 12, 44). Así espero que sea mi apertura a lo que de mí quiera hacer el Señor Jesús: dejarle el lápiz de mi vida para que Él la dibuje. El mayor objetivo que puedo trazarme es el dejarme moldear por Dios, por su Palabra, que es el espíritu, la Regla y la vida del hermano menor. Caminar con paso humilde, día a día, en cada cosa que haga, siguiendo las huellas de Jesús.
Por otra parte, visualizo una Orden y un carisma con una vitalidad y unas posibilidades extraordinarias. Más allá de las limitaciones que pueden atisbarse en el horizonte (por la escasez de vocaciones, por el envejecimiento de la vida religiosa, por el descenso del interés por el Evangelio en casi toda Europa,...) el carisma franciscano-capuchino y nuestra forma de vida es y debe ser un signo de la belleza de Dios y del camino al que Él nos invita. La minoridad alegre y elegida, la fraternidad como cimiento de una vida verdaderamente evangélica, la pobreza como lugar desde el que abrirse a la Buena Noticia, la presencia cercana y pacífica, la oración vivida como relación afectiva,... Todos ellos son rasgos que brillan en la vida de Jesús y que nos ofrecen un espejo de una hondura extraordinaria para recrear nuestra vida y la vida de toda la Iglesia.
¿Cómo ve un fraile joven la juventud y sus valores?
Tengo una mirada optimista sobre la juventud, a pesar de que pueda haber motivos para pensar otra cosa. Veo en no pocos jóvenes de mi entorno que, si bien muestran un distanciamiento o una indiferencia muy evidente hacia la Iglesia, conservan una sed de espiritualidad, de plenitud y de trascendencia. Hay muchos jóvenes, entre ellos mis amigos más íntimos de Maristas, que han recibido una educación cristiana y que, a pesar del enfriamiento de su vida creyente, sienten a Dios como una realidad cercana, todavía latente. Algunos de ellos sienten atracción por hacer algún tipo de voluntariado o de ayuda social, y de hacer incluso, en casos más excepcionales, alguna experiencia misionera que les permita descubrir la realidad de alguno de los países más pobres.
También veo que existen en nuestra sociedad muchas ofertas que prometen saciar esa sed de trascendencia, muchas veces de forma desorientada e ilusoria. Por ejemplo, a través del consumismo, de conquistas sociales o de la exaltación de la propia imagen. Desde mi fe, y por mi propia experiencia como joven, creo profundamente que sólo Jesús puede saciarla absolutamente. Depende de nosotros ofrecer a la juventud el horizonte del Evangelio y del camino de seguimiento como un horizonte realmente atractivo y pleno, sobre el que puedan cimentar sus vidas y cada una de sus opciones. Y justamente porque ese camino es el más humanizador posible.
Un mensaje para quien te lea
Querido lector: quiero animarte a seguir redescubriendo la belleza de nuestro camino de fe, que abre un horizonte de sentido y de hondura maravillosa en cada una de nuestras vidas. Espero que el testimonio humilde de mi vocación, obrada por el Señor en mí, te aliente en tu seguimiento particular de las huellas de Jesús. También te animo a tener una mirada esperanzada sobre el futuro de nuestra vida cristiana, a pesar de todos los indicios que puedan suscitar en nosotros la tentación de la desesperanza: ¡la mies es abundante nos dice Jesús! Te invito encarecidamente a descubrir los escritos de san Francisco, que tienen una hondura teológica y humana extraordinaria. Y a rezar por mí, si has tenido la paciencia de llegar hasta esta penúltima palabra.
Y la última palabra es ésta, que es de san Francisco y que está centrada en Jesús, como toda su vida, como cada una de sus palabras: “Nada de vosotros retengáis para vosotros mismos, a fin de que entero os reciba el que entero se os entrega”. Ojalá permanezcamos fielmente unidos a la entrega infinita de Jesús, haciendo de la suya nuestra propia entrega. ¡Paz y Bien!