Un Adviento desde la profundidad
En una cultura de la publicidad globalizada, del bombo y platillo de los medios de comunicación, de las redes sociales que todo lo muestran, hablar ahí de “lo secreto” es algo casi incomprensible y, de salida, extraño. Lo que no se publicita, lo que no aparece en la tv, lo que no circula en las redes no existe. Bien lo saben los políticos, los “influencers”, y demás. Por eso, los jóvenes quieren ser “youtoubers”, personajes de las redes. Lo dicho: hablar aquí de lo secreto es hablar ruso.
Y, sin embargo, a nada que uno reflexione, más allá de cualquier parafernalia, lo secreto encierra una verdad. Y en esta época de la posverdad, cuando se confunden los hechos y las opiniones, el anhelo de intimidad es una constante. La demandan los famosos, las personas que enmarcan su vida en la farándula y lo demandan las personas corrientes cuando se trata de asuntos delicados. Respetar la intimidad, preservar el secreto es la manera humana de tratar lo que es delicado. Echarlo a la arena de la plaza pública es, con frecuencia, maltratarlo.
Por eso decimos que lo secreto, lo íntimo, lo que es delicado como para ser tratado de cualquier manera tiene un valor: el valor de la profundidad. En lo profundo hay una verdad que difícilmente anida en lo superficial. Ya decía Tillich que la profundidad era “la dimensión perdida” que la persona de hoy habría de recuperar si quiere vivir una vida verdadera y una fe verdadera. En la superficie todo se distorsiona; en la profundidad brota la verdad. Esta, la profundidad, tiene que ver con el corazón de la persona, con sus mejores valores. La superficialidad, nuestro gran enemigo, desfigura las cosas y hace de lo relativo algo importante y de lo importante algo relativo.
¿No podríamos vivir la espiritualidad del Adviento de este año en esa perspectiva del valor de lo secreto? ¿No sería una buena opción trabajar la espiritualidad de lo secreto para vivir este año una Navidad más ahondada, menos superficial, más centrada en la contemplación de un Dios que se entrega del todo a lo humano en Jesús? ¿No nos animaría a centrarnos en nuestros mejores valores este anhelo de lo vivido en la verdad de lo secreto? ¿No nos ayudaría a percibir en otros, sobre todo en los más pobres, valores que al superficial le pasan desapercibidos?
El peligro de rutina y empobrecimiento acecha a nuestro camino humano y cristiano. Merece la pena intentar poner dique a ese peligro. Y quizá una forma de hacerlo sea trabajar, en modos sencillos, la espiritualidad de lo secreto. Intentémoslo.
1. Nada hay más admirable
La verdad poética, cuando es profunda, puede ayudarnos mucho a verbalizar aquello a lo que apunta la espiritualidad. Vamos a tomar como aliento poético un texto de R. Argullol en esa “biblia” de poesía que es su libro Poema (Ed. Acantilado, Barcelona 2017, p.137):
Nada hay más admirable que el hombre
empeñado en ejercer su verdad en secreto.
el que acierta en secreto,
el que yerra en secreto,
aquel cuya fe es secreta,
aquel cuyo escepticismo es secreto.
Ahora bien, en ciertas ocasiones
-cuando la libertad peligra-
el auténtico secreto de un hombre
es levantar la voz.
• Es admirable la persona empeñada en ejercer su verdad en lo secreto: Aquella persona que no necesita dar voces, hacer publicidad, llamar la atención sobre lo que vive y que sabe que, por ser valioso, es mejor vivirlo en la sencillez del secreto, sin pregonarlo, sin estar en el escaparate. No necesita nada de eso para saber que lo suyo vale, se reconozca o no. Y, además, sabe que el secreto, lo escondido, lo oculto le viene bien para que las cosas no se desvirtúen y terminen perdiendo su verdad a puro bombo y platillo. Y esto lo hace “con empeño”, cada día, tenazmente, porque tiene alrededor a muchos que le dicen que eso hay que publicitarlo, que hay que “venderlo”. Y a él mismo le entran, a veces, dudas del valor de lo oscuro, de lo desconocido, de lo no aplaudido. Pero él persiste empeñado en permanecer en el silencio fecundo de su verdad.
• El que acierta en secreto: Ya que sabe que hay aciertos, que hay verdad, que tiene en las manos algo hermoso. Pero no cede a la tentación de airear su acierto y sabe manejarlo con cuidado lejos de la farándula y del aplauso embriagador. No se amarga porque su acierto no tenga reconocimientos porque no los busca y se contenta con saber que su vida tiene horizonte, que sus esfuerzos recrean el alma. Eso le basta.
