Miércoles 1ª semana Tiempo Pascual

San Ricardo de Chichester, San Sixto

Primera lectura: Hechos 3, 1-10

Te doy lo que tengo: en nombre de Jesús levántate y anda.
 


Salmo: 104, 1-2. 3-4. 6-7. 8-9

R/. Que se gocen los que buscan al Señor.
 


Evangelio: Lucas 24, 13-35

En aquel tiempo, dos de los discípulos de Jesús se dirigían aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unos once kilómetros de Jerusalén. Mientras iban hablando de los recientes acontecimientos, conversando y discutiendo entre ellos, Jesús mismo se les acercó y se puso a caminar a su lado. Pero tenían los ojos tan ofuscados que no lo reconocieron.
Entonce Jesús les preguntó: —¿Qué es eso que discuten mientras van de camino?
Se detuvieron con el semblante ensombrecido, y uno de ellos, llamado Cleofás, le contestó:
—Seguramente tú eres el único en toda Jerusalén que no se ha enterado de lo que ha pasado allí estos días.
Él preguntó: —¿Pues qué ha pasado?
Le dijeron: —Lo de Jesús de Nazaret, que era un profeta poderoso en hechos y palabras delante de Dios y de todo el pueblo. Los jefes de nuestros sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaran. Nosotros teníamos la esperanza de que él iba a ser el libertador de Israel, pero ya han pasado tres días desde que sucedió todo esto. Verdad es que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro y, al no encontrar su cuerpo, volvieron diciendo que también se les habían aparecido unos ángeles y les habían dicho que él está vivo. Algunos de los nuestros acudieron después al sepulcro y lo encontraron todo tal y como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron.
Jesús, entonces, les dijo:
—¡Qué lentos son ustedes para comprender y cuánto les cuesta creer lo dicho por los profetas! ¿No tenía que sufrir el Mesías todo esto antes de ser glorificado?
Y, empezando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó cada uno de los pasajes de las Escrituras que se referían a él mismo.
Cuando llegaron a la aldea adonde se dirigían, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le dijeron, insistiendo mucho:
—Quédate con nosotros, porque atardece ya y la noche se echa encima. Él entró y se quedó con ellos. Luego, cuando se sentaron juntos a la mesa, Jesús tomó el pan, dio gracias a Dios, lo partió y se lo dio. En aquel momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron; pero él desapareció de su vista. Entonces se dijeron el uno al otro: —¿No nos ardía ya el corazón cuando conversábamos con él por el camino y nos explicaba las Escrituras? En el mismo instante emprendieron el camino de regreso a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y a todos los demás, que les dijeron: —Es cierto que el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón. Ellos, por su parte, contaron también lo que les había sucedido en el camino y cómo habían reconocido a Jesús cuando partía el pan.

 


Reflexión:

La escena de los discípulos camino de Emaús es suficientemente cono cida. El diálogo entre los discípulos y el Desconocido es impresionante: “Nosotros esperábamos…, y ya ves”… “¡Qué necios y torpes sois paracreer…”! “¡Quédate con nosotros…!” “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?”. La escena de Emaús es paradigmática. Dos discípulos “de vuelta”. ¿De qué hablabais por el camino? Hablaban de Jesús, pero dándolo por perdido. El horizonte de nuestra esperanza no llega muchas veces ni a los tres días. ¡Cuántas veces hacemos el camino no con un “creemos”, sino con un “creíamos”! La Eucaristía les descubrió a Jesús. Y nosotros, alimentados frecuentemente de ella, no pocas veces le encubrimos con nuestra tibieza. ¡Cuánto de esto hay en nuestros caminos de Emaús! “¡Quédate con nosotros…!”.
 


Libro recomendado: Pasión e historia del Cristo de Medinaceli


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