Su vida está marcada por una conversión profunda que lo llevó a abrazar la pobreza, el servicio a los demás, y un amor apasionado por toda la creación.
San Francisco de Asís, conocido como el "Poverello" por su amor radical a la pobreza, es una de las figuras más icónicas de la espiritualidad cristiana. Nacido en 1181 / 1182 en Asís, Italia, como Giovanni di Pietro Bernardone, creció en una familia adinerada, pero eligió un camino diametralmente opuesto al que su entorno social le ofrecía. Su vida está marcada por una conversión profunda que lo llevó a abrazar la pobreza, el servicio a los demás, y un amor apasionado por toda la creación.
La Conversión Radical
Francisco pasó sus primeros años en una vida de comodidad y placeres mundanos, disfrutando de la riqueza de su familia de comerciantes. Sin embargo, tras una serie de experiencias personales, como la enfermedad y el cautiverio durante una guerra local, comenzó a sentir una insatisfacción profunda con su estilo de vida. Su conversión se aceleró cuando, en la iglesia de San Damián, escuchó a Cristo desde el crucifijo decirle: "Francisco, repara mi iglesia". Interpretando esto al principio de manera literal, se dispuso a reconstruir físicamente la iglesia en ruinas. Sin embargo, más tarde comprendió que su misión era más amplia: debía revitalizar la Iglesia y llevar su mensaje de paz y amor a todos los rincones.
Renunció a su herencia familiar y se consagró a una vida de pobreza extrema
Se vestía con una túnica sencilla y descalzo caminaba por los caminos, predicando la paz, el arrepentimiento y el amor de Dios. Su vida de pobreza no era una mera renuncia material, sino una opción por una simplicidad radical que reflejaba su deseo de ser totalmente dependiente de Dios, reconociéndose como uno de los "mínimos" en el reino de los cielos.
El Amor a los Pobres y Marginados
Uno de los pilares de la espiritualidad de Francisco fue su profundo amor y servicio a los pobres, enfermos y marginados. El episodio más significativo de su vida ocurrió cuando, durante su conversión, abrazó y besó a un leproso, un acto que lo marcó para siempre. Esta experiencia simbolizó su ruptura con el temor y el rechazo hacia los que la sociedad despreciaba.
Para Francisco, los pobres no eran simples objetos de caridad; los veía como hermanos, criaturas igualmente amadas por Dios, y su misión era compartir su vida con ellos.
El amor a los marginados fue tan radical que, al final de su vida, Francisco se retiró a vivir en el monte La Verna, donde recibió los estigmas, las marcas de la Pasión de Cristo en su cuerpo. Esta experiencia fue el culmen de su identificación con el sufrimiento y la pobreza de Cristo.
La Minoridad, Una Humildad Profunda
Uno de los aspectos centrales de la vida de San Francisco es la "minoridad", un concepto que define su espiritualidad. La minoridad es la elección de ser "menor" en todas las situaciones, es decir, de vivir en humildad y servicio a los demás. Francisco veía a Cristo como el modelo supremo de minoridad: un rey que se humilló a sí mismo al nacer en la pobreza, al vivir entre los más humildes y al morir en la cruz.
Francisco abrazó esta minoridad al rehusar cualquier tipo de poder o privilegio, tanto dentro como fuera de la Iglesia. Él y sus primeros seguidores se autodenominaban "frailes menores", subrayando su deseo de ser los más pequeños, sirviendo a todos sin buscar reconocimiento o estatus. Este espíritu de minoridad se manifiesta también en su actitud ante la naturaleza y la creación, donde se veía no como un dominador, sino como un siervo y hermano de todas las criaturas. Un ejemplo de esto es la famosa historia de la predicación a los pájaros, en la que Francisco, caminando con sus compañeros, se encontró con una bandada de aves.
Contempló que no huían con su presencia. Al notar esto, se detuvo y comenzó a predicarles el amor de Dios, invitándolas a alabar al Creador por los dones que les había concedido: el cielo para volar, el aire que respiraban y el alimento que les proveía la tierra.
Este momento revela no solo su profundo amor por todas las criaturas, sino también su capacidad de ver en cada ser viviente una manifestación del amor de Dios. Para Francisco, los pájaros no eran simplemente animales, sino hermanos que también formaban parte de la gran familia de la creación. Su predicación no estaba limitada a los seres humanos, sino que se extendía a toda la naturaleza, con la convicción de que todo lo creado participa del alabanza a Dios.