• El que yerra en secreto: Porque tampoco es cuestión de airear las limitaciones buscando no sé qué aprobación. Mantener en el secreto el propio fallo no es tratar de ocultar las cosas sino, reconociéndolas, encajarlas lo mejor posible con humanidad, sin agobios excesivos, sin culpabilidades. Por eso mismo, el secreto, la paz, la oración, le van bien a la incoherencia y al fallo porque los sitúan en su justa medida y ahí, en lo secreto, se encuentra la fuerza para tratar de encajarlos y, si se puede, superarlos.
• Aquel cuya fe es secreta: Aquel que termina por llevar su fe a la playa de la intimidad, el que no se conforma con modos superficiales, rutinarios, fáciles de vivir la espiritualidad. Es admirable quien trabaja tenazmente en el subsuelo de lo que es, el que apunta a lo que tiene debajo de la piel, el que no se conforma con lo que todo el mundo dice, el que sabe afrontar con arranque y el corazón animoso el reto del silencio, del encuentro consigo mismo, de la soledad habitada de su interior vivo.
• Aquel cuyo escepticismo es secreto: Porque la tentación es la de escupir el propio escepticismo sobre los otros para justificarse, para encontrar aliados, para desbaratar aquello que no se acepta. Feliz quien se contiene y, con humanidad, guarda su escepticismo para él solo o, todo lo más, para compartirlo con aquellos que también saben ser escépticos sin ser unos amargados.
• Pero si la libertad peligra el auténtico secreto es levantar la voz: Ya que, justamente, el cultivo de lo secreto puede ser la fuerza para levantar la voz cuando hay que hacerlo a favor de la libertad, a favor de aquellos que no tienen posibilidad social de ser escuchados, levantar la voz contra las leyes y modos de la sociedad que crucifican a los pobres. Lo secreto puede darnos ese aliento profético que, por cobardía, solemos echar en falta. Lo secreto hará duro nuestro rostro y nuestro interior, como el pedernal (le dijeron a Ezequiel), para no replegarse, temeroso, ante el aliento abrasador de quien tiene la sartén por el mango.
2. La iluminación de la Palabra: Jn 7,1-10
Después de esto andaba Jesús por Galilea; no quería andar por Judea porque los dirigentes trataban de matarlo. Se acercaba la gran fiesta de los judíos, la de las Chozas.
Su gente le dijo:
-Trasládate de aquí y márchate a Judea, así tus discípulos presenciarán esas obras que haces, pues nadie hace las cosas clandestinamente si busca ser figura pública. Si haces estas cosas, manifiéstate al mundo.
De hecho, tampoco su gente le daba su adhesión.
Jesús les contestó:
-Para mí, todavía no es el momento; para vosotros, en cambio, cualquier momento es bueno. El mundo no tiene motivos para odiaros; a mí, en cambio, me odia, porque yo denuncio que su modo de obrar es perverso. Subid vosotros a la fiesta, yo no subo a esta fiesta, porque para mí el momento no ha llegado aún.
Dicho esto, él se quedó en Galilea; sin embargo, después que subió su gente a la fiesta, entonces subió él también, no de modo manifiesto, sino clandestinamente.
• El texto pertenece a un bloque (caps. 7-8) de mucha tensión. La dialéctica oculto/manifiesto se vive en tensión. Optar por lo oculto no es un mero refugiarse en el silencio; es situarse de una manera ante la vida, la manera del que busca la verdad.
• La fiesta de las Chozas era una fiesta de alto componente nacionalista, un formidable escaparate para quien buscara hacer algo notorio, para quien quisiera significarse en el campo de lo mesiánico. Jesús tiene claras las cosas: no es el lugar para su mesianismo entregado y pobre.
• La “gente” de Jesús, su familia, ha hecho un proceso: de la mera negación (Mc 3,31-35), pasando por ver si pueden sacar algún beneficio de su mesianismo (aquí) y por la atención orante (Hech 1,12-14) hasta comprender que lo de Jesús tiene que ver con el bien del otro (Hech 12,2). El texto refleja la segunda fase: esperan sacar algún beneficio de quien se presenta como mesías nacionalista en una fiesta nacionalista.
• Es cierto lo que dice su gente: “nadie hace cosas clandestinamente si busca ser una figura pública”. Eso es justamente lo que define a Jesús: él no busca ser una figura pública, él busca ser fiel al desig-nio del Padre. Por eso se sitúa en la clandestinidad de lo marginal, de lo humilde, de lo pobre.
• Cuando su gente le dice que “se manifieste” quiere decir que se manifieste en modos irrecusables, impositivos, abrumadores. Manifiéstate como se manifiesta un Dios, ese es el sentido del verbo phaneroo. Manifiéstate de manera que todo el mundo tenga obligatoriamente que doblar la rodilla, que tengan que aceptar, les guste o no. Jesús rechaza este planteamiento.
