Sábado después de Ceniza 4ª semana de salterio
San Alejo, Fundadores de Los Servitas
Primera lectura: Isaías 58, 9b-14
Cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo, brillará tu luz en las tinieblas
Salmo: Salmo 85, 1-2. 3-4. 5-6
R/. Señor, muéstrame, tu camino,
y en tu verdad caminaré.
Evangelio: Lucas 5, 27-32
En aquel tiempo, al salir, Jesús vio a un recaudador de impuestos llamado Leví, que estaba sentado en su despacho de recaudación de impuestos. Le dijo: —Sígueme.
Leví se levantó y, dejándolo todo, lo siguió. Más tarde, Leví hizo en su casa una gran fiesta en honor de Jesús, y juntamente con ellos se sentaron a la mesa una multitud de recaudadores de impuestos y de otras personas. Los fariseos y sus maestros de la ley se pusieron a murmurar y preguntaron a los discípulos de Jesús:
—¿Cómo es que ustedes se juntan a comer y beber con recaudadores de impuestos y gente de mala reputación?
Jesús les contestó: —No necesitan médico los que están sanos, sino los que están enfermos. Yo no he venido a llamar a los buenos, sino a los pecadores, para que se conviertan.
Reflexión:
Jesús es un hombre abierto y que abre. Vino a integrar, no a excluir; a salvar, no a condenar, pero no oculta la finalidad de su comportamiento: la conversión. No vino a banquetear sino a invitar a un nuevo “banquete”. Su apertura y comprensión no discriminaban pero no eran acríticas. Llamó a Leví, un publicano, que no parecía reunir el perfil más adecuado. Y Leví lo celebra. Jesús no estaba por una pastoral de consumo interno, de pescar en piscinas. Vino a “buscar lo que estaba perdido” (Lc 19,10). Echó la red en caladeros nuevos. Entre la pastoral de conservación (la del miedo a perder a los salvados) y la de riesgo (la del deseo de salvar a los perdidos), Jesús optó por la segunda. Y esta praxis de Jesús no debemos olvidarla. Él no nos llama porque seamos mejores, sino para hacer que lo seamos en su compañía.