1º Domingo Ordinario 2ª semana del salterio

Bautismo del Señor, Raimundo de Peñafort

Primera lectura: Isaías 42,1-4. 6-7

Esto dice el Señor: Mirad a mi siervo a quien sostengo; mi elegido a quien prefiero. Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones. No gritará, no clamará, no voceará por las calles.
La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará.
Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará hasta implantar el derecho en la tierra y sus leyes, que esperan las islas. Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he tomado de la mano, te heformado y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones. Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan en las tinieblas.

 


Salmo: Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6

R/. Sacarán agua gozosos
del manantial de la salvación.
El Señor es mi Dios y mi salvación,
en él confío y nada temo;
Dios es mi fuerza y mi canto,
el Señor es mi salvación.
Sacarán agua gozosos
del manantial de la salvación. R/.
Den gracias al Señor,
invoquen su nombre;
cuenten entre los pueblos sus gestas,
proclamen que su nombre es excelso. R/.
Canten al Señor, porque ha hecho proezas,
difundan la noticia por toda la tierra.
Griten, vitoreen, habitantes de Sion,
que es grande entre ustedes el Santo de Israel. R/

 


Segunda lectura: Hechos de los Apóstoles 10,34-38.

En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo: Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea. Envió su palabra a los israelitas anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos. Conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él.
 


Evangelio: Marcos 1, 7b-11

En aquel tiempo, proclamaba Juan:
—Después de mí viene uno que es más poderoso que yo. Yo ni siquiera soy digno de agacharme para desatar las correas de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo.
Por aquellos días llegó Jesús procedente de Nazaret de Galilea, y Juan lo bautizó en el Jordán. En el instante mismo de salir del agua,
vio Jesús que el cielo se abría y que el Espíritu descendía sobre él como una paloma. Y se oyó una voz proveniente del cielo:
—Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco.

 


Reflexión:

Tres momentos en el relato: Juan, Jesús y la revelación de su mis terio personal por obra de Dios. Juan no solo anuncia a Jesús sino que descubre su novedad cualitativa: el bautismo con Espíritu. Jesús, presentándose en el Jordán, aparece como uno más, mojándose con el agua de los hombres humildes, metiéndose en la corriente de la humanidad que busca el perdón de Dios. Pero en esa opción de Jesús, Dios deshace cualquier ambigüedad: ese hombre, hundido en esas aguas penitenciales, es el Hijo de Dios. Es la segunda epifanía del Hijo de Dios. Nos encontramos con la primera confesión del misterio trinitario en los evangelios.
 


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