Lunes 19º semana Tiempo Ordinario 3ª de salterio

San Aniceto de Nicomedia, Santa Juana F. de Chantal.

Primera lectura: Ezequiel 1, 2-5. 24–28c

Era la apariencia visible de la Gloria del Señor.
 


Salmo: 148, 1-2. 11-12. 13. 14

R/. Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
 


Evangelio: Mateo 17, 22-27

En aquel tiempo, estando todos reunidos en Galilea, Jesús dijo a sus discípulos:
—El Hijo del hombre va a ser entregado a hombres que lo matarán, pero al tercer día resucitará.
Al oír esto, los discípulos se entristecieron mucho. Cuando llegaron a Cafarnaún, se dirigieron a Pedro los encargados de recaudar los impuestos del Templo y le preguntaron:
—¿No paga el Maestro de ustedes el impuesto del Templo?
Pedro les contestó:
—Sin duda que sí.
Más tarde, al llegar Pedro a casa, Jesús lo abordó, diciéndole:
—Simón, ¿qué te parece? Los reyes de este mundo, ¿de quiénes perciben impuestos y tributos? ¿De sus propios súbditos o de los extranjeros?
Pedro contestó:
—De los extranjeros.
Y Jesús añadió:
—Por tanto, los súbditos están exentos. Pero, en fin, para que nadie se ofenda, acércate al lago y echa el anzuelo al agua. En la boca del primer pez que pesques encontrarás la moneda precisa. Págales con ella el impuesto por ti y por mí.

 


Reflexión:

Ante el anuncio de su pasión (es el segundo anuncio), los discípulos se entristecen. Pero Jesús no quería aguarles la fiesta que estaban viviendo con él (Mc 2,19), solo abrirles perspectivas; en el fondo Jesús les hablaba de su triunfo -“al tercer día resucitará”-, pero eso a ellos no les tranquilizaba, se aferraban al día a día. Y, ya en Cafarnaún, esclarece a Pedro, mediante una parábola, la normativa de pagar el tributo anual del Templo. La relación con Dios no puede ser mercantilista sino filial, por eso esa praxis estaba viciada en su punto de partida y distorsionaba la realidad de Dios. Aunque, paradójicamente, la observa. Jesús paga, pero no solo el impuesto de las dos dracmas; ha pagado el impuesto de la redención del hombre con su propia vida: “Se entregó a sí mismo como rescate por todos” (1 Tim 2,6).
 


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