Dios tiene corazón
El corazón es uno de los símbolos universales. Parece que fue la civilización egipcia la primera que lo representó. Sabían muy bien que era un órgano vital para el ser humano, en el que residía el alma y la mente. Creían que, cuando una persona moría, su corazón era pesado en una balanza y si había tenido buenos sentimientos disfrutaría de la vida eterna. Para el hombre bíblico, el corazón hace referencia a la totalidad de la persona. Es el centro original e íntimo en el que se configuran sus comportamientos, sede de los pensamientos y de los sentimientos.
La espiritualidad cristiana del mes de junio está muy centrada en el corazón, en el Corazón de Jesús, en el Sagrado Corazón. Es una devoción que ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia con motivo de las meditaciones en el costado y el corazón abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua. De ese corazón surgió la Iglesia. Pero fue sobre todo en el s. XVII, a raíz de una visión que tuvo Santa Margarita de Alacoque al ver un corazón rodeado de espinas, cuando se popularizó la devoción al Sagrado Corazón, relacionándolo con el amor y el fervor religioso.
Podemos conocer el corazón de alguien, o lo que es lo mismo, podemos conocer a una persona, a través de dos de sus emociones básicas: la compasión y la alegría. Así es como se nos anima a que en los tiempos en que vivimos nos acerquemos a Dios y a los demás. Uno de los teólogos de nuestro país escribe que “lo que define a ese Dios que quiere reinar en el mundo no es el poder, sino la compasión… La compasión es el modo de ser de Dios, su forma de mirar el mundo, lo que le mueve a hacerlo más humano y habitable”. Esa es la experiencia que nos comunica Jesús a través de sus palabras y lo que le hace a Jesús tan sensible al sufrimiento y a la humillación de las gentes. Desde su propia experiencia Él nos propone un principio de actuación: “Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo”.
Muchas veces hemos utilizado el libro de “El Principito”, de Antoine de Saint-Exupéry en catequesis. Es un libro dirigido a los niños pero con una profundidad de reflexión que lo convierte en una obra de interés para todos. En uno de los capítulos el Principito mantiene un diálogo con un zorro. Hablan sobre la amistad y el zorro le trasmite un secreto: “sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos”. Cuando somos capaces de mirar con los ojos del corazón reaccionamos ante tantas personas que sufren y hacemos lo posible para movilizarnos y tratar de construir un mundo más justo y fraterno. Esta es la herencia que hemos recibido de Jesús. Que este mes de junio, el del Sagrado corazón, estemos más atentos a aliviar el sufrimiento y sus causas.
Benjamín Echeverría
Ministro Provincial de Capuchinos de España