El viaje de Antonie Mathieu. Capítulo 1: La despedida
Este relato se basa en la historia real de uno de los usuarios del Centro de acogida para jóvenes subsaharianos que SERCADE gestiona en Madrid.
Ryszard Kapuscinski, periodista y escritor africanista, comienza su libro Ébano hablando sobre el olor a trópico de África… es la humedad, dice, acompañada de los aromas de las especias, de vainilla y cardamomo, de canela y cacahuete.
Así olía Douala, capital de Camerún, la noche en que Antonie Mathieu salió de su casa. No quiso marcharse en silencio como muchos otros hacen, no quiso huir de la familia, no quiso que pareciera un abandono. Afrontó la despedida pidiéndoles perdón a sus padres y a Dios, y tuvo que sostener la mirada de su madre diciéndole que ya nunca volvería a verle.
Antonie salió de su país una noche de octubre de 2014, tenía 24 años. Cuenta que su infancia fue buena. No era especialmente bueno en los estudios, siempre fue un poco trasto. Nació en una familia católica polígama, una práctica impensable en nuestra sociedad pero muy habitual en algunos países africanos. Cuenta que siempre sintió el mayor respeto por sus doce hermanos, por su madre y por la otra esposa de su padre. El pecho se le llena de orgullo cuando habla de su familia. También de su padre, de quien dice que aprendió a ser honrado y noble.
Tras el relato de un migrante, bajo las razones de su partida, no siempre hay historias de guerras y miseria. Estamos acostumbrados a que nos dibujen África desde una miseria generalizada que caricaturiza un continente extremadamente diverso.
Antonie era jugador de la selección camerunesa de rugby. Le iba bien, era una gran promesa en ese deporte. La desidia política, la corrupción, los engaños, les dejó a todos los jóvenes del equipo nacional fuera de juego. De la noche a la mañana pasó de ser un joven admirado a un despojo sin horizonte. Trató durante un par de años de recomponerse… atendió a promesas incumplidas de retorno del selectivo nacional, trabajó en varios curritos temporales, pero se fue perdiendo. Su horizonte personal se fue haciendo cada vez más pequeño.
A veces las causas de la migración son más sutiles pero aun así estructurales, muy difíciles de combatir. Antonie no encontró en su país un lugar que le arropara para tirar adelante. Los innumerables retos de Camerún en permanente re invención, una administración atestada de negocios turbios y una sociedad sin esperanza, son suficiente caldo de cultivo para provocar el éxodo de sus jóvenes. Una huida que es común a otros países de la región subsahariana.
El protagonista del relato real que os contaremos en los próximos números salió de su casa una noche de octubre de 2014. Durante unos meses se cruzó cinco países y permaneció año y medio en Marruecos. Cuenta lo que puede del viaje, lo que su inocencia o la falta de ella le permite.
Su cuerpo repleto de cicatrices, pero fuerte todavía, muestra las huellas de la lucha por la supervivencia. El viaje le marcó para siempre y hoy todavía, un año después de su llegada a SERCADE, sigue hablando con tabús: Boukhalef, la noche del salto, su madre… Hay palabras que todavía no puede pronunciar.
Xabier Parra
Coordinador de SERCADE