Introducción
El plan general de formación para Laicos y Capuchinos para el trienio 2023-2026 iba a ser sobre la obra de Tomás de Celano. Tras haber visto 1 Cel y 2 Cel tocaba para este año la Leyenda de Clara. Pero, contando con la benevolencia de los grupos, hemos decido ver el Proceso de Canonización de Clara (PCl), documento excepcional y más “luminoso” que la Leyenda. El texto tiene una “frescura” de la que carece la LCl.
El Proceso se desarrolló a los tres meses de la muerte de Clara. Declararon ante el tribunal 15 monjas compañeras de Clara y 5 laicos/as de la ciudad. Una vez canonizada Clara, como solía pasar, el documento “desapareció” hasta que en 1920 un franciscano, Lazzeri, descubrió en Florencia una copia. Es un texto excepcional, de primerísima mano, para conocer a Clara.
Los testigos de PCl son reiterativos (quizá porque las preguntas sean las mismas). Además están marcados por la mentalidad religiosa y social medieval (gusto por los milagros, por las curaciones, por las visiones, por el cliché religioso). Son modos “legendarios” de narrar sucesos que les han tocado vivamente. Hay que entenderlos en esa forma de manera amplia. Por otro lado, dado que el interrogatorio parece ser flexible, se cuelan maneras de ver a Clara que nos pueden ayudar a entender mejor su figura y su mensaje de vida y a valorarlo.
Vamos a entresacar algunos pasajes de PCl y, tras una lectura, haremos una derivación a la vida franciscana de hoy porque de nada serviría volcarse sobre estas páginas medievales si, de alguna manera, no apuntáramos a nuestra realidad de hoy.
1. El empeño por la pobreza: I,13
Aseguró también que amaba particularmente la pobreza, y que nunca pudo ser inducida a querer cosa alguna como propia, ni a aceptar posesiones, ni para sí ni para el monasterio. Preguntada sobre cómo sabía esto, respondió que vio y oyó cómo messer el papa Gregorio, de santa memoria, le había querido dar muchas cosas, y comprar posesiones para el monasterio, pero ella no había querido acceder jamás.
Reflexión
Desde esta primera testigo, muchas otras, recalcan esto mismo: se empeñó en el tema de la pobreza porque creía que ahí le iba la vida. Era señal de identidad respecto a las otras formas de vida religiosa de la época, además de ser fiel al pensamiento de Francisco y a la espiritualidad evangélica. Por eso se empeñó contra viento y marea, contra el Papa y el Obispo y contra quien hiciere falta. Es la gran lucha de Clara: se puede vivir el Evangelio en modos de pobreza, de cara a las pobrezas, una vida sencilla.
En la época era incomprensible un monasterio sin posesiones y rentas. Por eso, san Damián era una cosa rara. Para mantenerse (eran más de 30 las monjas) tenían tres fuentes: su aguante con la estrechez de vida, su trabajo y la solidaridad de la gente. Es un milagro que se mantuvieran así hasta el final (Clara vivió sin Francisco la mayor parte de su vida: 27 años).
Clara huye de tener posesiones para sí y para el monasterio. Esto segundo solía ser la “trampa” empleada por los frailes: no se tienen bienes personales ni comunes. Los comunes son de la Santa Sede (la vaca es de la Santa Sede pero yo bebo su leche y como su carne). Parece que las presiones fueron constantes.
Eran conocidas por todas las monjas las maniobras del Papa Gregorio IX dispuesto a “darle muchas cosas” e incluso liberarle del voto de pobreza. Dice LCl 14 que le respondió: «A ningún precio quiero verme desligada del seguimiento de Jesucristo». Hacía falta valor para una mujer contender así con un papa de la época.
Derivaciones
Se puede decir que la tarea de quienes apreciamos a Francisco por recuperar la espiritualidad de la pobreza quizá pase por dos o tres cosas elementales: vida sencilla, economía clara, sensibilidad ante las pobrezas.
- Vida sencilla en todo, pero gustosa, disfrutante, luminosa, bella incluso. La pobreza no está reñida con el disfrute, con el buen humor, con el rostro amable, con el detalle que hace bellas las cosas, aunque sean humildes. Lo decimos muchas veces: hay que aprender el arte que es disfrutar con poco. Una pobreza sin disfrutes sencillos se hace imposible.
- Economía clara, conocida, compartida en criterios y en todo, sin grandes acumulaciones, fruto del trabajo más que de las donaciones (siempre peligrosas). Una economía influida por el evangelio que nos dice que parte de lo nuestro es de otros, de los pobres. El difícil aprendizaje de la solidaridad.
- Sensibilidad real ante las pobrezas, ante el paro, ante la inmigración, ante las campañas que tienden a incriminar a los pobres. Que se nos vayan los ojos y el corazón ante situaciones como la de Gaza, Yemen, Kivu, etc.
Como Laicos y Capuchinos
Somos herederos de una herencia de sencillez y generosidad. Hay que mirar si eso nos parece interesante y si vemos signos de que esa herencia esté viva hoy. La vida sencilla se manifiesta en palabras amables, disfrute con las cosas diarias, compartir esos disfrutes. Y en cuanto a la solidaridad: no nos asuste hacer ciertos actos de desprendimiento fuerte. No hace falta que sean conocidos. Este es nuestro estilo.
