Lunes 4ª semana Tiempo Ordinario 4ª semana del salterio
San Valero, San José Freidademetz
Primera lectura: 2 Samuel 15, 13-14. 30; 16, 5-13a
Huyamos ante Absalón. Dejad que Semeí me maldiga, si se lo ha ordenado el Señor.
Salmo: 3, 2-3. 4-5. 6-7
R/. Ponte en acción, Señor, sálvame.
Evangelio: Marcos 5, 1-20
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la otra orilla del lago, a la región de Gerasa.
En cuanto Jesús bajó de la barca, salió a su encuentro, procedente del cementerio, un hombre poseído por un espíritu impuro. Este hombre vivía en el cementerio y nadie había podido sujetarlo ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían encadenado y sujetado con grilletes, pero siempre los había roto y ya nadie lograba dominarlo. Día y noche andaba entre las tumbas y por los montes, gritando y golpeándose con piedras.
Al ver de lejos a Jesús, echó a correr y fue a arrodillarse a sus pies, gritando con todas sus fuerzas:
—¡Déjame en paz, Jesús, Hijo del Dios Altísimo! ¡Por Dios te ruego que no me atormentes!
Y es que Jesús había dicho al espíritu impuro que saliera de aquel hombre.
Jesús le preguntó:
—¿Cómo te llamas?
Él contestó:
—Me llamo «Legión», porque somos muchos.
Y suplicaba insistentemente a Jesús que no los echara fuera de aquella región.
Al pie de la montaña estaba paciendo una gran piara de cerdos, y los espíritus rogaron a Jesús:
—Envíanos a los cerdos para que entremos en ellos.
Jesús se lo permitió, y los espíritus impuros salieron del hombre y entraron en los cerdos. Al instante, la piara se lanzó pendiente abajo hasta el lago, donde los cerdos, que eran unos dos mil, se ahogaron. Los porquerizos salieron huyendo y lo contaron en el pueblo y por los campos, de manera que la gente fue allá a ver lo sucedido.
Cuando la gente llegó a donde se encontraba Jesús, vio al hombre que había estado poseído por la legión de demonios, y que ahora estaba sentado, vestido y en su cabal juicio. Y todos se llenaron de miedo.
Los testigos del hecho refirieron a los demás lo que había pasado con el poseso y con los cerdos, por lo cual, todos se pusieron a rogar a Jesús que se marchara de su comarca.
Entonces Jesús subió a la barca. El hombre que había estado endemoniado le rogaba que le permitiera acompañarlo. Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo:
—Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales todo lo que el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido compasión de ti.
El hombre se marchó y comenzó a proclamar por los pueblos de la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; y todos se quedaban asombrados.
Reflexión:
Jesús va a “la otra orilla”, tierra de paganos. Y también allí continúa su acción liberadora y su lucha contra el espíritu del mal. Acción que in quieta a la gente, que prefiere la rutina de la vida a la novedad de Jesús. Les cuesta menos aguantar a un endemoniado que a un hombre poseído por el espíritu de Dios. La escena habla de un hombre -la humanidad- destrozado, en los márgenes de la vida. El encuentro con Jesús le devuelve la armonía interior y le reintegra a la comunidad. Son las dos caras de los dos espíritus: el inmundo y el Santo. El final es sorprendente: aquel hombre quiere quedarse con Jesús, disfrutar de su compañía, pero Jesús le reenvía a su mundo con la misión de ser testigo. Por primera vez en san Marcos Jesús no impone el secreto, manda desvelarlo.