El terremoto de la costa ecuatoriana y nuestra vocación de hermanos
El sábado 16 de abril de 2016, a las 18:58 ECT, por el tiempo de un minuto aproximadamente, en todo el territorio ecuatoriano sentimos un temblor muy fuerte, a los pocos minutos nos enteramos que se había tratado de un terremoto con epicentro entre Pedernales y Cojimíes de la provincia de Manabí, con una magnitud de 7,8 Mw. Fue el sismo más fuerte sentido en el país desde el terremoto de Colombia de 1979, y el más fatal desde los terremotos de Ecuador de 1987. Las ondas sísmicas llegaron a nuestros países vecinos: Al suroccidente colombiano, sintiéndose en ciudades como Cali, Pasto, Popayán y Neiva. Al norte peruano, en ciudades como Tumbes, Piura, Cajamarca, Lambayeque y Amazonas.
De la fraternidad de “María Inmaculada”, Quito, por WhatsApp reportábamos: “Los hermanos de la fraternidad de la Inmaculada nos encontrábamos rezando vísperas y tuvimos que salir al patio. Sentimos nervios y miedo, pero estamos bien. Preocupados por las consecuencias”.
Enseguida buscamos tener noticias de nuestras fraternidades de la costa ecuatoriana: Guayaquil, Playas de Villamil y Portoviejo. De todas ellas, poco a poco íbamos teniendo buenas noticias. Los hermanos de Guayaquil y Playas de Villamil respondieron enseguida contándonos que sintieron muy fuerte el temblor pero que los hermanos y las casas de las fraternidades no tenían novedad alguna, incluidas las obras que se están realizando en la fraternidad de Guayaquil ampliación del colegio y dispensario de salud). De los hermanos de Portoviejo tuvimos, el mismo día pero con cierta tardanza noticias. Por WhatsApp señalaban: “Gracias a Dios estamos bien pero se sintió fuerte y estamos ahora sin luz y la casa y la iglesia están un relajo. Mañana tomaremos fotos y les enviaremos. La misa tuvimos que suspenderla y tranquilizar a la gente”.
Ciertamente, a causa del terremoto la infraestructura de servicios básicos, de Portoviejo, fue afectada y quedó la ciudad sin luz, agua, alcantarillado, telefonía fija y de modo muy limitado el servicio telefónico celular.
Las noticias que llegaron de nuestra fraternidad del Postulantando, en Portoviejo, nos dieron respiro. Todos los hermanos se encontraban físicamente bien, Roberto Vargas (guardián), César Me-dina, los postulantes Jeysson Bone, Jacinto Zambrano, Luis Chalán, Christian Cervantes, Miguel Peñafiel y el hermano Giusseppe Bigotti (seglar cooperante). El día siguiente al terremoto (domingo), con los ánimos algo más serenos y con la luz del día, los hermanos pudieron constatar las afectaciones del terremoto a las construcciones de la fraternidad y enviarnos fotografías. En la casa de la fraternidad, el sacudón de la tierra provocó la caída de objetos, visible sobre todo en la Biblioteca y la capilla de la fraternidad, al parecer la edificación está en buen estado.
En la iglesia San Francisco, que es la iglesia donde celebramos con el pueblo, muchos objetos se vinieron al suelo, sobre todo varias láminas del tumbado o cielo raso, la pared del altar está gravemente cuarteada y la estructura del techo seriamente afectada. El comedor que la fraternidad tiene, para niños de escasos recursos económicos, también fue afectado, dos de sus paredes se fueron al suelo.
Noticias de las Custodias...
Todos estos destrozos son nada en comparación con gran parte de la población que vivió el terremoto y sufre hoy su consecuencias. Hasta el momento, oficialmente, están contabilizados 655 fallecidos, 48 desaparecidos, 17.638 atenciones en salud, 4.605 heridos, 29.067 albergados, 113 rescatados, 281 escuelas afectadas. Del total de fallecidos, 643 son de la provincia de Manabí, en donde Manta es la ciudad con mayor número de víctimas mortales con 209. Le sigue Pedernales, con 167 y Portoviejo, con 134.