Para saber más
A grandes rasgos se puede decir que el tema de la pobreza tiene que ver en Edad Media con el tema de la marginalidad: el 92% de la población estaba bajo el umbral de la pobreza. La riqueza de la mesa del rico proviene de la riqueza injusta y la carencia de la pobreza del pobre proviene de su pobreza injusta (el “pan sucio” del que solía hablar el recordado papa Francisco).
2. Poner el acento en lo importante: II,8
Dijo también que la dicha bienaventurada madre Clara, antes de enfermar, hacía tanta abstinencia, que en la cuaresma mayor y en la de san Martín ayunaba siempre a pan y agua, menos los domingos, en que bebía un poco de vino, si lo había. Y tres días a la semana, los lunes, miércoles y viernes, no comía nada, hasta que san Francisco le mandó que, de todos modos, cada día comiese algo; y entonces, por cumplir con la obediencia, tomaba un poco de pan y agua.
Reflexión
Todas las monjas insisten en que Clara era una ejemplar ayunante. ¡Qué iban a decir! En la Edad Media, la monja que no ayunaba que se despidiese de ser tenida por buena monja.
Notemos que dice que ayunaba “antes de enfermar”. Parece que Clara tenía una salud delicada y que estuvo enferma gran parte de su vida, sobre todo los últimos años. En ese caso, el tema del ayuno no regía. Las enfermas tenían otro “estatus” (en RCl 8 se dice que las enfermas pueden tener almohada de plumas y calcetines…).
Clara ayuna, pero sabemos qué pensaba de ello por la 4 CtaI 5: se ayuna lo que hay que ayunar, pero con tantas mitigaciones provenientes del sentido común, del litúrgico o de la benignidad franciscana (ni los domingos, ni las Pascuas, ni las fiestas de María y de los apóstoles, ni los miércoles, etc.) que, al final, parece concluirse que el ayuno no es lo importante, sino la actitud de fe y de fraternidad para con los demás y hasta para con uno mismo.
Es bonito eso de que en los domingos bebía un poco de vino. Añade “si lo había”, lo que quiere decir que había vino en el convento, al menos algunas veces. El supuesto ayuno no impedía una cierta “celebración” con un vasito de vino.
La ruptura del ayuno durante tres días a la semana nada menos, media semana, lo achacan a san Francisco, que ya era santo para entonces. No había problema. Es lo mismo que 4 CtaI: hay que poner el acento en lo nuclear de la fe, en el seguimiento con Jesús, no en prácticas penitenciales equívocas. Esto es lo más importante y ahí es preciso echar el resto.
Derivaciones
Es cierto que las prácticas del ayuno se han modificado y las hacemos con sentido común. A Dios no le importa nuestro ayuno, sino nuestra justicia. Si tu ayuno, el que sea, colabora a la justicia, es ayuno bendito, divino, profético. Si es mera práctica ascética (más allá de lo saludable que puede ser el no comer tanto como comemos) no tiene sentido alguno.
Pero sí puede haber ayunos con sentido en sí mismo: el ayuno de no hablar mal del hermano nunca, el ayuno de no juzgar a tontas y a locas, el ayuno de no apropiarse de las personas de los demás y sus opiniones, el ayuno de no rechazar a quien dice no amarme y seguir considerándole como hermano.
Y luego hay ayunos sociales: el ayuno de no desperdiciar alimentos; el ayuno de mantener la dignidad a toda persona; el ayuno de creer que lo que ocurre a los pobres, aunque estén lejos, me incumbe (guerra de Gaza y todas las guerras en que estamos metidos los humanos); el ayuno de no inventar bulos o de ser críticos ante ellos; el ayuno de participar en acciones sencillas a favor de la paz.
Como Laicos y Capuchinos
Hemos de preguntarnos si los ayunos del punto anterior van tocando por algún lado nuestra vida. Pero más importante aún preguntarse por el centro, por Jesús: si el evangelio nos atrae, si el recuerdo de Jesús nos sostiene, si descubrimos que algunas cosas cambian en nuestra vida, si la compasión y la empatía pasan de ser un sentimiento a una acción, si hay más luz en nuestras relaciones, si vamos adquiriendo con los años una manera nueva de mirar a las personas y a las cosas. Esta es la perspectiva franciscana que habríamos de lograr.
Para saber más
Francisco luchó mucho por mantener pobres la mesas de los hermanos (ayunantes de mesas bien provistas, incongruencias…) como se ve en 2 Cel 73. Perdió la batalla en base a que la providencia era generosa con los frailes. La mesa es un microcosmos social: refleja la idea de la vida y de la economía que se tiene.
