Lunes de la Octava de Pascua 1ª de Salterio
San Anselmo de Cantorbery; Jesús El Buen Pastor, >San Conrado de Parzham (M)
Primera lectura: Hch 2,14. 22-23;
El día de Pentecostés, Pedro, de pie con los Once, pidió atención y les dirigió la palabra:
—«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, escuchad mis palabras y enteraos bien de lo que pasa. Escuchadme, israelitas: Os hablo de Jesús Nazareno, el hombre que Dios acreditó ante vosotros realizando por su medio los milagros, signos y prodigios que
conocéis. Conforme al designio previsto y sancionado por Dios, os lo entregaron, y vosotros, por mano de paganos, lo matasteis en una cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte; no era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él:
"Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.
Por eso se me alegra el corazón, exulta mi lengua, y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me entregarás a la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.
Me has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia."
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: El patriarca David murió y lo enterraron, y conservamos su sepulcro hasta el día de hoy. Pero era profeta y sabía que Dios le había prometido con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo; cuando dijo que "no lo entregaría a la muerte y que su carne no conocería la
corrupción", hablaba previendo la resurrección del Mesías. Pues bien, Dios resucitó a este Jesús, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Ahora, exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo que estaba prometido, y lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo.»
Salmo: Sal 15,1b-2 y 5.7-8. 9-10. 11;
R/. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti (o bien: Aleluya).
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.» El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. R/.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. R/.
Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas, y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R/.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha. R/.
Evangelio: Mt 28,8-15.
En aquel tiempo, las mujeres se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos. De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
—«Alegraos.»
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo:
—«No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»
Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Ellos, reunidos con los ancianos, llegaron a un acuerdo y dieron a los soldados una fuerte suma, encargándoles:
—«Decid que sus discípulos fueron de noche y robaron el cuerpo mientras vosotros dormíais. Y si esto llega a oídos del gobernador, nosotros nos lo ganaremos y os sacaremos de apuros.»
Ellos tomaron el dinero y obraron conforme a las instrucciones. Y esta historia se ha ido difundiendo entre los judíos hasta hay.
Reflexión:
Encubrir la Resurrección con una oferta corrupta fue la propuesta de los líderes religiosos a los guardianes del sepulcro; y hoy esas propuestas, camufladas o abiertas, no han desaparecido. Y también nosotros, sus discípulos, con nuestras tibiezas, rutinas, miedos y tristezas, podemos encubrirla. En el encuentro con las mujeres, Jesús comparte con ellas su alegría y les invita a no tener miedo, pues con él el miedo es incompatible -ya lo repitió durante su vida-, y se refiere a sus discípulos como a “mis hermanos”. La resurrección no ha acabado con su proyecto de familia, lo reafirma. ¡Hermanos del Resucitado! Eso somos y así debemos sentirnos. Y les ordena que vayan a Galilea, a los lugares originales, donde inició su misión, para iniciar desde allí la tarea que le va encomendar. ¡Alegrémonos y no tengamos miedo!