La mirada de Jesús
En el tercer mes del año la devoción y tradición en torno al Cristo de Medinaceli tiene una fecha especial: el primer viernes de marzo. Podemos acercarnos a él durante todos los días del año, y una vez por semana, los viernes, besar su pie. “No es devoción falsa y loca traer besos en la boca nacidos del corazón. Es como mejor se invoca, y a la vez otorga un don” ...
... escribió el P. Begoña. Frente a su imagen sentimos algo especial: le miramos y Él nos mira. Ante su mirada permanecemos en silencio y ponemos ante él nuestra vida con todo lo que nos anima y desanima. “Su aspecto impresiona a todos”, escribió el capuchino Buenaventura de Carrocera, “pero mientras que para unos es solo motivo de sorpresa y de admiración, para otros sirve de invitación al recogimiento, a la reflexión, a la plegaria fervorosa”.
Nuestra manera de vivir la fe nos lleva a buscar los momentos en los que estar a solas y en silencio ante Jesucristo y a volver sobre la persona de Jesús a la luz de las Escrituras. De él, las primeras generaciones cristianas decían que “pasó por todas partes haciendo el bien”. Los evangelistas nos recuerdan cómo Jesús buscaba siempre el bien de las personas. Era alguien que ayudaba a la gente a vivir. En él se veía claramente la cercanía de Dios. ¡Cuántas personas nos hacéis partícipes a los frailes de esa misma experiencia! “Ante Jesús encuentro una paz o una energía positiva que no encuentro en ningún otro lugar”, nos soléis decir.
Las páginas de los Evangelios nos recuerdan en diversas ocasiones cómo Jesús captaba con su mirada el sufrimiento de la gente. Los miraba y se conmovía: los veía sufriendo, o abandonados y desorientados, como ovejas sin pastor. Él recorría aquellos pueblos y ciudades enseñando, predicando y curando.
Ante Él nos sentimos como personas necesitadas y de él deseamos escuchar lo mismo que un día escuchó aquel ciego que se le acercó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Sabemos la respuesta de este hombre: “¡Señor, que vea!”. Eso es lo que tantas veces necesitamos y lo que confiadamente le presentamos. En esos momentos de incertidumbre, de desorientación, de dificultad, de encerrarse en uno mismo queremos ver la salida ante esa dificultad o el camino a seguir o la decisión a tomar para seguir orientando nuestra vida.
Los evangelistas nos recuerdan constantemente que Jesús tiene un estilo de amar inconfundible, que es muy sensible al sufrimiento de la gente y que no puede pasar de largo delante de la persona que sufre. Ojalá que también nosotros participemos de esa misma experiencia.
Benjamín Echeverría
Ministro Provincial de Capuchinos de España