Este acto de predicar a los pájaros simboliza cómo Francisco vivía una fraternidad universal, en la que todas las criaturas, sin importar su tamaño o importancia, tenían un lugar especial en el plan divino. La naturaleza no era algo separado del ser humano, sino una hermana más, digna de respeto, amor y cuidado. A través de este simple pero poderoso gesto, Francisco nos enseña a reconocer la santidad en lo pequeño y humilde, recordándonos que todo lo que existe está llamado a participar en la alabanza y gloria del Creador.
El Cántico de las Criaturas.
San Francisco es conocido por su amor hacia la naturaleza y los animales, un amor que alcanzó su expresión más poética en su "Cántico de las Criaturas". En este himno, Francisco alaba a Dios por todas sus criaturas, llamándolas "hermanos" y "hermanas": el sol, la luna, el viento, el agua, el fuego y la tierra. Este profundo sentido de fraternidad con la creación refleja su creencia de que todas las cosas, grandes o pequeñas, llevan la huella del Creador y, por tanto, merecen respeto y cuidado.
Para Francisco, la creación no era simplemente un recurso que los seres humanos debían explotar, sino un don sagrado que debía ser reverenciado. Su visión ecológica está mucho más allá de su tiempo, y hoy resuena con las preocupaciones contemporáneas sobre el medio ambiente y el cambio climático. La relación de Francisco con la naturaleza era de amor y respeto mutuo, reconociendo en cada criatura la obra de Dios. Su famosa historia de la predicación a los pájaros y el lobo de Gubbio muestran su capacidad de conectar incluso con los animales, tratándolos con dignidad y compasión.
Recomendaciones para Vivir en la Línea de San Francisco de Asís
San Francisco nos deja un legado que sigue siendo profundamente relevante.
Son muchas las recomendaciones que emanan de las viviencias del santo y nos invitan a vivir en la línea de sus enseñanzas:
Vivir la Minoridad: Ser “menores” no significa rebajarse ni sentirnos inferiores, sino vivir con humildad, reconociendo nuestra dependencia de Dios y nuestro lugar en el mundo. En la vida diaria, esto se puede manifestar mediante actos de servicio desinteresado, el respeto a los demás, y la renuncia al orgullo o la necesidad de reconocimiento. Un acto sencillo, como escuchar con empatía a alguien o ayudar sin esperar nada a cambio, es un reflejo de la minoridad franciscana.
Amor a la Naturaleza: Francisco vio la creación como una obra maestra de Dios. Hoy, más que nunca, necesitamos redescubrir ese sentido de fraternidad con la naturaleza. Para seguir sus pasos, podemos empezar por acciones cotidianas que respeten el medio ambiente: reciclar, reducir el uso de plásticos, plantar árboles o simplemente contemplar la belleza de la creación en una caminata al aire libre. Cada acto de cuidado hacia la naturaleza es una manifestación de amor a Dios.
Cuidar de los Animales: Francisco trataba a los animales como hermanos y hermanas. En su ejemplo, podemos inspirarnos para ser más conscientes del bienestar animal, evitando prácticas que los dañen o exploten. Adoptar un enfoque compasivo hacia los animales, optar por productos que no impliquen crueldad animal, o apoyar iniciativas que promuevan su protección son formas concretas de vivir este amor franciscano.
Elegir la Simplicidad: En una sociedad de consumo, Francisco nos invita a redescubrir la belleza de la simplicidad. Esto no implica abandonar todos los bienes materiales, sino aprender a vivir con lo necesario, evitando el exceso y compartiendo lo que tenemos con los más necesitados. La simplicidad puede ayudarnos a valorar más las relaciones y el servicio a los demás, en lugar de estar atrapados en la acumulación de bienes.
Compromiso con los Marginados: Francisco nos llama a mirar a los más pobres y marginados con ojos de compasión. En nuestras propias comunidades, hay personas que sufren por la soledad, la pobreza o la exclusión. Ser franciscanos en el mundo moderno implica estar atentos a estas realidades y actuar en consecuencia: ayudar en organizaciones benéficas, escuchar a los marginados y tenderles una mano amiga.
Su vida fue un testimonio de que la santidad no se encuentra en las grandes hazañas, sino en la elección diaria de amar a Dios y al prójimo, viviendo en paz con todas las criaturas. Vivir según sus enseñanzas nos invita a reconocer nuestra interconexión con los demás y con el mundo natural. Somos guardianes de la creación y hermanos de los más humildes.
Luis López