Viernes 4ª Semana de Cuaresma

San Raimundo de Fitero, Santa Luisa de Marillac

Primera lectura: Sabiduría 2, 1a. 12-22

Lo condenaremos a muerte ignominiosa.


Salmo: 33, 17-18. 19-20. 21 y 23

R/. El Señor está cerca de los afligidos.


Evangelio: Juan 7, 1-2. 10. 25-30

En aquel tiempo, Jesús seguía recorriendo Galilea. Evitaba andar por Judea, porque los judíos buscaban una ocasión para matarlo. Ya estaba cerca la fiesta judía de las Chozas.

Más tarde, cuando sus hermanos habían subido a la fiesta, acudió también Jesús; pero no públicamente, sino de incógnito.

Así que algunos habitantes de Jerusalén comentaban:

—¿No es este al que desean matar? Resulta que está hablando en público y nadie le dice ni una palabra. ¿Será que nuestros jefes han reconocido que verdaderamente se trata del Mesías? Pero cuando aparezca el Mesías, nadie sabrá de dónde viene; en cambio, sí sabemos de dónde viene este.

A lo que Jesús, que estaba enseñando en el Templo, replicó: —¿De manera que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no he venido por mi propia cuenta, sino que he sido enviado por aquel que es veraz y a quien ustedes no conocen. Yo sí lo conozco, porque de él vengo y es él quien me ha enviado. Intentaron entonces prenderlo, pero nadie se atrevió a ponerle la mano encima, porque todavía no había llegado su hora.


Reflexión:

El conocimiento de Jesús no es “conquista”, debe ser orado al Padre. Estamos leyendo estos días textos del evangelio de san Juan sobre el origen de Jesús y su identidad mesiánica y profética. Impugnada, precisamente, porque creían conocer sus orígenes. “De este sabemos de donde viene” (Jn 7,27), decía la gente. “Estudia y verás que de Galilea no sale ningún profeta” (Jn 7,52), decían los eruditos. Pero el conocimiento de Jesús no dependía ni se reducía a unas cuantas informaciones anecdóticas y periféricas. Sus raíces eran más profundas, se hundían en el seno de Dios Padre; un Dios “distinto” del encorsetado en los esquemas del judaísmo oficial. El verdadero conocimiento de Jesús es un don de Dios. “Nadie conoce bien al Hijo más que el Padre” (Mt 11,27), y aquel a quien el Padre se lo revele. Jesús no es un lo o un qué, Jesús es un Yo, un Quien.


  • Compártelo!