Pedro José Gómez es madrileño de 54 años, casado con Ana y padre de Luna y Alba.
Es miembro desde hace más de 35 años de una pequeña comunidad cristiana inserta en el barrio de Pan Bendito de Madrid (Carabanchel), en la parroquia de San Benito Abad. Estudió Economía y Teología y es profesor de Economía Internacional y Desarrollo de la Universidad Complutense de Madrid y colaborador del Instituto Superior de Pastoral.
Recientemente ofreció una ponencia en la Escuela Superior de Estudios Franciscanos -ESEF- titulada "Ecología y estilos de vida. Cambios en el comportamiento y el Consumo" que ya, desde el principio, ofrecía datos de cierta preocupación, como por ejemplo ... "si todos viviéramos como el ciudadano medio español, serían necesarios dos planetas y medio como el nuestro"... ante esta y otras reflexiones ofrecimos a Pedro José unas preguntas que amablemente nos respondió así:
¿Qué esquema social estamos construyendo y cuáles son las diferencias más importantes?
El cambio más profundo al que estamos asistiendo en estos momentos de la historia humana es que durante cientos de miles de años la humanidad ha estado a merced de la Naturaleza pero desde hace pocas décadas ocurre lo contrario: la Naturaleza se encuentra a merced de la acción humana. Somos casi 7.500 millones de seres humanos que hemos asumido que la vida deseable es la de la sociedad de consumo, es decir, la representada por las clases medias de los países económicamente desarrollados. Pero este estilo de vida es incompatible con los recursos disponibles en nuestro planeta y con la capacidad de mantener los equilibrios ecológicos básicos (temperatura, biodiversidad, ciclo del agua, etc), así como con la capacidad de absorción de residuos. Es crucial pasar de una economía del crecimiento a una de la sostenibilidad, descubrir que "más" no es sinónimo de "mejor" y que la persona puede desarrollarse -y mucho- aunque no aumente su consumo de materia y energía, porque hay muchas dimensiones de la persona que pueden desarrollarse sin impactos medioambientales negativos (el conocimiento, la amistad, el arte, la oración, etc.). Sin embargo, los gobiernos, las organizaciones económicas internacionales y la misma universidad siguen valorando la actividad económica solo en términos de crecimiento, lo que desde el punto de vista del medio ambiente y la equidad mundial es suicida.
¿Qué tres reflexiones más importantes puede ofrecernos en relación con la encíclica del Papa Laudato Si y el consumo?
Esta encíclica posee una enorme riqueza y ha tenido un impacto formidable en numerosísimos ecologistas ajenos a la fe cristiana. Si tuviera que elegir tres enseñanzas serían las siguientes que enumero y luego ilustro con algunos números de la Laudato si´:
a) Debemos conocer la realidad para hacernos responsables de ella. "Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla" (nº2) "El objetivo no es recoger información o saciar nuestra curiosidad, sino tomar dolorosa conciencia, atrevernos a convertir en sufrimiento personal lo que le pasa al mundo, y así reconocer cual es la contribución que cada uno puede aportar" (nº 19)
b) Las causas del deterioro ambiental y de la injusticia social son las mismas: la codicia, la indiferencia, la obsesión por el crecimiento y el paradigma tecnocrático. Ellas causan el empobrecimiento de la Tierra y la pobreza de millones de personas. "Estos problemas están íntimamente ligados a la cultura del descarte que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura" (nº 22)
c) Hace falta una profunda conversión personal hacia la austeridad pero también cambios estructurales y políticos. Por poner dos ejemplos reproduzcamos dos números del a encíclica. "La política no debe someterse a la economía y ésta no debe someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia. Hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana. La salvación de los bancos a toda costa, haciendo pagar el precio a la población, sin la firme decisión de revisar y reformar el entero sistema, reafirma un dominio absoluto de las finanzas que no tiene futuro y que sólo podrá generar nuevas crisis después de una larga, costosa y aparente curación. La crisis financiera de 2007-2008 era la ocasión para el desarrollo de una nueva economía más atenta a los principios éticos y para una nueva regulación de la actividad financiera especulativa y de la riqueza ficticia. Pero no hubo una reacción que llevara a repensar los criterios obsoletos que siguen rigiendo al mundo. La producción no es siempre racional, y suele estar atada a variables económicas que fijan a los productos un valor que no coincide con su valor real. Eso lleva muchas veces a una sobreproducción de algunas mercancías, con un impacto ambiental innecesario, que al mismo tiempo perjudica a muchas economías regionales" (nº189). "La espiritualidad cristiana propone un modo alternativo de entender la calidad de vida, y alienta un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo. Es importante incorporar una vieja enseñanza, presente en diversas tradiciones religiosas, y también en la Biblia. Se trata de la convicción de que « menos es más ». La constante acumulación de posibilidades para consumir distrae el corazón e impide valorar cada cosa y cada momento. En cambio, el hacerse presente serenamente ante cada realidad, por pequeña que sea, nos abre muchas más posibilidades de comprensión y de realización personal. La espiritualidad cristiana propone un crecimiento con sobriedad y una capacidad de gozar con poco. Es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a valorar lo pequeño, agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos. Esto supone evitar la dinámica del dominio y de la mera acumulación de placeres." ( nº 222)
Háblenos de las 4 etapas de cambio de vida que se pueden producir para ser competentes y hacer este mundo más habitable.
