Viernes Ordinario 26ª Semana 4ª de Salterio

San Francisco de Borja.

Primera lectura: Bar 1,15-22;

 «Confesamos que el Señor nuestro Dios es justo. Nosotros, en cambio, sentimos en este día la vergüenza de la culpa. Nosotros, hombres de Judá, vecinos de Jerusalén, nuestros reyes y gobernantes, nuestros sacerdotes y profetas, lo mismo que nuestros antepasados, hemos pecado contra el Señor desoyendo sus palabras. Hemos desobedecido al Señor nuestro Dios, pues no cumplimos los mandatos que él nos había propuesto. Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres de Egipto hasta hoy, no hemos hecho caso al Señor nuestro Dios y nos hemos negado a obedecerlo. Por eso nos han sucedido ahora estas desgracias y nos ha alcanzado la maldición con la que el Señor conminó a Moisés cuando sacó a nuestros padres de Egipto para darnos una tierra que mana leche y miel. No obedecimos al Señor cuando nos hablaba por medio de sus enviados los profetas; todos seguimos nuestros malos deseos sirviendo a otros dioses y haciendo lo que reprueba el Señor nuestro Dios.


Salmo: Sal 78,1b-2. 3-5. 8.9;

R/. Por el honor de tu nombre, Señor, líbranos.

Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad, han profanado tu santo templo, han reducido Jerusalén a ruinas. Echaron los cadáveres de tus siervos en pasto a las aves del cielo, y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra. R/.

Derramaron su sangre como agua en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba. Fuimos el escarnio de nuestros vecinos, la irrisión y la burla de los que nos rodean. ¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar siempre enojado? ¿Arderá como fuego tu cólera? R/.

No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres; que tu compasión nos alcance pronto, pues estamos agotados. R/.

Socórrenos, Dios, Salvador nuestro, por el honor de tu Nombre; líbranos y perdona nuestros pecados a causa de tu Nombre. R/.


Evangelio: Lc 10,13-16.

¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, ¡Betsaida! Pues si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que, en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidos de sayal y sentados en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras. Y tú, Cafarnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al abismo. Quien a vosotros escucha, a mí me escucha; quien a vosotros rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado». 


Reflexión:

La advertencia de Jesús contra las ciudades testigos de su predicación y sus milagros es válida también para cada uno de nosotros. También nosotros hemos sido testigos directos de las experiencias del amor de Dios. ¡Si en otros se hubieran hecho las cosas realizadas en nosotros! Estas palabra son una invitación a leer la propia historia desde la gratitud y la responsabilidad, porque  “A quién mucho se le dio, mucho se le pedirá…” (Lc 12,48). La gracia de Dios responsabiliza. Además, Jesús advierte de su identificación con sus enviados; lo importante es que los enviados se identifiquen con Jesús, el que les envía, y así sean reconocidos, “para que viendo vuestras obras den gloria a vuestro Padre, que está en los cielos” (Mt 5,16); que vean en nosotros a mensajeros de Dios·


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