3. Oración de profundas raíces: III,20
Dijo también la testigo que, estando la dicha madonna y santa madre cercana a la muerte, una noche, al comienzo del sábado, la bienaventurada madre comenzó a hablar, expresándose así: «Vete segura en paz, porque tendrás buena escolta: el que te creó, antes te santificó, y después que te creó puso en ti el Espíritu Santo, y siempre te ha mirado como la madre al hijo a quien ama». Y añadió: «¡Bendito seas Tú, Señor, porque me has creado!» Y dijo muchas cosas hablando de la Trinidad, tan sutilmente, que las hermanas no la podían entender bien.
Reflexión
Son dos oraciones en momentos de dificultad, a la hora de la muerte de Clara. Las oraciones ante el muro de la muerte tienen un valor especial, están llenas de verdad.
Hablaba “sola”, “bajo”, “no se le entendía”, dicen otras testigos. Podría creerse que es la manera de hablar de quien “desvaría”, próxima ya la muerte. Pero uno intuye en estas incisivas oraciones que hay mucho trasfondo:
- La primera oración está ligada a la proximidad de la muerte. Contiene:
- un sentimiento de seguridad y paz: Vete segura y en paz
- una certeza de buen acompañamiento: tendrás buena escolta
- unas seguridades de fe: te creó, te santificó, puso el Espíritu. O sea, eres obra suya, ha acompañado tu proceso de seguimiento, está en el fondo de tu realidad.
- calidez en las relaciones con Dios: te ha mirado como la madre al hijo que ama.
O sea: honda certeza, honda fe, honda plegaria. El resumen de toda una vida orientada a Dios y en la que una no se ha sentido defraudada.
- La segunda oración es también hermosa: toda una vida contemplativa de muchos años (42) resumida en una sola frase: Bendito seas tú, Señor, porque me has creado. La creación como el mayor signo de amor del Padre porque, con ella, vienen todos los otros dones (fe, seguimiento, iglesia, sacramentos, familia franciscana, etc.).
Derivaciones
Se plantean aquí dos grandes tareas espirituales: la recuperación de la oración desde vivencias actualizadas y hondas; los trabajos por asentar la experiencia cristiana en modos antropológicamente vivos: una fe mezclada a lo que uno es, no tanto una fe religiosa, de ritos y rezos.
En la primera tarea, habría que intentar caer lo menos posible en los brazos de una rutina orante oficial, consagrada por la costumbre, no discernida. Coger el “toro” de la oración (sobre todo de la oración personal) en las manos. ¿Qué lugar va ocupando en la vida la oración personal y el silencio? No es pregunta innecesaria.
Y en lo segundo: tener una visión agradecida, gozosa, filial, positiva de la vida con todas sus consecuencias (alejamiento de la negativización, aprendizaje del disfrute sencillo, conexión con la tierra y sus hermosos ciclos, visión fraterna de la limitación humana, etc.).
Para saber más
La oración según el obispo J. S. Spong:
- La oración es la intención humana consciente de relacionarse con la profundidad de la creación y del amor y, por lo tanto, se un agente en la creación de la plenitud en el otro.
- La oración es ofrecer nuestra vida y nuestro amor a través de la simple acción de compartir nuestra amistad y nuestra aceptación.
- La oración es mi llamada al ser del otro para después dar al otro el valor de arriesgarse, de atreverse y de ser en una forma de ser totalmente nueva, quizá hasta en una nueva dimensión de la vida.
- La oración también es mi oposición activa a esos prejuicios y estereotipos que disminuyen el ser persona y el ser del otro.
- La oración es tomar la opción política correcta para construir una sociedad en la cual las oportunidades pueden ser igualitarias y nadie se vea forzado a aceptar el status quo como su destino.
- La oración es un reconocimiento activo de que existe un centro sagrado en cada persona que no debe ser violado.
- La oración es enfrentar las exigencias de la vida, que nos hacen entender que vivimos sujetos a una amplia gama de circunstancias sobre las cuales no tenemos control.
- La oración no es cobardía frente a estas circunstancias, sino más bien la disposición para enfrentarlas con valor.
- La oración es la habilidad de aceptar la fragilidad de la vida y transformarla aunque nos victimice y nos mate.
- La oración incluye perder la ilusión de ser el centro del universo o que nos nuestras vidas son tan importantes para alguna deidad externa, que esa deidad intervendrá para protegernos.
- La oración es una llamada a romper con la dependencia infantil para entrar en la madurez espiritual.
4. Un corazón fraterno: IV,18
Amaba a las hermanas como a sí misma. Y las hermanas, en vida y después de su muerte, la han reverenciado como santa y madre de toda la religión. Y declaró también que los bienes y las virtudes de su santidad y de su bondad superaban a lo que ella supiese o pudiese decir.
Reflexión
Quienes testimonian en el PCl no se cansan de decir que Clara fue una buena hermana. Lo dicen de mil formas, algunas tan sencillas en la vida doméstica como aquello de que limpiaba los orinales de las enfermas (lo dicen varias testigos: II,1; III,9; VI,7; VII,5).
Ama a las hermanas como a sí misma. Queremos pensar que esto era así: Clara antes que contemplativa, antes que fundadora, antes que abadesa (no le gustaba el nombre), antes que líder (que, de alguna manera, lo fue) era, simplemente, hermana, hermana que ama. Esto parece una obviedad. Pero es hermoso sostenerlo después de muchos años de convivencia.
