Sábado Ordinario 26ª Semana 4ª de Salterio
San Francisco de Asís.
Primera lectura: Eclo 50,1-3.7;
Simón, el sumo sacerdote, hijo de Onías, en su vida reparó el templo, y en sus días fortificó el santuario. En sus días se excavó el depósito de agua, un estanque tan ancho como el mar. Él cuidó de su pueblo para evitar su ruina y fortificó la ciudad contra un posible asedio. ¡Qué glorioso era cuando, rodeado de su pueblo, salía de la casa del velo! Como el lucero del alba en medio de las nubes, como la luna en su plenilunio; 7como el sol refulgente sobre el templo del Altísimo, como el arco iris brillando entre nubes de gloria.
Salmo: Sal 15,1-2a.5.7-8.11;
R/. Tú eres, Señor, el lote de mi heredad.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en Ti. Yo digo al Señor: «Tú eres mi Dios». El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano. R/.
Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con Él a mi derecha no vacilaré. R/.
Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu Presencia, de alegría perpetua a tu derecha. R/.
Evangelio: Gál 6,14-18;
En cuanto a mí, Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mí, y yo para el mundo. Pues lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino la nueva criatura. La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma; también sobre el Israel de Dios. En adelante, que nadie me moleste, pues yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús. La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu, hermanos. Amén.
Evangelio: Mt 11,25-30.
En aquel momento tomó la palabra Jesús y dijo: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera».
Reflexión:
La figura de Francisco de Asís brilla hoy en la liturgia de la Iglesia como ejemplo de seguimiento de Cristo pobre y crucificado, como modelo y ejemplo de la fraternidad asentada en la paternidad de Dios. Asumiendo como proyecto de vida el santo Evangelio, y viviendo en él recordó a la Iglesia de su tiempo, no con denuncias y críticas sino con la pobreza y la minoridad, la necesitad de recuperar el tono imprescindible para ser la Iglesia de Cristo. Marcado corporalmente con las señales de la Pasión de Cristo, expresión de la pasión que ardía en su interior, Francisco es conocido como el Crucificado del Alvernia. Y, oidor atento de la voz de Dios, supo escucharla en toda la polifonía de la creación, escucha que tradujo en canto de alabanza: “Loado seas mi Señor por todas tus criaturas”.