Sábado 17º semana Tiempo Ordinario 1ª de salterio
Santa Lidia.
Primera lectura: Jeremías 26, 11-16. 24
Es cierto que el Señor me ha enviado para que os comunique estas palabras.
Salmo: 68, 15-16. 30-31. 33-34
R/. Escúchame, Señor, el día de tu favor.
Evangelio:
En aquel tiempo, Herodes, que gobernaba en Galilea, oyó hablar de Jesús y comentó con sus cortesanos:
—Este es Juan el Bautista, que ha resucitado de entre los muertos.
Por eso tiene poder para hacer milagros.
Es que Herodes había hecho arrestar a Juan, lo encadenó y lo encerró en la cárcel por causa de Herodías, la esposa de su hermano Filipo. Pues Juan le había dicho:
—No te es lícito tenerla por mujer.
Por eso, Herodes quería matar a Juan. Sin embargo, no se atrevía a hacerlo, porque temía al pueblo que tenía a Juan por profeta.
Pero el día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías salió a bailar en medio de los invitados; y tanto le gustó a Herodes, que le prometió bajo juramento darle todo lo que le pidiera.
Ella entonces, aconsejada por su madre, le dijo:
—Dame ahora mismo, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.
La petición entristeció al rey; pero como se había comprometido con su juramento delante de los invitados, ordenó que se la entregaran y mandó que decapitaran a Juan en la cárcel.
Enseguida trajeron la cabeza en una bandeja, se la dieron a la muchacha y esta, a su vez, se la entregó a su madre.
Después de esto, los discípulos de Juan recogieron su cadáver y lo llevaron a enterrar. Luego fueron a comunicar la noticia a Jesús.
Evangelio:
La muerte del Bautista no enmudece la Palabra, porque ésta no está encadenada (2 Tim 2,9). Eliminado violentamente Juan, Jesús irrumpe con fuerza. Los profetas verdaderos corren inevitablemente riesgos; no son música de acompañamiento ni comparsas de la vida. La muerte del Bautista avisa de la muerte de Jesús. También en esto Juan es precursor. No es infrecuente el pretender silenciar al mensaje, eliminando al mensajero. La muerte del Bautista es el resultado de una vida en insobornable servicio a la verdad. En ella se confrontan dos actitudes: la inmoralidad de Herodes, su ambigüedad y volubilidad -admira y encarcela a Juan y acaba, por miedo, cediendo a las pretensiones de Herodías-, y la entereza profética de Juan. ¡Cuántas veces, si no de manera sangrante, pero sí injusta, ofrecemos en bandeja la cabeza de inocentes para salir de ciertos apuros o salvar los propios intereses!.