Y así lo percibieron sus hermanas aunque la reverenciaran como “santa y madre”. Ojalá hubieran dicho como hermana querida, pero tal vez era “demasiado mundano” eso, aunque era lo más profundo de la cuestión.
Y puede ser cierto que sus virtudes superaran lo que se podía decir, pero la gran virtud de Clara fue su insobornable sentido de la fraternidad, de que aquel grupo pobre de san Damián era una familia de hondos vínculos fraternos. Puede quedar un poco en la penumbra porque Clara ha sido vista siempre como santa, pero básicamente ha sido hermana. Así de simple y así de hermoso.
Derivaciones
Se suele decir que los que nos movemos en la espiritualidad franciscana hemos de recuperar la fraternidad, como si fuera cosa que se habría perdido. En realidad, nunca como ahora se ha vivido mejor la fraternidad, por muchos fallos que tenga. Por eso, quizá sería mejor hablar de construir la fraternidad.
A quienes amamos a Francisco y Clara nos define, como a ellos, el ser hermanos. Es decir, la prueba del algodón es la relación: funciona la relación, funciona la vida, la fe cristiana y el franciscanismo. No funciona la relación, no funciona todo eso.
Lo hemos dicho otras veces: tomando pie de Z. Baumann hay que decir que el sentido de la vida y de la vida franciscana es vivir con y para el otro. Vivir en grupo nos define y vivir en buena relación nos sitúa en nuestra verdad.
Laicos y Capuchinos es un modo de hermandad. Es cierto que nos juntamos para la formación franciscana. Pero, en realidad, nos reunimos para ir aprendiendo a ser hermanos y a incorporar la fraternidad a los esquemas cotidianos de nuestra vida. Si se logra esto, se consigue lo otro.
Para saber más
Clara ama el cuerpo de sus hermanas incluso en sus límites, sobre todo en ellos. Para amar el cuerpo hay que tener el coraje de amarlo en su debilidad, física u otra. El amor en la debilidad es el amor puro, libre de premios o pagos. El amor en la debilidad es el que muestra el verdadero rostro de la fraternidad.
5. Valor y riesgo del trabajo manual: VI,14
También declaró que madonna Clara, la cual no quería estar nunca ociosa, aun durante la enfermedad de la que murió, hacía que la incorporasen de modo que se sentase en el lecho, e hilaba. De este hilado mandó confeccionar una tela fina con la que se hicieron muchos corporales y fundas para guardarlos, guarnecidas de seda o de paño precioso. Y los envió al obispo de Asís para los que bendijese, y luego los envió a las iglesias de la ciudad y del obispado de Asís.
Reflexión
Este asunto de los corporales y sus fundas lo ponen también muchas de las testigos. Se ve que Clara unía en esta labor un cierto estar ocupada en su enfermedad, una cierta actividad para enseñar que el trabajo ha de ser la fuente de recursos de la clarisa, no las grandes posesiones (como lo era en las abadías), un cierto amor a la Eucaristía pues de corporales se trata y una cierta conexión con el Obispo y las iglesias del obispado.
El hecho de que sean corporales está hablando de la cercanía total a la realidad eucarística. Pero, más al fondo, se plantea la pregunta del trabajo de las Clarisas y de sus ocupaciones reales en los largos tiempos del día, de su subsistencia y de su modo de no estar ociosas.
Uno se pregunta cómo estaba organizada desde el punto de vista de la economía y del trabajo aquella comunidad numerosa (más de 30 monjas). Cierto que vivirían en modos de subsistencia, pero se necesita mucho para que sobreviva un grupo así. Por ejemplo: uno de los trabajos era el tema de la leña: ¿quién la proveía y cómo se pagaba? ¿quién la cortaba y la preparaba? ¿qué uso se le daba?
Otra cosa: ¿cómo se vivía el trabajo manual? ¿reproducía la vida clariana la estratificación social de la época? Da la impresión de que no (no aparece eso en el proceso). El que Clara se dedique a bordar resulta sospechoso: trabajos delicados para unas, pesados para otras.
Es interesante que el trabajo de Clara tenga relación con la ciudad. No es un mero punto de venta, sino que hay algo de espiritualidad en todo ello. La conexión con las parroquias indica el nivel popular de ese trabajo.
Derivaciones
Este tema del trabajo habría de estar bien orientado, tanto desde el punto de vista económico, como desde el laboral y social. No hemos venido a la vida fraterna a trabajar, sino a ser hermanas y hermanos, aunque haya que trabajar como toda persona para vivir con dignidad. El “trabajo” por ser hermano es el primer trabajo de la fraternidad.
El trabajo debe ser sensato, racional, humano y, por supuesto decente y digno. Tiene que ser patrimonio de todos y no es tolerable en ningún caso la explotación laboral. La reducción de la jornada laboral a 37,5 horas y la adecuación del salario mínimo interprofesional son pasos necesarios hacia otro tipo de empleo.
