Rosa Viva: la poesía franciscana de Damián de Aoiz
Entre las páginas más bellas de la espiritualidad capuchina se encuentra una joya poco conocida: Rosa Viva. Romancero franciscano, del fraile poeta Fray Damián de Aoiz, publicado en Pamplona en 1956.
Este libro, hoy disponible en la Biblioteca Digital de los Capuchinos (BIDICAP), es un canto delicado y apasionado a la figura de San Francisco de Asís, donde el verso se convierte en oración, y la poesía, en camino de santidad.
El propio prólogo lo anuncia con ternura: “El librito que tienes en las manos trátalo como si pudiera romperse en un descuido, así es de frágil. Léelo de una alentada para no empañarlo, tal es su brillo y transparencia.” Esa advertencia resume bien el tono de toda la obra: una poesía luminosa, ingenua y profunda, que nos invita a entrar en el alma del Poverello con los pies descalzos y el corazón abierto.
Fray Damián, gran conocedor del espíritu franciscano, logra en este romancero lo que pocos: dar voz poética a la vida del santo. Cada romance —desde “Francisco de Asís” hasta “Toda Asís es ya un recuerdo”— recrea los momentos esenciales de su existencia: la conversión, el beso al leproso, la fundación de San Damián, el encuentro con Clara, la Navidad en Greccio, las llagas del Alvernia o la muerte entre cantos de paz.
Una de las estrofas más bellas abre el primer poema del libro, donde la figura de Francisco aparece como una flor viva en el mundo:
Francisco tiene en las manos
rosas, pájaros y trinos,
es como un bosque que sueña
cantando por los caminos.
Este tono musical y sencillo acompaña toda la obra. Damián de Aoiz retrata al santo no como un héroe, sino como un hermano universal, amigo de los pobres, de las criaturas, de la naturaleza. En otra estrofa se intuye el alma del místico:
Por no molestar la tierra,
ni la hierba ni los lirios,
lleva desnudos los pies
cuando sale de camino.
El título Rosa Viva resume el sentido del libro: la rosa es símbolo de vida y de ofrenda. Francisco, convertido en “rosa viva” del Evangelio, florece entre las manos del poeta como imagen eterna de fraternidad. Damián de Aoiz, capuchino y artista, consigue que el lector perciba algo del perfume de esa flor: la santidad hecha sencillez, la belleza hecha alabanza. Puedes acceder al libro digital si haces click en este enlace.
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