Viernes Ordinario 33ª Semana 3ª de Salterio
Presentación de la Bienaventurada Virgen María
Primera lectura: 1 Mac 4,36-37. 52-59;
En aquellos días, Judas y sus hermanos propusieron: «Nuestros enemigos están vencidos; subamos, pues, a purificar el santuario y a restaurarlo». Se reunió todo el ejército y subieron al monte Sión.
El año ciento cuarenta y ocho, el día veinticinco del mes noveno (es decir, casleu), todos madrugaron 53para ofrecer un sacrificio, según la ley, en el nuevo altar de los holocaustos que habían reconstruido. Precisamente en el aniversario del día en que lo habían profanado los gentiles, lo volvieron a consagrar, cantando himnos y tocando cítaras, laúdes y timbales. Todo el pueblo se postró en tierra adorando y alabando al Cielo, que les había dado el triunfo. Durante ocho días celebraron la consagración, ofreciendo con alegría holocaustos y sacrificios de comunión y de alabanza. Decoraron la fachada del santuario con coronas de oro y escudos. Restauraron también el portal y las dependencias, poniéndoles puertas. El pueblo celebró una gran fiesta, que invalidó la profanación de los gentiles. Judas, con sus hermanos y toda la asamblea de Israel, determinó que se conmemorara anualmente la nueva consagración del altar con solemnes festejos, durante ocho días a partir del veinticinco del mes de casleu.
Salmo: Sal 1 Cró 29, 10,bc. 11abc. 11d-12a. 12bcd;
R/. Alabamos, Señor, tu Nombre glorioso.
Bendito eres, Señor, Dios de nuestro padre Israel, por los siglos de los siglos. /R.
Tuyos son, Señor, la grandeza y el poder, la gloria, el esplendor, la majestad, porque tuyo es cuanto hay en cielo y tierra. /R.
Tú eres rey y soberano de todo. De Ti viene la riqueza y la gloria. /R.
Tú eres el Señor del universo, en tu mano está el poder y la fuerza, Tú engrandeces y confortas a todos. /R.
Evangelio: Lc 19,45-48.
Después entró en el templo y se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Escrito está: “Mi casa será casa de oración”; pero vosotros la habéis hecho una “cueva de bandidos”». Todos los días enseñaba en el templo. Por su parte, los sumos sacerdotes, los escribas y los principales del pueblo buscaban acabar con él, pero no sabían qué hacer, porque todo el pueblo estaba pendiente de él, escuchándolo.
Reflexión:
Jesús aparece purificando el Templo. “Mi casa es casa de oración”, es el primer subrayado de Jesús. El Templo no es un mausoleo de Dios, ni un museo de arte sacro, ni un signo del poder religioso, y no entender eso es pervertirlo, convertirlo en “cueva de bandidos”. Este comportamiento de Jesús “olía” demasiado a denuncia profética (Is 56,7; Jer 7, 1-11), y los dirigentes religiosos lo percibieron, pero no se convirtieron. Desde esta actitud de Jesús somos invitados a reflexionar sobre nuestro propio templo -“¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1 Cor 3,16)- edificado sobre la piedra angular que es Cristo (1 Pe 2,7). ¿Nos percibimos así, como espacio teologal? No lo profanemos, y cuidemos de que nuestra simbología religiosa sea siempre transparente y respire autenticidad evangélica.