Hay que planificar bien el trabajo y el ocio. Ha de haber tiempo libre para hacer trabajos personales que llamamos hobbys que esponjan la vida. El que estas ocupaciones tengan conexión con algún aspecto espiritual o religioso no está nada mal.
La vida franciscana de hoy ha de plantearse seriamente el tema de la solidaridad social (tanto en lo económico como en lo laboral). En cuestiones de empleo la justicia ha de ser estricta y sobre ella la generosidad. En los comportamientos fiscales habría que ser escrupuloso.
Para saber más
Ha quedado más que probado, tanto por los textos franciscanos primitivos, como por los estudios que se han hecho sobre ellos, que la mendicación es en el primer franciscanismo una herramienta de supervivencia subsidiaria. Que ya pronto se llegara a ver la mendicación como modo normal de subsistencia, cosa que ha configurado el nombre y la identidad, de la Orden Franciscana. Este aspecto no merece la pena ser ya más discutido: el primer recurso de vida de Francisco y sus primeros hermanos fue y quiso ser el trabajo en sus diversas maneras siempre que sea honesto y menor.
6. Saludables discernimientos: VI,15
Dijo también que la antedicha madonna Clara tenía espíritu de profecía. Un día, san Francisco envió a cinco mujeres para que las recibiesen en el monasterio. Santa Clara se levantó y recibió sólo a cuatro; pues no quería recibir a la quinta porque no había de perseverar en el monasterio más de tres años. Con todo, y ante su importunidad, la aceptó, y la dicha mujer estuvo en el monasterio apenas medio año.
Reflexión
Es un punto secundario pero que puede iluminar una situación actual. El texto alude al espíritu de profecía de Clara, aunque nosotros lo tomaremos desde el lado del discernimiento vocacional. Ver en esto espíritu de profecía es inflar un poco el currículum.
San Francisco le manda cinco vocaciones al monasterio (¡no hacía “campaña vocacional” para los frailes y hace para las monjas!). Se supone que el criterio de Francisco es acertado y que sabe a quién y a qué las manda. No deja de ser llamativo que sean cinco de golpe. ¿Cómo funcionaba esto de las vocaciones en la Edad Media?
Pero a Clara una no le pareció bien porque en ella no veía una vocación capaz de aguantar en aquel género de vida. Le echo tres años y duró medio. Tenía buen ojo.
Le “importunó” (¿quién? ¿la futura monja o Francisco?), cedió algo, pero la cosa no funcionó en absoluto. Clara es de las que quiere tener las riendas en la mano. Se fía de Francisco, pero pone su criterio a funcionar.
Le echó tres años y no duró más que seis meses. Santa Clara hace un discernimiento vocacional. No le interesa el número sino la disposición para que esas personas abracen la vida clarisa.
Derivaciones
El tema del discernimiento vocacional en la vida religiosa es agudo, precisamente en este momento de falta de vocaciones. Ante la tremenda escasez se es proclive a acoger a personas que plantean muchos interrogantes. El elemento de discernimiento clave es si valen o no para una vida en común saludable. El aspecto creyente va después y el religioso en tercer lugar.
Algo parecido pasaría con las vocaciones a la vida matrimonial: hay que ver si se vale para una vida en común. Luego vendrán los asuntos de fe.
La “solución” del problema con vocaciones de otros países plantea los mismos problemas de discernimiento que las de aquí con el agravante de un sobrediscernimiento cultural. Por eso, esta segunda solución es más complicada que la primera.
Es cierto que no habría que ser muy estricto porque ni Jesús ni Francisco lo fueron en exceso. Pero hay que ser sensatos, porque una cosa es una vocación y otra un problema, aunque no sea fácil separar ambas cosas.
Para saber más
De forma generalizada, hay una tendencia a la reducción de los matrimonios religiosos: desde 2013 hasta 2022, se ha dado una disminución de más de 15.000 matrimonios religiosos por año, mientras que los civiles han aumentado en más de 37.800 matrimonios anuales.
7. Afecto y libertad: VIII,12
Y añadió la testigo que, estando ella misma enferma, se hallaba una noche muy abatida por un fuerte dolor en la cadera; y comenzó a quejarse y lamentarse. Y la madonna le preguntó qué tenía. Entonces la testigo le confió su dolor, y la madre se inclinó justo sobre su cadera, en el lugar del dolor; y después le aplicó un paño que tenía puesto sobre su cabeza. E inmediatamente le desapareció la dolencia por completo.
Reflexión
Es interesante hablar de una compañera de clara que sufre en la cadera. Parece que a las monjas compañeras de Clara no le toca el sufrimiento. Pero sí, les toca.
Según como se lea, este texto es peliagudo. Una monja enferma sufre mucho de la cadera. Le confía la situación a Clara y ésta le da como remedio “inclinarse justo sobre su cadera” y después aplicarle un paño que tenía puesto en la cabeza.
Esto último es llamativo porque no sabemos qué virtud curativa puede tener el paño sobre la cabeza. Pero más llamativo aún es eso de “inclinarse justo sobre su cadera”. Alguna otra testigo dice que se acostó junto a su cadera.
