1.-¿Quién es Xabier Parra y cómo entra en contacto con los Capuchinos?
Una vez en una Asamblea del Vicariato de Aguarico les desvelé un pequeño secreto personal. El primer recuerdo que conservo de mi infancia es el relato de la muerte de Alejandro Labaka contado por un misionero. Tengo grabada la imagen de sus cuerpos y la historia que hablaba de fronteras personales y geográficas, de mundos que en aquel entonces me parecían mágicos. Mi relación con los Capuchinos proviene de ahí, de una relación familiar y de infancia que se fue constituyendo con los años en una relación de colaboración y después en una laboral. Supongo que aquel recuerdo me marcó más de lo que en el momento pensé y aunque estaba cargado de una admiración muy infantil o inocente, fue una buena manera de iniciar la relación.
Mi vida siempre ha estado vinculada al mundo de la solidaridad, de la opción por la acción social. Primero de pequeño en la parroquia en Pamplona y en los grupos de tiempo libre y scouts. Luego seguramente en la elección de mi carrera profesional, al irme a estudiar Psicología Clínica a Bilbao y en las primeras labores de voluntariado, prácticas y experiencias laborales y sobretodo en el paso que di en el año 2009 al irme a Ecuador. Había estado antes como voluntario un mes, pero de alguna manera sentía la necesidad de comprender mejor aquel mundo que me había cautivado de pequeño.
Ahora en Madrid siento que aquellos años en la amazonia han configurado una parte importante de mi persona y de la manera de entender el mundo que me rodea y encuentro en mi trabajo actual, en la dirección de SERCADE, una manera de responder a esa inquietud.
2.-Háblanos de tu actividad actualmente. (dirección Sercade)…
Cuando estaba en Ecuador encargándome de los proyectos de cooperación al desarrollo de los Capuchinos en la amazonia, me hablaron sobre la iniciativa de la nueva Provincia de Capuchinos de España de conformar una estructura para apoyar en la gestión de su acción social. Además de que en lo personal y familiar el regreso a España era un paso que queríamos dar, me pareció un proyecto interesante.
Los dos años que llevo en esto he trabajado principalmente en explorar una nueva manera de enfrentar la acción social para la Provincia. El primer paso para los Capuchinos, ahora que estaban en la unificación provincial, era ponerse de acuerdo en criterios, en las formas de dar nombre a su actividad, en sus prioridades, etc. Ha costado un tiempo resolver el puzzle pero creo que ya hemos dado con algunas teclas que en términos generales nos han puesto de acuerdo a todos. Ahora, en este trienio toca ya dar los pasos definitivos para configurar a SERCADE y sobretodo, toca priorizar en nuestro trabajo la verdadera labor social, aquella que beneficie a los verdaderos protagonistas de SERCADE, a los colectivos marginados, a aquellas personas que son minoría en sus sociedades.
3.-¿Cuál es la parte que más te gusta de esta actividad?
Supongo que la diversidad de tareas.
En lo personal ha sido difícil volver de Ecuador. Allá estaba acostumbrado a una actividad frenética, jornadas interminables y cargadas de contenido social, acción muy vinculada con los beneficiarios, programas de promoción de derechos humanos, defensa de pueblos indígenas, cooperación cultural, atención a necesidades básicas, etc. Durante este tiempo en Madrid ha costado recobrar ese ritmo pero ahora por fin la lista de “pendientes” va aumentando. Era importante darle un tiempo a construir la herramienta para actuar en lo social y ahora ya la tenemos.
Me gusta entender la acción social como una propuesta que cabalga entre reflexión y acción. Es necesario actuar y ser efectivo en asistir a quienes están en situaciones de vulnerabilidad, si no lo hacemos así podemos acabar convirtiéndonos en meros locutores del sufrimiento humano. Pero también es necesario hacer reflexionar a la sociedad sobre la responsabilidad que tenemos a la hora de enfrentarnos a las desigualdades. Las entidades de tipo social tenemos la responsabilidad de hacer reflexionar a nuestras bases sociales. Y no hablo de los grandes discursos a los que nos tienen acostumbradas las ONGs, sino a la reflexión que se da en los colegios y las catequesis, en las charlas que nos proponen en los centros sociales, y en las homilías de la eucaristía.
Ese esquema de poder estar promoviendo actuaciones sociales y generando reflexión sobre las mismas es algo que me gusta.
4.-¿Cómo visualizas valores como la solidaridad en estos tiempos?
¿Es la población solidaria con los proyectos que propones?
La gente es solidaria, en términos generales, aunque no siempre nos pondríamos de acuerdo respecto a qué significa “solidaridad”. Para mi es un deber y no tanto una opción. No creo mucho en los discursos de dicotomías “pobres vs. ricos” o “buenos vs. malos”, creo que la realidad es más compleja. Pero estoy de acuerdo con que el sistema social imperante en “occidente”, el que se define entre otras cosas por la hipervoracidad consumista, la necesidad inaplacable de adquirir y atesorar bienes, ha hecho que la “solidaridad” sea una opción por momentos. Pareciera que uno es lo que es y que hay momentos en los que nos viene el remordimiento o la alerta sobre las desigualdades y que nos da por ser solidarios.
Supongo que uno de los retos de la sociedad, uno en el que la Iglesia creo que tiene mucho que decir, es el de construir una sociedad en la que la solidaridad sea un valor permanente y que nos defina más que el sufrimiento.