• Bien dice el texto que esta postura no brota de la adhesión a Jesús, sino de un desmedido afán de lucro. El afán de estar en el escaparate, de querer brillar, de imponerse está muchas veces próximo a un afán de ganancias, las que sean, desmedido.
• El “momento” no es algo temporal como si ahora no y dentro de un rato sí. El momento es el contexto, la verdad, el sentido. Jesús viene a decir que el afán de lucro, gloria, de brillo no es marco adecuado para situar y entender su mesianismo entregado.
• No es de extrañar que “el mundo”, los mecanismos inhumanos de la historia, tiendan al ruido, al escaparate, al bombo y platillo, a la fanfarria. Por eso, cuando alguien tiende a lo profundo, a lo secreto, esos mecanismos lo “odian”, lo menosprecian, los ningunean porque nos le hace el juego. No se puede pretender el aprecio de quien se mueve en el follón y el ruido.
• Jesús no sube a la fiesta con su gente; solamente sube luego “clandestinamente”, en un anonimato que no estropee la verdad profunda de su entrega, en un modo que no sea malentendido y, por lo tanto, abducido por el torbellino de la superficialidad. Un Jesús situado en el marco de lo secreto, el marco donde puede ser bien comprendido y donde puede animar a vivir con verdad, con profundidad.
3. Ahondamiento reflexivo
• Vida secreta, vida ahondada: No se trata de vivir con secretismos, con ocultamientos, con maletas de doble fondo. Se trata más bien de ir situando nuestro camino diario en los modos de la verdad, en lo que somos y en lo que hacemos. Temer a la verdad es lo que lleva a situarse en la superficie, a poner esfuerzo y preocupación en cosas que son muy relativas. Quien así lo hace no anda buscando aplausos ni medallas. Si vienen alguna vez, se las recibe con benignidad. Pero el camino normal es el trabajo sencillo hecho sin alharacas.
• El cultivo de las raíces: Las personas somos como los árboles: la salud de ellos depende del vigor y la frescura de las raíces. Así nosotros: pretender una vida fecunda sin el cultivo de las raíces es imposible. Ese cultivo esta hecho de reflexión, lectura, oración, contemplación, diálogo sencillo pero jugoso. Si estos elementos nos son ajenos, terminaremos con raíces secas, sin frutos interesantes. Y entonces, nos situaremos en modos superficiales para tratar de encontrar sentido a lo que hacemos y vivimos. Pero ese sentido será escaso, porque el sentido es el fruto de unas raíces cultivadas.
• Como levadura en la masa: Es otra manera de decirlo que el mis-mo Evangelio emplea (Mt 13,33). Es la levadura que “se esconde” en la bola de masa. No hay que pretender que toda la bola sea levadura. Hay que saber soportar el oficio de ser masa, de situarse en el lado que no se ve, que no demanda una distinción ni una bandera. Ser levadura es una actitud, un modo de entender la vida: trabajar sin agobios, creer en la fuerza de los pocos, tener paciencia histórica para no pretender lo imposible, confiar en las posibilidades de cambio, incluso en la de aquellos que se hallan en situaciones de mayor dificultad.
• La dimensión perdida: No es otra que la profundidad. Así la llama P. Tillich en su librito del mismo título. Él dice que recuperar esa dimensión de la profundidad es la gran tarea de los humanos en esta época si queremos realmente saber qué es la persona y qué es el mismo Dios. “El que sabe de la profundidad sabe también de Dios”, dice en una de sus frases hermosas. La superficialidad nos aleja del alma humana y vela a nuestros ojos el misterio del mismo Dios. Por eso mismo nos conviene trabajar las raíces y apuntar a los profundo. Eso puede hacerse, poco a poco, interesándose por las situaciones, con diálogos en que lleguemos a valorar con detalle lo que pasa y lo que nos pasa, poniéndonos en perspectivas de amor y de cuidado, relativizando los tópicos, informándose con detenimiento, contemplando como quien ahonda. Los trabajos de la profundidad son muy rentables tanto en el hecho humano como en la fe.
• Una comunidad cristiana en lo secreto: Porque, quizá, hay un cier-to afán por estar siempre en el candelero creyendo que si no se está ahí no se vale. Incluso hay que pensar si ciertos modos de evangelización lo que pretenden es contar en el concierto social, no tanto mostrar el rostro profundo del Dios del misterio. La renuncia al brillo, al poder, al escaparate, a contar y a que se nos tenga en cuenta puede llevarnos a una manera de ser comunidad cristiana poco relevante, pero muy significativa, con poco brillo, pero con mucho sentido. Una comunidad cristiana así no perdería peso específico aunque nos pareciera que nos íbamos a los márgenes.