Más allá del gusto por las curaciones en la Edad Media (no tenían seguridad social) el gesto (sobre todo si se acuesta) denota un gran afecto y una gran libertad. Cura con el calor de su cuerpo (?) porque dice que no había ningún remedio a la mano en el monasterio.
Parece que Clara no teme usar con las hermanas remedios caseros para sus dolencias que podrían llevar a un cierto equívoco. Pero ella es libre y lo hace con afecto fraterno sin pensar en posibles “malas interpretaciones”.
Derivaciones
La vida franciscana en general ha sido muchas veces muy “estirada”. Con eso de evitar todo aquello que pueda llevarnos a pecar contra la castidad ni nos tocamos, ni nos abrazamos, ni nos besamos, ni nos “masajeamos” (como hace la madre con el hijo que tiene un dolor o un esguince).
¿No hemos incorporado nuestra corporalidad a la vida fraterna y sí la espiritualidad? ¿Se puede hacer fraternidad sin un sano compartir la corporalidad? ¿Cómo vamos a tener una vida fraterna reconfortante si no veo que mi cuerpo ha sido acogido por los hermanos? ¿No predicó Jesús el reino curando, tocando, abrazando, cuerpos? ¿Todo lo corporal tiene que llevar necesariamente a una desviación?
Nos hace falta otra visión de lo corporal: más limpia de prejuicios, más valoradora de la belleza sin mezclar a ella siempre la sexualidad, más como posibilidad que como dificultad, más generadora de alegría que de pecado.
Hay peligro de sobrevalorar la corporalidad (hedonismo, cultivo exagerado del cuerpo, cuidados caros, operaciones, etc.). Habrá que hacer también obra de discernimiento.
Para saber más
El "cultivo exagerado de lo corporal" generalmente se refiere a una obsesión con el cuerpo, que puede manifestarse en diferentes formas, como la preocupación excesiva por la imagen corporal, el culto al cuerpo como objeto de deseo, o la exaltación del cuerpo como un medio de expresión o poder. Esta exageración puede llevar a problemas de salud, relaciones interpersonales y una visión distorsionada de la realidad.
8. Confianza versus temor: IX,2
Preguntada sobre qué había visto ella, respondió que una vez entraron los sarracenos en el claustro del monasterio, y madonna Clara se hizo conducir hasta la puerta del refectorio y mandó que trajesen ante ella un cofrecito donde se guardaba el santísimo Sacramento del Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo. Y, postrándose en tierra en oración, rogó con lágrimas diciendo, entre otras, estas palabras: «Señor, guarda Tú a estas siervas tuyas, pues yo no las puedo guardar». Entonces la testigo oyó una voz de maravillosa suavidad, que decía: «¡Yo te defenderé siempre!» Entonces la dicha madonna rogó también por la ciudad, diciendo: «Señor, plázcate defender también a esta ciudad». Y aquella misma voz sonó y dijo: «La ciudad sufrirá muchos peligros, pero será protegida». Y entonces la dicha madonna se volvió a las hermanas y les dijo: «No temáis, porque yo soy fiadora de que no sufriréis mal alguno, ni ahora ni en el futuro, mientras obedezcáis los mandamientos de Dios». Y entonces los sarracenos se marcharon sin causar mal ni daño alguno.
Este episodio lo cuentan casi todas las testigos, se ha popularizado y ha pasado a los grabados que pintan a Clara con la custodia y cosas así (aunque los ostensorios vendrán dos siglos después). Pero más allá de lo anecdótico, se pueden desvelar los mecanismos para generar confianza en la persona y en la comunidad atrapada por el temor. Precisamente el que lo cuenten todas indica cómo quedó esa escena en el imaginario colectivo como algo terrorífico.
Se refiere a estos hechos: en 1240, las tropas sarracenas, al servicio del emperador Federico II, atacaron el convento de San Damián en Asís. Los sarracenos (musulmanes) eran una amenaza constante en el sur de Italia en aquella época. Federico II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, también se valía de ellos en sus campañas militares. Eran el terror del cristianismo. Notemos que el convento de san Damián está fuera de las murallas, lo que aumentaba su riesgo.
Primeramente se habla del “cofrecito de la eucaristía”, es decir, del amparo de Jesús y del Padre sentido como una certeza viva. No se está solo ante el problema (se pinta a Clara con un ostensorio; es un anacronismo). La eucaristía como lugar de fortaleza para vencer miedos.
Luego está poner la situación de temor comunitario antes que a los propios temores. Lo importante es que la comunidad como tal se vea libre de los miedos.
En tercer lugar está la preocupación por la ciudad. Clara mantuvo siempre una conexión ciudadana con Asís. La ciudad entra en sus preocupaciones orantes siempre y más en este momento de angustia.
Derivaciones:
A veces sobrevienen sobre la vida grandes temores. Un síntoma de crecimiento cristiano es la capacidad para elaborar temores. Para ello hay que comenzar por abrirse a la realidad sabiendo que hay personas y situaciones de gran calidad que ayudan a disipar las sombras de los temores.
