Miércoles 31º Semana Ordinario 3ª de salterio

San Leonardo, Beatos Andrés de Palazuelo, Compañeros Mártires.

Primera lectura: Filipenses 2,12-18

Trabajad por vuestra salvación, porque es Dios quién activa el querer y el obrar.
 


Salmo: 26, 1. 4. 13-14

R/. El Señor es mi luz, mi salvación.
 


Evangelio: Lucas 14, 25-33

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús. Y él, dirigiéndose a ellos, les dijo:
—Si uno quiere venir conmigo y no está dispuesto a dejar padre, madre, mujer, hijos, hermanos y hermanas, e incluso a perder su propia
vida, no podrá ser discípulo mío.
Como tampoco podrá serlo el que no esté dispuesto a cargar con su propia cruz para seguirme.
Si alguno de ustedes quiere construir una torre, ¿no se sentará primero a calcular los gastos y comprobar si tiene bastantes recursos para terminarla?
No sea que, una vez echados los cimientos, no pueda terminarla, y quede en ridículo ante todos los que, al verlo, dirán:
«Ese individuo se puso a construir, pero no pudo terminar».
O bien: si un rey va a la guerra contra otro rey, ¿no se sentará primero a calcular si con diez mil soldados puede hacer frente a su enemigo, que avanza contra él con veinte mil?
Y si ve que no puede, cuando el otro rey esté aún lejos, le enviará una delegación para proponerle la paz.
Del mismo modo, aquel de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío

 


Reflexión:

El seguimiento de Jesús no es obligatorio -“el que quiera”-, pero des de ahí tiene sus exigencias. Hay que posponer muchas realidades para anteponer a Cristo. Nosotros queremos compatibilizarlo todo, y Jesús nos dice que en la vida hay que priorizar. Para ello pide un discernimiento responsable y generoso. Más exactamente, hay que amar a Cristo para asumir con energía las exigencias de su amor, que no destruye los valores de la vida -familia, los bienes-, sino que los redimensiona profundamente: se trata de vivir el amor familiar en el amor de Cristo; vivir el amor en su Amor. Posponer significa introducir un orden de prioridades
en la vida, y Jesús debe ser la prioridad. Quien decida seguirle debe hacer un examen lúcido de sus actitudes, porque no es compatible con otros seguimientos. Esta pretensión de Jesús libera para poder asumir las exigencias que implica el camino del Evangelio.

 


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