La crisis ha hecho aflorar el deseo de ayudar al prójimo. Quizá incluso en exceso, tapando los desmanes y ausencias de quienes tienen una parte importante de la responsabilidad de ayudar.
5.-¿Cómo se compensa la falta de fondos destinados a temas sociales, cooperación
Y desarrollo que ya no aportan las administraciones públicas?
Se compensa con trabajo, trabajo y más trabajo.
Hablar de política de cooperación al desarrollo es hablar del pasado. No hay ningún sector que pueda sobrevivir a más de un 80 % de recortes. Las ONGDs nos dedicamos ahora a diversificar fuentes de ingreso, a mejorar nuestra estrategia de comunicación, a lanzar campañas y a pedir y pedir y pedir. Pedimos en la calle, pedimos en la televisión, pedimos en carteles… Esos esfuerzos compensan puntualmente la escasez de fondos en algunos proyectos. Ahora por ejemplo el Gobierno Vasco ha respondido positivamente a un proyecto de defensa de derechos de pueblos indígenas en Ecuador.
Pero hay cosas que no se pueden compensar. La cooperación al desarrollo se constituyó durante unos años como una forma diferente de entender las relaciones internacionales, como una manera de responder a la responsabilidad que el mundo tiene al haber generado desigualdades. Ese enfoque es difícil que se recobre porque los esfuerzos no están puestos en promover proyectos sociales y generar reflexión sobre los mismos, sino en buscar dinero.
Las entidades que estamos vinculadas a órdenes religiosas tenemos la suerte de poder subsistir porque somos parte de la expresión de un carisma, una apuesta que va más allá del apoyo de los gobiernos; y porque contamos con fondos derivados de donaciones de particulares. Pero no llegamos a todo y no llegamos de la misma manera. Un recorte del 80 % en los ingresos significa un recorte del 80 % en las personas que se han visto beneficiadas de los proyectos. Los recortes en el norte global derivan en sufrimiento en el sur global.
6.-Háblanos de tu experiencia en Ecuador.
Podría contar muchas cosas y aburriría a los lectores. Algo que nos suele pasar a quienes vivimos experiencias personalmente intensas es que nos resulta muy difícil contarlo transmitiendo la trascendencia que tiene para nosotros. Ahora en la distancia y con el paso del tiempo me quedo con la sensación de certeza de que la cooperación al desarrollo vinculada a una acción pastoral es realmente efectiva para ayudar en el desarrollo de un lugar.
Orellana es un lugar muy particular, muy de frontera. Solíamos decir allí que es el final de muchos mundos y el comienzo de otros. Un lugar en el que imperaba el desorden y personajes muy dispares. Es un lugar en el que ves cómo afectan a los últimos de la escala las decisiones que se toman por los primeros. Ante esa compleja realidad gobernada por intereses económicos ajenos la respuesta que ha dado la Iglesia local ha sido espectacular. Seguramente mejorable en muchos aspectos, pero sin duda alguna ha sido la mejor que ha tenido el lugar. El Vicariato de Aguarico ha sido referente en dotar de servicios a la población, en formar las capacidades de la población, en dar respuesta a las principales necesidades, en fomentar una acción pastoral orientada a las minorías, etc. Y además, toda esa labor, se ha hecho con el apoyo de cooperantes y de ONGDs que, cada una desde su planteamiento ideológico, más o menos cerca de la iglesia, se han querido unir a esa apuesta por el desarrollo.
Hoy en día la amazonia ecuatoriana sigue teniendo muchos retos por delante, pero yo estoy seguro de que no habría sido lo mismo sin la presencia de los Capuchinos y de todo lo que han arrastrado.
7.-Cuéntanos alguna anécdota que recuerdes con cariño de esos días en Ecuador.
Las anécdotas más cariñosas tienen que ver con momentos de fraternidad con la gente de Coca, con los misioneros, con los capuchinos… anécdotas con nombres propios.
Pero seguramente las anécdotas que más recuerdo no son las cariñosas, sino las que me hicieron mirar a los ojos del sufrimiento en niñas y mujeres víctimas de violencia de género, las que me sensibilizaron hacia las minorías a través de la situación de vulnerabilidad que viven los indígenas aislados, o las que me hicieron entender qué significa ser “frontera” a través de las historias de los refugiados colombianos.
Recuerdo con cariño a María, una niña que me encontré en la calle por la noche y a la que le podría haber pasado cualquier cosa y que logramos devolver a su familia después de una negociación con su madre que me hizo saltar por los aires mi concepto de relaciones personales, o el caso de Elvira, una refugiada colombiana a la que le ayudamos a tramitar ayudas sociales para su hija discapacitada y que se convirtió en precedente para que los refugiados accedieran a programas de asistencia social. Recuerdo muchas anécdotas en los casos puntuales que atendíamos, en las ayudas concretas… y eso me hace pensar en la importancia de la tan denigrada asistencia.
A veces la mejor ayuda no es la que implica cambios globales sino la que va dirigida a rostros concretos.
8.-Un proyecto que te gustaría impulsar…
Más que uno, miles. Tengo mucha ilusión por hacer rodar la relación entre los proyectos sociales que apoyamos y los colegios que los Capuchinos tienen en España. Creo que la sinergia entre esos dos elementos nos impulsará a un gran abanico de posibilidades.
Y tengo mucha ilusión por explorar las fronteras de pobreza que más afectan ahora a España. La relación con África creo que es de vital importancia para construir esa sociedad de la que hablábamos basada en la solidaridad. Tiene que haber muchas más maneras de responder al sufrimiento que con vallas y concertinas.