Después, hay acercarse a los problemas, porque de lejos parecen más grandes. Es necesario tomar la medida lo más exacta posible de las situaciones. Para ello, no agrandar los temores con exageraciones, sino aplicar el más elemental realismo y la medida sensata del sentido común. No hurgar en los temores sino tratar de aminorarlos en la medida en que se pueda.
Generar una vida en confianza que haga de contrapeso al temor. Trabajar una espiritualidad de la confianza en el acompañamiento del Padre que ayude a percibir la evidencia de que nunca estamos solos.
El poner sobre la mesa común los temores hace que su efecto negativo sea menor. En comunidad, las alegrías se agrandan y los temores menguan.
Para saber más
Una de las “angustias” de Clara fue el interrogante por el futuro de san Damián. Ella era consciente de que la elaboración de su propia Regla no iba a ser la solución final. Pero pensó que, como el Privilegio de la Pobreza, contribuiría a frenar la maquinaria institucional de la Iglesia que pretendía solucionar el “problema” de la diversidad de tendencias entre las mujeres franciscanas mediante el conocido mecanismo de la uniformización monástica.
9. La fuerza de la vida: XII,6
Preguntada por en qué estaba la santidad de madonna Clara, respondió que estaba en la virginidad, en la humildad, en la paciencia y afabilidad, en la corrección necesaria, en las dulces exhortaciones a las hermanas, en la asiduidad en la oración y la contemplación, en la abstinencia y el ayuno, en la aspereza del lecho y del vestido, en el desprecio de sí misma, en el fervor del amor de Dios, en el deseo del martirio; y, por encima de todo, en el amor al Privilegio de la Pobreza.
Reflexión
Este testimonio es de Beatriz, hermana de Clara. Son lógicamente los valores que ve en Clara, porque de eso le están preguntando. El número es un resumen sucinto.
- La virginidad: se apreciaba mucho en la época. Clara la “utiliza” para escapar del matrimonio y dedicarse a lo que le gusta, como lo veremos más adelante.
- La humildad: Clara no es soberbia, pero tampoco deja que le pisen. Es luchadora.
- La paciencia y afabilidad: esto parece que fue así. Pero era inconmovible cuando se trataba de valores definitivos (por ejemplo, el estilo de vida sencillo).
- La corrección necesaria: lo hemos visto en el tema del discernimiento vocacional.
- Dulces exhortaciones a las hermanas: cómo gobernar aquel colectivo tan grande de mujeres. Parece que Clara no tenía mano de hierro.
- Asiduidad en la oración y contemplación: esto queda claro en las cartas a Inés de Praga.
- En la abstinencia y ayuno: ya sabíamos lo que pensaba por las mismas cartas. Su tendencia es mitigadora.
- En la aspereza del lecho y del vestido: sería interesante sabe cómo vestían las primitivas clarisas.
- El desprecio de sí misma: esto es un tópico muy fuerte en san Francisco. Clara tiene un ego saludable.
- El deseo del martirio: propio de la espiritualidad de la época. Francisco estaba imbuido de él; se lo contagiaría.
- El Privilegio de la Pobreza: esto por encima de todo porque fue la salvaguarda legal en la que se refugió.
Derivaciones
¿Dónde está fuerza de los grupos franciscanos hoy? ¿Cuáles son los valores elementales sobre los que se asienta su experiencia fraterna? Podrían ser:
- la certeza de pertenecer a un proyecto común
- la seguridad de que la oración compartida lleva a caminos de Evangelio
- la seguridad de que una vida simple ayuda al camino del seguimiento
- el cultivo de utopías creyentes más allá del necesario realismo
- la seguridad de que se pueden encontrar caminos nuevos de espiritualidad
- el deseo de recrear cada día el carisma sin anclarse en modos rutinarios.
Para saber más
Desde nuestra perspectiva de hoy, pasados casi ochocientos años de la muerte de Clara, podemos pensar que su anhelo de una vida evangélica vivida en fraternidad y contemplación, en el peculiar modo del sueño de Francisco de Asís, ha sido un anhelo inútil, vistos los resultados. Pero un análisis sosegado muestra que no es así: el mensaje central de vida de Clara se ha mantenido vivo, por encima de los avatares del tiempo, de la estructura eclesiástica y de los diversos modos de vida clarisa a través de los siglos.
10. Mística fraterna: XIV,8
Dijo igualmente la testigo que, habiendo oído cantar una vez la dicha santa madre madonna Clara, después de Pascua: «Vi el agua que salía del templo por el lado derecho», recibió de ello tal alegría y lo guardó en su mente de tal manera, que siempre, después de comer y luego de completas, hacía que las rociasen con agua bendita a ella y a las hermanas, y les decía: «Hermanas e hijas mías, siempre debéis recordar y tener en la memoria aquella bendita agua que salió del costado derecho de nuestro Señor Jesucristo pendiente de la cruz».
