La Buena Noticia de cada día
Como cada año, nuestras parroquias capuchinas ponen en manos de los fieles LA BUENA NOTICIA DE CADA DÍA, el librito que contiene el evangelio de todos los días del año.
Lo ofrecen como pan tierno y crujiente. ¿A quién no le gusta el pan tierno, con su calidez, con su aroma que nos despierta, con su carne jugosa que nos encanta? Eso es la Palabra de cada día: pan tierno para alimentar nuestra espiritualidad. Comámoslo, degustémoslo, disfrutémoslo.
Puede ser que ya hayamos leído muchas veces los textos evangélicos de cada día. Este año volvemos a abrir las páginas hermosas del evangelio de san Mateo. Tenemos siempre nuevas razones para leer el evangelio: sus palabras nos curan de las heridas que la vida nos causa; sus páginas nos dicen tercamente que en el fondo de las personas habita el bien; su lectura fiel nos descubre el gusto por Jesús; sus líneas encierran el secreto de la alegría que puede iluminar nuestros días grises; además el evangelio nos allana el camino del corazón amoroso del Padre; estas palabras son siembra que, poco a poco, mantiene creyente nuestro corazón; son como lluvia que nos refresca cuando el bochorno de la vida nos agobia.
¿No son motivos hermosos para perseverar en la lectura fiel del evangelio?
En la tapa del librito que los capuchinos hemos puesto este año el lema de LA RECONCILIACIÓN ENTRE CULTURAS recordando el aniversario de aquella hermosa página franciscana en la que se cuenta cómo Francisco de Asís visitó al sultán Melek el Kamel y nació de ese encuentro entre ellos una fraterna amistad. Estamos necesitados de reconciliación, entre culturas, en nuestro propio país, en nuestras familias, en el fondo del corazón. La lectura del evangelio puede ayudarnos mucho en esta difícil pero hermosa tarea de crecer en reconciliación.
Por eso, tomemos este librito como el mejor regalo que se nos puede al comenzar el año. No nos separemos de él. Tengámoslo a la mano en casa, en nuestra mesilla de noche, en nuestro bolso, en la mesa de la cocina. Leámoslo mucho, subrayémoslo, oremos con él. Pidamos a Jesús que nos enseñe las Escrituras para que, como aquellos de Emaús, arda nuestro corazón con esas palabras vivas. Jesús está en ellas.
Fidel Aizpurúa