El dolor en la gente está a cada paso: pérdida de seres queridos y destrozo de sus casas. Es muy difícil encontrar alguien que no haya perdido a un familiar. Por ejemplo, el día jueves 21 de abril, por la noche, en el convento de los Capuchinos, celebramos una eucaristía para 12 familias, en la que presentaron a 14 de sus seres queridos fallecidos en este terremoto.
Algunos hermanos de la Custodia Capuchina de Ecuador son nativos de la zona afectada, pero igualmente, no hay pérdidas humanas de entre sus familiares más cercanos, aunque varios perdieron sus casas.
En la ciudad de Portoviejo, el terremoto provocó el desplome de edificios y viviendas. El dolor en la gente está a cada paso, por la pérdida de seres queridos y del hogar. Incluso el olor de muerte (descomposición de cuerpos) está en muchos sitios del centro de la ciudad. El Presidente de la República del Ecuador, Rafael Correa, luego de una evaluación del desastre señaló: "tomará más de dos años y probablemente miles de millones de dólares, recuperarse de las afectaciones que ha dejado el sismo”.
Poco a poco se están restableciendo los servicios básicos, pero hay amplias zonas donde todavía no hay agua potable, tampoco energía eléctrica. En toda la ciudad continúan bloqueados los túneles del alcantarillado. Esta realidad es la que hoy está afectando gravemente al pueblo. Súmese a esto la escasez de alimentos. Mucha gente deambula por la ciudad buscando alguien que le suministre alguna donación de alimentos y agua.
Por el derrumbe de edificios, no hay hospitales sino centros de atención médica en carpas improvisadas y es notable la carencia de medicinas. Hospitales del Estado en las ciudades de Guayaquil y Quito están atendiendo a los muchos heridos y casos especiales de las zonas afectadas. Estamos preocupados porque aquí el clima es cálido y se requiere mucha hidratación, además nos preocupa también que broten epidemias y enfermedades si vinieran lluvias. Recorrer las ca-lles de la ciudad de Portoviejo y los pueblos, como también el contacto con el mismo pueblo, dejan a la persona impactada por lo duro y doloroso del cuadro humano, sintiéndose pequeña e impotente ante dantesco desastre.
Desde el primer momento en que se supo del lugar del epicentro y lugares afectados, fueron va-rios los hermanos capuchinos en Ecuador que ofrecieron su contingente para los lugares afectados y que sean necesarios. Como Custodia del Ecuador, se decidió: que las fraternidades liberen uno o dos hermanos para que puedan acudir a la zona de desastre y prestar su contingente en lo que sea necesario. Así, ya son varios los hermanos que hemos ido y acompañado al pueblo en su dolor y necesidades.
Como se señaló anteriormente, la sala donde antes dábamos de comer a niños de bajos recursos económicos fue afectada en dos de sus paredes, pero eso no impide para que, desde allí, estamos alimentando a personas damnificadas y voluntarios socorristas, que van en un promedio de entre 1.000 y 1.600 personas, dándoles (3 veces al día) alimentos preparados: a la mañana (desayuno), al medio día (almuerzo) y a la noche (merienda). También se arman raciones de alimentos no perecederos e implementos de aseo para dejarlo en familias pobres y afectadas.
Los hermanos capuchinos también estamos atendiendo no solo en nuestro convento y capilla, sino también fuera de ella, visitando poblados que ofrecen panoramas realmente desoladores. Allí, según nuestras posibilidades también hacemos entrega de las raciones.
Pero sobre todo, estamos empeñados en animar la vida de los sobrevivientes, en animar y consolar, en dar testimonio de fe aún en medio de estas duras y dolorosas realidades humanas. Nuestra vocación capuchina tiene profundas raíces de fraternidad, una fraternidad que trasciende nuestros conventos y que nos pone en sintonía y contacto con las realidades en las que nos encontramos (un ojo en el Evangelio y otro en el pueblo). Incluso, motivo fundamental de las primeras presencias capuchinas en Ecuador, coincidentemente, fue el atender al pueblo de Ibarra luego del terremoto que lo devastó hace más de cien años.
Hno. Galo Flor Granda. OFMCap