Reflexión
Clara tiene una pequeña experiencia mística cuando canta la estrofa Vidi aquam. Es un canto que se entonaba en el tiempo de Pascua al comenzar la eucaristía y que, como dice Clara, se emparenta con el agua del costado de Cristo: el agua brota de Él, no del templo. La estrofa “Vi el agua que salía del Templo…” es de Ezequiel. Pero la verdadera agua es la del interior de Jesús. Es algo que causa a Clara tal alegría que lo guardó siempre en su mente. Tiene que ver con vivencias interiores, inexplicables, místicas.
Parece que hace ese rito reservado a la Pascua todos los días después de comer y de las completas (¿o es solamente en Pascua? Porque si lo hace todos los días entramos ya en otra dimensión).
Hace partícipe de esta experiencia a sus hermanas. Una mística privada no es la mística del evangelio. Si logra ese entusiasmo en su comunidad se ha dado un paso en la dirección de la mística común. Un nivel más hondo.
Ya lo hemos dicho: poner ese gesto bendicional en conexión con el agua que sale del costado de Cristo es algo mucho más profundo que el bautismo: es el espíritu que habita en el interior de Jesús. Se conecta con él.
Derivaciones
La mística tiene que ver con la intuición, lo indecible. Es lo que bulle dentro, el sentido, los dinamismos de los que antes hablamos. Atañe a aquello que es difícil entregar porque se desconoce casi todo de él. Pero es la razón para levantarse cada día con buen ánimo, agradeciendo el regalo de vivir y respirar.
La vida franciscana necesita construir místicas comunes. Son muy necesarias para dinamizar la fe y la vida fraterna. No se trata únicamente de que uno solo camine adelante en la vida cristiana, de que a uno solo le vaya bien en la vida fraterna. Necesitamos místicas comunes, anhelos compartidos, proyectos que entusiasmen a todos, propuestas que generen ilusión común. Si estas místicas surgieran (y surgen) habría que apoyarlas con todo aprecio, con entusiasmo incluso.
Para saber más
Necesitamos una mística para el futuro. Creer en el futuro conlleva la integración y la superación de la mística. Porque si la mística no queda integrada en la propuesta de fe se le cercena el corazón a tal propuesta. Pero es cierto que tal vez comience a entreverse la necesidad de una mística menos anhelante de Dios y más deseosa de la disolución en lo que vive. Esta disolución no es pérdida ni confusión. Es unificación, identidad, simbiosis. Las viejas teorías teológicas del panteísmo, inmanentismo, etc., saltan por los aires. Estamos hablando de otro plano, de otro nivel. Es haber entendido que llegar a saberse parte del todo es cuando uno mismo es en sí; que disolviéndose es cuando se adquiere el verdadero saber; que siendo otro en lo Otro es cuando más uno mismo se halla en su irreductible ser. Es una mística que, para inspirarse, no mira a los grandes místicos del pasado, sino a los místicos del futuro, tan humildísimos que no sabemos ni dónde están, ni si existen siquiera.
11. Para una vida en libertad: XVIII,2
Como era bella de rostro, se trató de darle marido; y muchos de sus parientes le rogaban que consintiese en casarse; pero ella jamás accedió. Y el testigo mismo le había rogado muchas veces que accediese, y ella no quería ni oírle; antes bien, ella le predicaba a él el desprecio del mundo.
Esto lo narra Rainiero de Bernardo que, al parecer, la pretendió más por su hermosura que por su dinero (noble venida a menos). Eran los matrimonios amañados de la época.
Pero Clara hizo gala de una tremenda libertad para la época rechazando el matrimonio por otro plan de vida. Era la única y difícil manera para la mujer medieval de ser libre. Esta pasaba de la potestad del padre a la del marido.
Pero lo fue, frente a su familia, frente a las autoridades eclesiásticas y frente a cualquier presión. Su vida pobre es la que engendra una vida libre, porque es la sencillez la que genera libertad.
Clara pertenece a una familia de “mujeres libres”: su madre Hortulana parece que viajó a Tierra Santa, algo insólito (I,4). Su hermana Inés se fue con Clara con una violenta oposición familiar. Beatriz también fue a san Damián.
Se ve que el tal Rainiero fue insistente, pero no logró hacer cambiar a Clara de propósito. El “desprecio del mundo” quizá aluda a la vida franciscana. Mucha libertad y no poca retranca en Clara.
Derivaciones
La vida franciscana que ha engendrado de varias formas mucha sumisión podría haberse orientado hacia una gran libertad. Nunca se es tarde para recuperar mayores cotas de libertad, de autonomía, de adultez. No se trata de hacer los propios caprichos, sino de, participando de una fraternidad, percibir que se camina en cotas de libertad interior y fraterna que la hacen a uno respirar. La vida franciscana, como el evangelio, no anula la libertad, sino que la potencia.
Conclusión
Es cierto que el PCl es un documento antiguo y muy condicionado por la mentalidad de la época. Pero hay rasgos que persisten y que todavía son elocuentes tanto para Laicos como para Capuchinos. Logra activar la certeza de que el proyecto clariano es muy interesante y hasta muy saludable para el sentido común, para la sensatez de la persona. Además conecta muy bien con la renovación eclesial del Vat.II al poner el acento en la fraternidad y en una mística cristiana asentada sobre los valores elementales del Evangelio.