Fue un genio universal, cuya versatilidad, como a los maestros del Renacimiento, le permitió practicar todas las artes: arquitecto, escultor, pintor, dibujante y perspectivo. Un artista interesado por todas las ramas del saber, capaz de asimilar sin cesar miles de influencias. Así fue poseedor de una importante biblioteca personal, inusual entre los pintores de su tiempo, con más de 400 libros de tratados artísticos y de otras muchas y diversas materias que nos muestra su alta formación cultural y artística.
Formación y etapa sevillana 1613-1638
Durante su estancia de aprendizaje en Sevilla fue discípulo de Francisco Pacheco, al tiempo que compañero y amigo de Velázquez.
En las primeras obras sevillanas se advierte un acusado tenebrismo, pero en los últimos años sevillanos el estilo de Cano es mucho más elegante. El San Juan Evangelista y su visión de Jerusalen muestra la exquisitez de línea de Alonso Cano y los ricos matices de color.
En la corte de Madrid 1638-1651
En 1638 fue llamado a la corte, donde disfrutó de la protección del Conde-Duque de Olivares, valido del rey Felipe IV. Cano pudo conocer allí las colecciones reales, ricas en pintura veneciana del siglo XVI, y el ambiente artístico madrileño que enriquecieron su estilo, aportándole imaginación y elegancia. Contó también con una clientela de particulares e instituciones religiosas.
Caída en desgracia
En 1644 fue asesinada su esposa en Madrid y él acusado de inspirador del crimen. Huyó a Valencia donde pasó un año. De regreso a Madrid fue apresado y torturado; salió absuelto. Pero había fallecido el Conde-Duque, quedó sin mecenazgo y tuvo que acceder a una diversidad de pequeños encargos de todo tipo: retablista, escultor, pintor, dibujante…
Regreso a Granada 1651-1657
En 1652, Alonso Cano fue nombrado por Felipe IV racionero de la catedral de Granada, con la condición de que fuera ordenado sacerdote en el plazo de doce meses. Felipe IV forzó al cabildo a aceptar al recién ordenado como racionero de la catedral. Entre 1652 y 1664, Alonso Cano realiza en la Catedral de Granada uno de los conjuntos más importantes de todas las series de pintura del arte español, la representación de la vida de la Virgen. Se le encargan siete monumentales lienzos (4,51 x 2,52 m) de terminación en medio punto, para otros tantos huecos del cuerpo principal de la Capilla Mayor de la Catedral granadina, que irían colocados a gran altura y debajo de las vidrieras del cuerpo alto.
Paréntesis en Madrid 1657-1660
Un largo pleito con el Cabildo de la catedral de Granada, que quiere privarle de su paga y puesto, lleva a Alonso Cano de nuevo a Madrid, donde, una vez más, goza del favor de Felipe IV. Justamente en este período es cuando, entre otras obras, termina la talla del Cristo que tenemos en nuestra iglesia y que había dejado inacabado en su estancia anterior.
Final en Granada 1660-1667
Readmitido en Granada, por la decisión del rey, el artista da fin al ciclo de la Vida de la Virgen en la catedral, termina la fachada de la misma catedral y sigue produciendo sin cesar. Sin embargo, morirá en la pobreza, como escribe en su testamento: apenas he de tener para pagar mis deudas.
Desde su regreso a Granada, hasta su muerte en 1667, Cano no redujo su actividad creadora. Fueron los años de mayor brillantez de su técnica, de mayores recursos estilísticos y de mayor fama de algunas de sus obras, como las Inmaculadas, copiadas por otros muchos artistas. La temática, sin embargo, queda reducida prácticamente a lo religioso.
Cristo crucificado en la obra de Alonso Cano
El tema de Cristo en la cruz era habitual entre los artistas del tiempo de Alonso Cano. Él mismo lo trató reiteradas veces en pintura. En las dos versiones: a veces siguiendo el modelo de su maestro Pacheco, con cuatro clavos y los pies paralelos; otras con tres clavos y los pies cruzados.
Alonso Cano, Escultor
Practicó este arte toda su vida, desde su época de formación en Sevilla. En sus obras, muchas veces de pequeño formato, busca la belleza y el acabado perfecto, como en las imágenes que recordamos aquí. De sus obras de gran porte, recordamos dos de ellas que aparecen en esta muestra: la Virgen de Lebrija y el llamado Crucificado de Lekároz.
El Cristo crucificado en la Iglesia de Capuchinos de Pamplona
Esta gran obra, iniciada en el período madrileño de Alonso Cano quedó sin terminar por su huida a Valencia. En 1658, en su breve regreso a la Corte de Madrid, hubo de terminarlo por encargo expreso de la Reina, Mariana de Austria. Fue donado al Monasterio de Monserrat madrileño, filial de catalán. En tiempo de la invasión napoleónica, pasó a la Academia de San Fernando, para regresar después al monasterio de origen. Poco después, en 1837, por la desamortización y abandono del convento, volvió a la Academia.
En 1891 se envió, aunque de forma equivocada y confundiéndolo con otro de Pompeyo Leoni, al Colegio capuchino de Lekároz inaugurado ese mismo año. El 3 de febrero de 2003 fue trasladado a esta iglesia.
Esta obra admira por la perfección de su anatomía y la proporción entre torso y extremidades. Los testigos primeros lo describieron como “de tamaño natural” y en realidad lo tiene, aplicando Alonso Cano el canon clásico: 180 x 153. Clasicismo, proporción e idealización del cuerpo como expresión del sentimiento religioso. El artista fue un gran anatomista, como se comprueba en cuadros que ponemos en la exposición, con un gran dominio sobre el desnudo humano.
Hay una cita de 1800, de Juan Agustín Ceán Bermúdez, que resume lo valioso de este artista, especialmente en esta obra esencial de su arte escultórico: Alonso Cano ha sido uno de los mejores artistas que tuvo España sin haber salido de ella. Ninguno le ha igualado en la exactitud del ojo: nadie más dibuxante, pero él sin faltar a la grandiosidad del antiguo, ni a la naturaleza. Plegó lo paños con suma gracia e inteligencia dando razón de las partes principales del desnudo; y tuvo tal exactitud en las extremidades, como son manos y pies, que le distingue de los demás profesores.
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