Viernes después de Ceniza 4ª semana de salterio
San Julián
Primera lectura: Isaías 58, 1-9a
Este es el ayuno que yo quiero
Salmo: 50, 3-4. 5-6a. 18-19
R/. Tú, Dios, no rechazas el corazón dolorido y humilde.
Apiádate de mí, oh Dios, por tu amor,
por tu gran compasión borra mi falta;
límpiame por entero de mi culpa,
purifícame de mis pecados. R/.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado.
Contra ti, solo contra ti pequé,
yo hice lo que tú aborreces. R/.
No te satisfacen los sacrificios,
si te ofrezco un holocausto no lo quieres.
El sacrificio a Dios es un espíritu apenado,
tú, Dios, no rechazas el corazón dolorido y humilde. R/
Evangelio: Mateo 9, 14-15
En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los discípulos de Juan el Bautista y le preguntaron:
—¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos tantas veces y, en cambio, tus discípulos no ayunan?
Jesús les contestó:
—¿Pueden acaso estar tristes los invitados a una boda mientras el novio está con ellos?
Ya llegará el momento en que les faltará el novio; entonces ayunarán.
Reflexión:
¡Qué fácil sería la Cuaresma reducida a dos días de ayuno y a cuatro de abstinencia! Sus horizontes son más amplios y más profundos. El ayuno cuaresmal debe ser cristiano. Ya los profetas lo iluminaban (Is 58,1-9a). El ayuno cristiano no debilita sino que fortifica. Ayuno de vicios y pecados: egoísmo, insolidaridad, vanagloria. Frente a los ayunos rituales, Jesús invita a no “buscar” ayunos, sino a “vivir” el momento desde la experiencia y los criterios aportados por él: “A vino nuevo, odres nuevos” (Mt 9,17). Jesús advierte de que llegará un momento de ayuno doloroso, aludiendo a su muerte pero, en todo caso, el ayuno cristiano no es el del ritualismo sino el del realismo; no es el gastronómico sino el del alma que se abre de par en par a las urgencias de los hermanos. El ayuno no debe cambiarnos el rostro sino la vida (Mt 6,16).