Carmen C.G. es madrileña, la mayor de dos hermanas. Aprendió de su padre la pasión por las cosas en las que cree y de su madre lo que sabe sobre "acoger", "querer" y cuidar mucho lo que significa ser mujer en este mundo. "Ellos quisieron que me formara con “las de Vedruna” y con “los Jesuitas” donde experimenté lo que significa ser parte de una familia mucho más amplia porque todos y todas estamos sostenidos por un Amor más grande, y el dolor al comprobar la injusticia bajo la que viven tantos partes de este súper familión que somos los humanos", nos dice.
Estudió psicología, quería aportar mi granito de arena, y allí se enteró que sólo desde el conocimiento y el contacto con al menos un parte de su fragilidad podría aportar algo. A día de hoy está muy vinculada con el barrio de Lavapiés, con sus gentes, sus luchas y su manera de aportar a la construcción de un mundo distinto.
Carmen, ¿Qué trabajos has desarrollado en el tema social?
He estado vinculada al “tema social” desde muy jovencita a través de diferentes espacios y experiencias relacionadas con el mundo de la exclusión: mujeres en prisión, niños y niñas en situación de vulnerabilidad social, personas en situación de calle, drogas…acompañamiento de personas en fases terminales de SIDA…
Ya siendo adulta comencé a trabajar en pisos de reinserción y después como psicóloga de un centro para personas en situación de calle.
¿Cómo entras en contacto con los capuchinos?
Fue a través de Afas. Hace dos años un grupo grande de chicos subsaharianos llegó a Madrid y no tenían sitio donde vivir. Uno de los chicos, de los más jóvenes, estaba desesperado. En un cumpleaños, donde también fue este chico, conocí a David que trabaja en la residencia de menores de El Pardo y él en seguida se acordó el piso que tenía Afas. A las pocas semanas este amigo camerunés pasó a vivir allí. Y así comencé “esta relación”.
¿En qué consiste tu trabajo en el proyecto Afrique?
Hago un poco de todo y eso oficialmente se llama llevar la coordinación del proyecto. Desde el Programa Afrique se acoge a gente recién llegada, se les ofrece un espacio de encuentro y descanso, orientaciones para poderse manejar por Madrid a todos los niveles, diferentes actividades que sobre todo realizan voluntarios y voluntarias. Intentamos dar respuestas a las necesidades más fundamentales y acompañar procesos a medio plazo. Me gustaría pensar que ofrecemos un espacio de referencia y seguridad, y por qué no decirlo, de cuidado y amor. Este pupurri es lo que yo coordino.
¿Qué es lo que más te atrae de este proyecto?
Que me ofrece la posibilidad de acompañar a personas, procesos de vida, llenos de fuerza luchando por conseguir sus sueños.
¿Cómo ves la situación de las personas que atiendes?
La situación es muy complicada. El viaje, la aventura como ellos lo nombran, es un camino muy duro y en el que, además de otras muchas cosas, hay mucho sufrimiento. La llegada a Europa lejos de ser lo que mucha gente esperaba es una lucha constante por la supervivencia y la dignidad.
Las políticas de fronteras, de extranjería, de acogida, no sólo no cuidan ni protegen a las personas, muchas veces de hecho hacen lo contrario, priorizan lo que llaman la seguridad y el control. Al fin al cabo el capital. Hay mucho dinero y mucho negocio alrededor de todo esto que llaman las fronteras. Las personas están lejos de ser el centro.
¿Qué dificultades tienen?
Para mí las dificultades fundamentales son las institucionales, las legales o políticas, no sé cómo llamarlas. Residir en un lugar, donde aportas tu presencia, tus saberes…todo lo que tú traes…y que no se te reconozcan los derechos mínimos de ciudadanía, que no se te reconozca como ciudadano y ciudadana, es para mí uno de los problemas fundamentales ya que sólo genera dificultades en la vida de las personas. Desde el acceso a los derechos más básicos en cualquier vida humana, como a la percepción de uno mismo, como a la percepción del resto de la sociedad…
Hay que estar muy fuerte y muy acompañado para que no te acabes creyendo el mensaje.
¿Qué objetivos te gustaría materializar en este proyecto?
Más allá de estar respondiendo a necesidades reales de las personas, me gustaría pensar en un lugar de pertenencia, en un espacio que de la posibilidad de encontrar identidad y sentido, cada quien cómo le parezca, a su ritmo y a su modo.
Un espacio de descanso pero también de fortalecimiento. Un espacio propio en el que participar y pensar conjuntamente.
Un lugar desde el que, estando atentos y atentas a la realidad, alzar la voz y pedir lo que corresponde por derecho, o conquistar los derechos que aún no están.
Y también y fundamentalmente, un espacio de acompañamiento, de compartir el día a día y celebrar todas las grandes cosas que también van pasando. Con algo así sueño.
Cuéntanos alguna experiencia relacionada con el proyecto
No me he tenido que ir muy lejos. Escojo hablar de algo que ha ocurrido hoy mismo.
Es la "historia" de F. Un joven camerunés que llegó hace unos meses con su chica a España en patera por Las Palmas. Salieron juntos de Camerún hace años, en los últimos tiempos vivían en Marruecos y las cosas no les iban demasiado mal pero en el momento que deciden ser padres ven claro que tienen que conseguir llegar a Europa.
Así llegó ella N., embarazada de tres meses. Ambos entraron directamente en el centro de internamiento de extranjeros de Canarias, cárceles por no tener papeles. A los días, al saber que ella estaba embarzada la sacaron y le dieron una plaza en un recurso de acogida. Él sin embargo pasó allí dos meses y a su salida fue enviado directamente a otro dispositivo de acogida en Madrid.
Llevan separados desde que llegaron a España, ni si quiera se han visto, ella no podía ir a visitarle.
A través de un buen amigo que también pasó por Madrid y que ahora vive en Francia conocimos su situación. Stephan desde Francia nos pedía que "echáramos un cable" a su "petit". "Su petit" que es grande como un armario y con un susto en el cuerpo como un gatito nos contó la situación. Estaba desesperado viendo que ella estaba a punto de no poder subirse a un avión, que seguirían separados, que su hija, la pequeña Daniela, vendría a este mundo sin estar él acompañándola. Nos pusimos manos a la obra que en este caso fue tirar, como tantas veces, de contactos y de coordinaciones con otras instituciones que a veces también funcionan.
Hasta el último momento no parecía que fuera a ser posible. Gracias al gran trabajo y sensibilidad de la gente de Cear de Madrid (especialmente: gracias Eva), hoy ha llegado N. a Madrid y después de cinco meses y medio, mucho miedo, mucha lucha y mucha esperanza, están juntos otra vez.
Emocionante ver a F. horas antes de salir hacia el aeropuerto dando vueltas como loco por el centro, su reencuentro en el aeropuerto y su plena felicidad al volver a Madrid después de haber dejado a N. en el nuevo centro al que se ha incorporado.
Un día para celebrar derechos exigidos y cumplidos y para celebrar que el amor también existe