4. Derivaciones
• El mayor enemigo: Por extraño que parezca, el mayor enemigo de la perspectiva del valor de lo secreto es el ansia de poder. El poder necesita aplauso, aprobación general, cervices dobladas porque sin ellas queda sin fuerza. De ahí que aspirar a una vida gustosa en el marco de lo secreto demanda alejarse lo más posible del poder y sus añagazas. Anhelar el gozo de una vida desde la sencillez de lo secreto y su verdad a la vez que se hambrea el aplauso y el afán de estar en la pomada es pretender lo imposible. Por eso quienes han sabido situarse en el margen de lo secreto ha sido desechados por el poder. No le interesan, son inservibles para sus fines.
• Sin aislarse: Vivir en la perspectiva del valor de lo secreto no significa aislamiento ni desconexión con la vida. Al contrario, quien sabe de lo secreto, de lo profundo es alguien interesado por el discurrir de lo más interesante de la vida, solo que lo hace desde una perspectiva distinta a la de quien quiere sacar provecho. El desinterés por lo que nos pasa y por los acontecimientos humanos no es síntoma de vida en lo secreto, sino de indiferencia cuando no de co-modonería. A quien vive en lo secreto le duelen los problemas humanos y se regocija con los logros que se van consiguiendo en la tarea de humanización de la vida.
• Con los obligados al secreto: Porque hay muchas personas que viven en lo secreto, en los márgenes, en lo que no cuenta, por obligación, no por opción vital. Es la legión de marginados por múltiples causas que hoy tienen aún vetado el puesto en el banquete de la vida. Quien vive en la perspectiva de lo secreto se solidariza con ellos de manera natural y quizá por ellos, como he-mos dicho en el poema de Argullol, su vida secreta toma la opción de levantar la voz y denunciar. Vida en lo secreto y denuncia por los obligados al secreto son realidades compatibles.
• Sin traicionar a los que viven en lo secreto: Sin airear lo que no debe ser aireado, sin lucirse con lo conseguido por otros, sin banalizar opciones de quien anda buscando modos de vida en lo sencillo, en lo profundo, en lo marginal. Porque es muy fácil ironizar, criticar, ridiculizar, hay que tener mucho cuidado si se com-prende que el afán por vivir en la perspectiva de lo secreto es un componente humanizador que resulta positivo para todos.
• Apuntando a una Navidad desde la espiritualidad de lo secreto: Ya sabemos que es fácil vivir la Navidad, al son de lo comercial, en maneras muy superficiales. Podríamos, ya desde ahora, anhelar este año vivir la espiritualidad de la encarnación desde este extraño y hermoso valor de lo secreto. Quizá apuntando a las raíces de la encarnación vayamos descubriendo un mundo de muchas más posibilidades. Puede que esto nos sea útil para este año.
5. Itinerario espiritual: miradas que profundizan
Podría proponerse un itinerario espiritual para las tres semanas de Adviento de este año bajo la perspectiva de una mirada que profundiza, que ahonda, que se sitúa en lo secreto:
1) Semana del 3 al 10: Mirar adentro: Intensificar la oración, la contemplación, la lectura sosegada, el silencio, escuchar música, pasear en el campo o en el jardín. Encontrarse con el propio interior de manera jugosa, cayendo en la cuenta de que hay vida dentro y de que puede ser una vida gozosa. Llevar a la sala de estar, al comedor, algo recogido en el campo que hable de la hermosura de lo creado y de la vida que late dentro de cualquier realidad.
2) Semana del 10 al 17: Mirar al lado: Intensificar la mirada en la dirección de aquellos con los que convivo, familia, comunidad, parroquia, barrio, país incluso. Tratar de ver al otro en eso que hay más allá de las apariencias. Llevar a la oración la realidad del otro. Poner nombres a las personas por las que rezo. Dejarlos a los pies del altar.
3) Semana del 17 al 24: Mirar adelante: Hacia la Navidad como lugar de verdad, de secreto gozoso, de posibilidad de una vivencia jugosa y entrañable del misterio de la encarnación. Regalarse algún texto poético hermoso creyendo que la verdad poética puede ayudarnos a sensibilizarnos por dentro. No creer que es mero adorno, sino cauce de espiritualidad.
Conclusión
Puede ser que este tipo de reflexiones se nos escape como la arena de la playa entre los dedos. Así es el Espíritu, oyes su ruido pero no sabes ni de dónde viene ni a dónde va. No hay que temer la inconcreción. Lo que hay que temer es la rutina y la sequedad interior, la insensibilidad por los demás y los cansancios en el caminar de la vida. Si hay ánimo, la cosa va bien. La verdad de lo secreto irá apare-ciendo y la Navidad será más gozosa.