Debo esta imagen a un amigo ecologista cristiano y noviolento llamado Javier López. El señalaba que, en materia ecológica, todos debíamos atravesar cuatro etapas educativas. Primero éramos incompetentes inconscientes porque no sabíamos hasta que punto nuestro estilo de vida dañaba al planeta. Por eso debíamos pasar a ser incompetentes conscientes, es decir necesitábamos analizar el impacto que tenían sobre la Naturaleza nuestros comportamientos ordinarios (alimentación, vivienda, ocio, transporte, etc.). En tercer lugar, deberíamos modificar los comportamientos más perniciosos paulatinamente y pasar a ser competentes conscientes, esto es, personas con un estilo de vida sostenible y generalizable. Pero esta fase no era la última de nuestra conversión ecológica como pudiera parecer a primera vista. El objetivo final del proceso educativo sería llegar a ser competentes inconscientes, lo que implicaría que la sensibilidad ambiental y el comportamiento sostenible se habrían convertido en nosotros en hábitos automatizados, de tal manera, que no tendríamos que reflexionar ni motivarnos para actuar de un modo positivo para la Naturaleza y la equidad social. Todos estamos de acuerdo en que conduce mejor quien tiene una experiencia de años que quien acaba de sacarse el carnet, aunque ésta sea perfectamente consciente de todas las normas de tráfico y de la teoría de la conducción.
¿Actitudes para poder ser menos dañino? …
Por una curiosa coincidencia, las actitudes que debemos asumir para ser más ecológicos en nuestro modo de vida pueden expresarse a través de varias palabras que empiezan por la letra "R" y que ayudan a tener una regla mnemotécnica. Por orden de importancia respecto al impacto ambiental las palabras tradicionalmente señaladas por el movimiento ecologista son la siguientes: Reducir (el uso de materia y energía), Reutilizar (los bienes hasta el agotamiento de su posible uso) y Reciclar (sus componentes al máximo, para utilizarlos en la fabricación de otros nuevos). Por el camino, algunos añaden la necesidad de reparar los bienes que se deterioran (algo que las técnicas de fabricación actuales, que incorporan la obsolescencia programada, hacen muy difícil) y los cristianos deberíamos añadir el repartir, dado que compartir el uso y disfrute de los artículos puede reducir mucho la cantidad de ellos que se necesiten y alargar al máximo su vida útil).
¿Existe una Relación entre fe cristiana y consumo responsable?.
Podemos decir que la reciente sensibilidad ecológica entronca de modo natural con la visión tradicional del cristianismo hacia los bienes materiales. El cristianismo se opone tanto a la pobreza como a la acumulación. Forma parte de la espiritualidad cristiana el principio de la suficiencia. En lo material, hemos de buscar lo necesario y nada más, porque la acumulación de unos genera empobrecimiento de otros y porque la verdadera vida comienzan en el terreno del amor, de la fraternidad y de la justicia. El libro de los Proverbios lo expresa de una forma bella: "Aleja de mi la mentira y las palabras engañosas. No me des pobreza ni riqueza; dame a comer mi porción de pan" (Pr 30, 8) y el evangelio de Mateo (6, 25-33) lo subraya de forma nítida: "Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas."
Por lo tanto sabemos que cada vez que compramos, estamos "votando" y eligiendo el tipo de sociedad en el que queremos vivir y el tipo de procesos económicos que vamos a favorecer.
¿Qué herramientas tenemos para afrontar la conversión ecológica que necesitamos?
En éste, como en tantos otros asuntos de la vida, lo importante no es saber lo que debemos hacer, sino dónde encontraremos la motivación para hacerlo, en particular cuando se trata de ir a contracorriente y adoptar un comportamiento minoritario. Por eso me parece crucial destacar que los cristianos poseemos varias herramientas privilegiadas para afrontar la conversión ecológica que necesitamos.
- En primer lugar, la fuerza del Espíritu que nos hace considerar al universo como un regalo de Dios que debemos contemplar y cuidar porque no somos sus despóticos y exclusivos propietarios.
- En segundo lugar, una concepción de la vida centrada en el amor y la justicia, no en la elevación continua del nivel de vida.
- Por último, la experiencia comunitaria que resulta de enorme ayuda cuando se desea discernir comportamientos saludables y sostenibles y se requiere del apoyo social para vivir de otra manera y resistir la presión de la concepción dominante de la vida.