4º Domingo Ordinario 4ª semana del salterio
Santo Tomás de Aquino.
Primera lectura: Deuteronomio 18, 15-20
Lectura del libro del Deuteronomio
Moisés habló al pueblo, diciendo:
—El Señor tu Dios suscitará en medio de ti, entre tus hermanos, un profeta como yo; a él deberán escuchar. Eso fue lo que le pediste al Señor tu Dios en Horeb, el día de la asamblea, cuando le dijiste: «No quiero escuchar más la voz del Señor mi Dios ni quiero volver a contemplar aquel terrible fuego, para no morir». Entonces el Señor me dijo: «Tienen razón». Por eso yo suscitaré entre sus hermanos un profeta como tú; pondré mis palabras en su boca, y él les comunicará
todo lo que yo le mande. Y todo aquel que no preste oído a las cosas que el profeta diga en mi nombre, yo mismo le pediré cuentas. Pero si un profeta se atreve a decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado decir o habla en nombre de otros dioses, ese profeta morirá.
Salmo: 94, 1-2. 6-7. 8-9
R/. ¡Ojalá escuchemos hoy la voz del Señor!
«No endurezcan su corazón».
¡Vengan, cantemos con gozo al Señor,
aclamemos al que es nuestro amparo salvador!
¡Vayamos hacia él dándole gracias,
aclamémosle con cantos! R/.
Vengan, adorémoslo de rodillas,
postrémonos ante el Señor que nos hizo,
porque él es nuestro Dios
y nosotros el pueblo que apacienta,
el rebaño que él guía. R/.
¡Ojalá escuchen hoy su voz!
«No endurezcan el corazón como en Meribá,
como en el desierto el día de Masá,
cuando sus padres me retaron,
me probaron aun conociendo mi obra». R/.
Segunda lectura: 1 Corintios 7, 32-35
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios
Hermanos:
Quisiera también ahorrarles preocupaciones. El soltero está en situación de preocuparse por las cosas del Señor, buscando en todola forma de agradarle. En cambio, el casado ha de preocuparse de los asuntos del mundo y de cómo agradar a su mujer, teniendo así dividido el corazón. Igualmente, la mujer sin marido y la mujer soltera están en mejor situación para preocuparse por las cosas del Señor, dedicándose a él en cuerpo y alma. La mujer casada, por su parte, se
preocupa de las cosas de este mundo y de cómo agradar a su marido.
Si les digo estas cosas, es por su bien. ¡Lejos de mí pretender tenderles lazo alguno! Solo quiero que se dediquen al Señor de manera digna, asidua y sin estorbos.
Evangelio: Marcos 1, 21-28
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a Cafarnaún y, cuando llegó el Sábado, Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar. Todos quedaban impresionados por sus enseñanzas, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los maestros de la ley. Estaba allí, en la sinagoga, un hombre poseído por un espíritu impuro, que gritaba:
—¡Jesús de Nazaret, déjanos en paz! ¿Has venido a destruirnos? ¡Te conozco bien: tú eres el Santo de Dios!
Jesús lo increpó, diciéndole:
—¡Cállate y sal de él!
El espíritu impuro, sacudiéndolo violentamente y dando un gran alarido, salió de él. Todos quedaron asombrados hasta el punto de preguntarse unos a otros:
—¿Qué está pasando aquí? Es una nueva enseñanza, llena de autoridad. Además, este hombre da órdenes a los espíritus impuros, y lo obedecen.
Y muy pronto se extendió la fama de Jesús por todas partes en la región entera de Galilea.
Reflexión:
Jesús es ese profeta anunciado por Moisés: solo en él la palabra de Dios suena en toda su potencialidad y verdad. Es el Santo de Dios. Y desde el principio aparece enfrentado al espíritu del mal, que, ante supresencia, se siente amenazado de muerte. La gente lo percibe: la “autoridad” de su palabra no se identifica con e autoritarismo sino con la energía y credibilidad de la misma. El Evangelio no es solo anuncio de salvación, sino realidad salvadora, nueva y renovadora. “¿Qué es esto?”. Es la pregunta que pretende responder el evangelista Marcos con su evangelio.