VIII Jornada Mundial de los Pobres
Dicen que cuando fue elegido Papa el Cardenal Bergoglio, el Papa actual, uno de los cardenales le dijo: “acuérdate de los pobres”. Y esto le llevó a elegir el nombre de Francisco, recordando al de Asís, y su predicción por los pobres.
El año 2017 el papa Francisco quiso que la Iglesia celebrara la Jornada mundial de los pobres. Este año, celebramos la jornada bajo el lema: “la oración del pobre sube hasta Dios”. Son palabras del libro bíblico de Jesús Ben Sira o el Eclesiástico. Eclo 21,5. Es curioso que el papa firmó el mensaje para este día unos meses antes, el día de San Antonio de Padua. Otro de los santos que tuvo a los pobres en el centro de su vida y de su predicación. En la tradición franciscana, San Antonio va unido siempre a su obra de caridad desde el pan de los pobres. Toda una obra que la familia franciscana va actualizando según los tiempos y lugares.
Cuando el papa Benedicto XVI hizo una catequesis de San Antonio de Padua escribió lo siguiente: “A principios del siglo XIII, en el contexto del renacimiento de las ciudades y del florecimiento del comercio, crecía el número de personas insensibles a las necesidades de los pobres. Por ese motivo, san Antonio invita repetidamente a los fieles a pensar en la verdadera riqueza, la del corazón, que haciéndonos ser buenos y misericordiosos nos hace acumular tesoros para el cielo. "Oh ricos —así los exhorta— haced amigos... a los pobres, acogedlos en vuestras casas: luego serán ellos, los pobres, quienes os acogerán en los tabernáculos eternos, donde existe la belleza de la paz, la confianza de la seguridad, y la opulenta serenidad de la saciedad eterna" (ib., p. 29)
En el mundo en el que vivimos somos conscientes de la cantidad de personas que no tienen lo necesario para vivir. Esta última temporada estamos especialmente afectados por la catástrofe producida en torno al mediterráneo, donde tantas personas han perdido la vida; otras han perdido sus bienes. Necesitan todo tipo de ayuda económica y material al haberse quedado sin nada.
Necesitan también ese otro tipo de ayuda moral para rehacer la vida. Los cristianos ponemos ante Dios también a través de la oración la tragedia que viven tantos seres humanos en nuestro mundo. Estamos convencidos de que la oración es cauce de solidaridad. Estamos convencidos de que la oración del pobre y por el pobre sube hasta Dios.
Mientras toda la Iglesia se prepara para el Jubileo con el Año de la Oración, estamos invitados a orar por los pobres y a orar junto a ellos, con humildad y confianza. Esta oración debe encontrar en la caridad concreta la verificación de su autenticidad. El Papa Francisco recuerda que, de hecho, la oración y las obras se reclaman mutuamente: «si la oración no se traduce en un actuar concreto es vana; (...) sin embargo, la caridad sin oración corre el riesgo de convertirse en filantropía que pronto se agota» (n. 7). Es esta la herencia que nos han dejado tantos santos en la historia… y que tenemos que continuar
Benjamín Echeverría, OFMCap